– ¿Fredrik Clinton?
– Todavía vive. Él es el vínculo con el pasado.
– Se está muriendo. Necesita un riñón nuevo y se pasa la mayor parte del tiempo en diálisis o con algún otro tipo de tratamiento.
– Pero vive. Podríamos contactar con él y hacerle preguntas directamente. Tal vez esté dispuesto a hablar con nosotros.
– No -zanjó Monica Figuerola-. Para empezar esto es una investigación preliminar y la hace la policía. En ese sentido no hay ningún «nosotros» en esta historia. En segundo lugar, recibes información según lo acordado con Edklinth, pero te has comprometido a no hacer nada que pueda interferir en la investigación.
Mikael la miró y sonrió. Apagó el cigarrillo.
– ¡Ay! -dijo-. La policía de seguridad tira de la correa.
De repente ella se quedó pensativa.
– Mikael, esto no es ninguna broma.
El sábado por la mañana, Erika Berger se fue a la redacción del Svenska Morgon-Posten con un nudo en el estómago. Sentía que empezaba a tener control sobre lo que constituía la propia producción del periódico y la verdad era que había estado pensando en la posibilidad de permitirse un fin de semana libre -el primero desde que empezó en el SMP-, pero el descubrimiento de que sus recuerdos más íntimos y personales habían desaparecido junto con la carpeta de la investigación sobre Borgsjö hizo que le resultara imposible desconectar.
A lo largo de la noche, que en su mayoría pasó en vela hablando en la cocina con Susanne Linder, Erika esperaba que El boli venenoso atacara de nuevo y que esas fotos, que eran cualquier cosa menos favorecedoras, se difundieran con toda celeridad. Internet era una herramienta perfecta para los hijos de puta. Dios mío, un maldito vídeo que muestra cómo estoy follando con mi marido y con otro hombre. Acabaré en las portadas de todos los tabloides del mundo. Lo más privado.
Pasó esa noche llena de pánico y angustia.
Al final, Susanne Linder la obligó a irse a la cama.
A las ocho de la mañana, se levantó y se fue al SMP. No podía mantenerse alejada; si amenazaba tormenta, quería ser la primera en enfrentarse a ella.
Pero en la redacción del sábado, con sólo la mitad de la plantilla, todo se le antojó normal. El personal la saludó amablemente cuando pasó por el mostrador central. Anders Holm tenía el día libre. Peter Fredriksson hacía de jefe de Noticias.
– Buenos días. Creía que librabas hoy -le comentó.
– Yo también. Pero como ayer no vine y tengo cosas que hacer… ¿Ha pasado algo?
– No, es una mañana tranquila. Lo más caliente que ha entrado es que la industria maderera de Dalecarlia ha obtenido beneficios y que han cometido un atraco en Norrköping en el que una persona ha resultado herida.
– Vale. Me voy a mi jaula de cristal a trabajar un rato.
Se sentó, apoyó las muletas contra la librería y se conectó a Internet. Empezó por consultar el correo. Había recibido numerosos mails pero ninguno de El boli venenoso. Frunció el ceño: ya habían pasado dos días desde que le robó la carpeta y todavía seguía sin actuar con algo que debería suponerle un verdadero tesoro de posibilidades. ¿Por qué no? ¿Piensa cambiar de táctica? ¿Chantaje? ¿Quiere tenerme en ascuas?
No tenía ningún trabajo particular que urgiera, así que abrió el documento de la nueva estrategia del SMP que estaba redactando. Se quedó observando fijamente la pantalla durante quince minutos sin ver las letras.
Había llamado a Greger, pero no consiguió contactar con él. Ni siquiera sabía si su móvil funcionaba en el extranjero. Naturalmente, habría podido localizarle si hubiese hecho un esfuerzo, pero se sentía completamente apática. Error: se sentía desesperada y paralizada.
Intentó dar con Mikael Blomkvist para informarle de que habían robado la carpeta de Borgsjö. No contestó al móvil.
A las diez todavía no había hecho nada y decidió irse a casa. Acababa de alargar la mano para apagar el ordenador cuando su ICQ hizo clin. Perpleja, miró la barra del menú. Sabía lo que era el ICQ pero no solía chatear, y desde que empezó en el SMP no había usado el programa nunca.
