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– Sí, pero no coincidimos. Yo acababa de empezar cuando él se fue a Södertälje.

– Vale.

– En 1998 la DGP /Seg lo reclutó para el servicio de contraespionaje. En el año 2000 fue recolocado en un cargo secreto en el extranjero. Según nuestros papeles, está oficialmente en la embajada de Madrid. He hablado con ellos: no tienen ni idea de quién es Jonas Sandberg.

– Igual que Mårtensson. Según los datos oficiales, lo han trasladado a algún sitio en el que no se encuentra…

– Tan sólo el jefe administrativo tiene la posibilidad de hacer algo así sistemáticamente y conseguir que funcione.

– Y en circunstancias normales, todo se explicaría con la excusa de que se han confundido los papeles; nosotros lo hemos descubierto porque lo estamos estudiando. Y si alguien insiste, no hay más que pronunciar la palabra «Confidencial» o decir que tiene que ver con el terrorismo.

– Todavía queda por investigar el tema del presupuesto.

– ¿El jefe de presupuesto?

– Quizá.

– De acuerdo. ¿Qué más?

– Jonas Sandberg vive en Sollentuna. No está casado, pero tiene un hijo con una profesora de Södertälje. Vida intachable. Licencia para dos armas de fuego. Formal y abstemio. Lo único un poco raro es que parece ser creyente y que en los años noventa fue miembro de la secta La Palabra de la vida.

– ¿De dónde has sacado todo eso?

– He hablado con mi antiguo jefe de Uppsala. Se acuerda muy bien de Sandberg.

– Vale. Un buceador militar creyente con dos armas y un hijo en Södertälje. ¿Algo más?

– Hombre, para haberlo identificado hace tan sólo tres horas no está nada mal…

– Sí, perdona. ¿Qué sabemos de la casa de Artillerigatan?

– No mucho todavía. Stefan ha conseguido dar con alguien de la oficina de urbanismo. Tenemos los planos del edificio. Pisos en propiedad de finales del siglo XIX. Seis plantas con un total de veintidós pisos, más ocho pisos en un pequeño edificio en el patio. Me he metido en los archivos para investigar a los inquilinos, pero no he encontrado nada llamativo. Dos de los que viven en el inmueble tienen antecedentes.

– ¿Quiénes son?

– Un tal Lindström en la primera planta. Sesenta y tres años. Condenado por estafas de seguros en los años setenta. Un tal Wittfelt en la tercera. Cuarenta y siete años. Condenado en dos ocasiones por maltrato de su ex mujer.

– Mmm.

– Los que viven allí son de clase media bien. Sólo hay un piso que plantea interrogantes.

– ¿Cuál?

– El de la planta superior. Once habitaciones; algo así como un piso señorial. Pertenece a una empresa que se llama Bellona AB.

– ¿Y a qué se dedica?

– Sabe Dios. Realizan análisis de mercado y facturan anualmente más de treinta millones de coronas. Todos los propietarios de Bellona residen en el extranjero.

– Ajá.

– ¿Ajá qué?

– Sólo eso, ajá. Tú sigue investigando a Bellona.

En ese mismo instante entró el funcionario al que Mikael sólo conocía bajo el nombre de Stefan.

– Hola, jefe -dijo, saludando a Torsten Edklinth-. Esto tiene gracia. He estado indagando el pasado del piso de Bellona.

– ¿Y? -preguntó Monica Figuerola.

– La empresa Bellona se fundó en los años setenta y compró el piso de la testamentaría de la anterior dueña, una mujer llamada Kristin Cederholm, nacida en 1917.

– ¿Y?

– Estaba casada con Hans Wilhelm Francke, el vaquero que se peleó con P. G. Vinge cuando se fundó la DGP /Seg.

– Bien -dijo Torsten Edklinth-. Muy bien. Monica, quiero que se vigile el inmueble día y noche. Que se averigüe qué teléfonos tienen. Quiero saber quién entra y quién sale por esa puerta, qué coches visitan el edificio. Lo de siempre.

Edklinth miró de reojo a Mikael Blomkvist. Parecía estar a punto de decir algo, pero se contuvo. Mikael arqueó las cejas.