Llena de dudas, hizo clic en Contestar.
– Hola, Erika.
– Hola. ¿Quién eres?
– Asunto privado. ¿Estás sola?
¿Una trampa? ¿El boli venenoso?
– Sí. ¿Quién eres?
– Nos conocimos en casa de Mikael Blomkvist cuando él volvió de Sandhamn.
Erika Berger se quedó mirando la pantalla. Le llevó varios segundos en hacer la asociación. Lisbeth Salander. Imposible.
– ¿Sigues ahí?
– Sí.
– Nada de nombres. ¿Sabes quién soy?
– ¿Cómo sé que no eres un impostor?
– Sé cómo se hizo Mikael la cicatriz del cuello.
Erika tragó saliva. Había cuatro personas en todo el mundo que sabían cómo se la hizo. Lisbeth Salander era una de ellas.
– Vale. Pero ¿cómo puedes chatear conmigo?
– Se me dan bien los ordenadores.
Lisbeth Salander es un hacha con los ordenadores. Pero ¿cómo coño hará para comunicarse conmigo desde el hospital de Sahlgrenska donde está aislada desde el mes de abril? Esto me supera.
– Vale.
– ¿Puedo fiarme de ti?
– ¿Qué quieres decir?
– Esta conversación no debe filtrarse.
No quiere que la policía sepa que tiene acceso a Internet. Claro que no. Así que por eso chatea con la redactora jefe de uno de los periódicos más grandes de Suecia.
– Tranquila. ¿Qué quieres?
– Pagar.
– ¿Qué quieres decir?
– Millennium me ha apoyado.
– Hemos hecho nuestro trabajo.
– Otros periódicos no.
– No eres culpable de lo que te acusan.
– Tú tienes un stalker siguiéndote los pasos.
De repente, a Erika Berger le dio un vuelco el corazón. Dudó un largo instante.
– ¿Qué es lo que sabes?
– Vídeo robado. Han entrado en tu casa.
– Sí. ¿Puedes ayudarme?
Erika Berger se sorprendió a sí misma haciéndole esa pregunta. Era completamente absurdo. Lisbeth Salander estaba ingresada en Sahlgrenska y los problemas personales le salían por las orejas. Resultaba disparatado dirigirse a ella con la esperanza de que le pudiera ofrecer algún tipo de ayuda.
– No lo sé. Déjame intentarlo.
– ¿Cómo?
– Pregunta: ¿crees que ese hijo de puta está en el SMP?
– No puedo demostrarlo.
– ¿Por qué lo crees?
Erika meditó la respuesta un largo rato antes de responder.
– Es un presentimiento. Todo empezó cuando entré a trabajar aquí. Otras personas del periódico han recibido desagradables correos de El boli venenoso que parecen proceder de mí.
– ¿El boli venenoso?
– Es el nombre que le he puesto a ese cabrón.
– Vale. ¿Por qué has sido tú y no otra la que ha sido objeto de atención de El boli venenoso?
– No lo sé.
– ¿Hay alguna cosa que te haga creer que es algo personal?
– ¿Qué quieres decir?
– ¿Cuántos empleados hay en el SMP?
– Más de doscientos treinta, incluida la editorial.
– ¿A cuántos conoces en persona?
– No lo sé muy bien. A lo largo de todos estos años he conocido a varios de los periodistas y colaboradores en distintas situaciones.
– ¿Alguien con quién te hayas peleado alguna vez?
– No. No específicamente.
– ¿Alguien que pienses que querría vengarse de ti?
¿Vengarse? ¿De qué?
– La venganza es un buen motivo.
Erika se quedó mirando la pantalla mientras intentaba entender a qué se refería Lisbeth Salander.
– ¿Sigues ahí?
– Sí. ¿Por qué me preguntas lo de la venganza?
– He leído la lista de Rosin con todos los incidentes que relacionas con El boli venenoso.
¿Por qué no me sorprende?
– ¿¿¿Vale???
– No creo que sea obra de un stalker.
– ¿Qué quieres decir?
– Un stalker es una persona motivada por una obsesión sexual. Este me parece alguien que está imitando a un stalker. Darle por culo con un destornillador… Por favor, parodia pura.