– ¿Estás contento con todo este caudal informativo? -preguntó Edklinth al final.

– No puedo quejarme. ¿Tú estás contento con la aportación de Millennium?

Edklinth asintió lentamente con la cabeza.

– ¿Eres consciente de que se me puede caer el pelo por culpa de esto? -preguntó.

– No será por mi culpa. La información que me dais la trataré como si proviniera de una fuente protegida. Voy a reproducir los hechos, pero no voy a revelar cómo los he averiguado. Antes de llevarlo todo a imprenta te haré una entrevista formal. Si no quieres contestar, no tienes más que decir «Sin comentarios». O bien dices todo lo que piensas de la Sección para el Análisis Especial. Tú decides.

Edklinth se mostró conforme con un movimiento de cabeza.

Mikael estaba contento. En apenas unas horas, la Sección parecía haber cobrado forma. Se trataba de un avance decisivo.

Sonja Modig había podido constatar, llena de frustración, que la reunión del despacho del fiscal Ekström se prolongaba. Sobre la mesa había encontrado una botella de agua mineral Loka olvidada por alguien. Había llamado a su marido dos veces para decirle que se retrasaría y que prometía recompensarlo con una agradable velada en cuanto llegara a casa. Empezaba a inquietarse y se sentía como una intrusa.

La reunión no acabó hasta las siete y media. La pillaron completamente desprevenida cuando se abrió la puerta y salió Hans Faste, seguido del doctor Peter Teleborian. A continuación, un hombre mayor de pelo canoso al que Sonja Modig nunca había visto. En último lugar salió el fiscal Richard Ekström poniéndose una americana a la vez que apagaba la luz y cerraba la puerta con llave.

Sonja Modig sostuvo su móvil frente a la rendija de la cortina e hizo dos fotos de baja resolución de la gente que se encontraba frente a la puerta de Ekström. Tardaron unos segundos en ponerse en marcha y recorrer el pasillo.

Contuvo el aliento cuando pasaron por la sala de reuniones donde ella se escondía agachada. Cuando por fin oyó cerrarse la puerta de la escalera se percató de que estaba envuelta en un sudor frío. Se levantó con las rodillas temblando.

Bublanski llamó a Monica Figuerola poco después de las ocho de la tarde.

– ¿Querías saber si Ekström celebraba alguna reunión?

– Sí -respondió Monica Figuerola.

– Acaba de terminar. Se ha reunido con el doctor Peter Teleborian y mi ex colaborador, el inspector Hans Faste, así como con una persona mayor a la que no conocemos.

– Un momento -le dijo Monica Figuerola para, a continuación, tapar el auricular con la mano y volverse hacia los demás-. Nuestra sospecha ha dado sus frutos. Teleborian ha ido directamente a ver al fiscal Ekström.

– ¿Sigues ahí?

– Perdón. ¿Hay alguna descripción de ese desconocido tercer hombre?

– Mejor. Te envío una foto.

– ¿Una foto? ¡Anda, qué bien! Te debo un gran favor.

– Sería mucho mejor que me dijeras qué estáis tramando.

– Ya te llamaré.

Permanecieron callados en torno a la mesa de reuniones durante un par de minutos.

– De acuerdo -acabó diciendo Edklinth-. Teleborian se reúne con la Sección y luego va directamente a ver al fiscal Ekström. Daría lo que fuera por saber de qué habrán hablado.

– También podrías preguntármelo a mí -propuso Mikael Blomkvist.

Edklinth y Figuerola se quedaron mirándolo.

– Se han reunido para darle el último retoque a la estrategia con la que pretenden noquear a Lisbeth Salander en el juicio que se celebrará contra ella dentro de un mes.

Monica Figuerola lo contempló. Luego hizo un lento gesto de asentimiento.

– Es una suposición -dijo Edklinth-. A menos que tengas poderes paranormales.

– No es ninguna suposición -replicó Mikael-. Se han visto para ultimar los detalles del informe psiquiátrico forense sobre Salander. Teleborian acaba de terminarlo.

– No digas chorradas. Salander ni siquiera ha sido examinada.

Mikael Blomkvist se encogió de hombros y abrió el maletín de su ordenador.