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– Lo cual quiere decir…

– Primero: la alarma que te hemos puesto hoy contiene dos componentes. Por una parte es una alarma antiintrusos normal y corriente que deberás conectar cuando no estés en casa, y por la otra es un detector de movimientos de la planta baja que activarás por las noches cuando te encuentres en la planta superior.

– De acuerdo.

– Es un poco rollo porque tendrás que desactivar la alarma cada vez que bajes a la planta baja.

– Ya.

– Segundo: también te hemos cambiado la puerta del dormitorio.

– ¿Habéis cambiado la puerta?

– Sí. Hemos instalado una puerta de seguridad de acero. No te preocupes, está pintada de blanco y parece una puerta normal. La diferencia es que echa la llave automáticamente cuando la cierras. Para abrir desde dentro sólo necesitas bajar la manivela como en cualquier puerta. Pero para abrirla desde fuera deberás marcar un código de tres cifras en un teclado que se encuentra incorporado a la manivela.

– De acuerdo.

– De modo que si entran en la casa, tienes una habitación segura donde refugiarte. Las paredes son sólidas y les llevará un buen rato derribar esa puerta, aunque dispongan de herramientas. Tercero: vamos a instalar unas cámaras de vigilancia para que puedas ver lo que ocurre en el jardín trasero y en la planta baja cuando estés en el dormitorio. Eso lo haremos esta misma semana, al igual que la instalación de detectores de movimiento de fuera.

– Ay, ay, ay. Me parece que a partir de ahora mi dormitorio no va a ser un sitio muy romántico.

– Es un monitor pequeño. Podemos colocarlo en un ropero o en un armario cualquiera para que no tengas que verlo todo el tiempo.

– Bien.

– Más adelante también me gustaría cambiar la puerta del despacho y la de una habitación de aquí abajo. Si ocurriera algo, deberás meterte ahí de inmediato y echarle el cerrojo a la puerta mientras vienen en tu ayuda.

– Vale.

– Si activas la alarma antiintrusos por error, llama enseguida a la central de Milton y anula el servicio. Para poder hacerlo, será necesario que les des la clave que previamente habrás registrado con nosotros. Si se te olvidara esa clave, el coche saldría de todos modos y te cobraríamos una determinada cantidad de dinero.

– Entiendo.

– Cuatro: ya hay alarmas antiagresión en cuatro sitios. Aquí en la cocina, en la entrada, en tu despacho de la planta superior y en vuestro dormitorio. La alarma antiagresión consiste en dos botones que se han de pulsar a la vez y durante tres segundos. Puedes hacerlo con una mano, pero no puedes hacerlo por error.

– Vale.

– Si la alarma antiagresión se activa, ocurrirán tres cosas. La primera es que Milton mandará varios coches. El más cercano vendrá de Adam Säkerhet, en Fisksätra. Son dos fornidos soldaditos que se personarán en diez o doce minutos. Segunda: que un coche de Milton saldrá de Nacka. Su tiempo de llegada es, en el mejor de los casos, de veinte minutos, pero lo más probable es que sean veinticinco. Y la tercera es que se avisa en el acto a la policía. En otras palabras, llegarán varios coches con escasos minutos de intervalo.

– De acuerdo.

– Una alarma antiagresión no se anula de la misma manera que una antiintrusos. O sea, no podrás llamar y decir que ha sido una falsa alarma. Aunque salgas a nuestro encuentro y digas que se trata de un error, la policía entrará en la casa. Querremos asegurarnos de que nadie está apuntando a tu marido con una pistola o algo así. Esta alarma sólo la deberás usar cuando te encuentres realmente en peligro.

– Entiendo.

– No hace falta que sea una agresión física. Basta con que alguien intente entrar o aparezca en el jardín, o algo por el estilo. Si te sientes mínimamente amenazada acciónala, pero no lo hagas a la primera de cambio; utiliza tu buen criterio.

– Lo prometo.

– He observado que has colocado palos de golf por todas partes.

– Sí. Esta noche la he pasado sola.

– Yo me habría ido a un hotel. No me importa que tomes medidas de seguridad por tu cuenta. Pero espero que tengas claro que con un palo de golf puedes matar a un agresor con mucha facilidad.

– Mmm.

– Y si lo haces, lo más probable es que te procesen por homicidio. Si encima luego reconoces que has dejado allí los palos con la intención de armarte podrían, incluso, acusarte de asesinato.

– O sea, que debo…

– No digas nada. Ya sé lo que vas a decir.

– Si alguien me atacara, creo que le destrozaría la cabeza.

– Te entiendo. Pero la idea de contratar a Milton Security es, precisamente, que eso no ocurra. Vas a tener en todo momento la posibilidad de pedir ayuda y, sobre todo, no vas a acabar en una situación en la que no te quede más remedio que partirle el cráneo a alguien.

– De acuerdo.

– Y, por cierto, ¿qué piensas hacer con los palos de golf si el agresor va armado con una pistola? Cuando hablamos de seguridad hablamos de ir un paso por delante de la persona que te quiere hacer daño.

– ¿Y qué quieres que haga con un stalker a mis espaldas?

– Asegúrate de que nunca se le brinde la oportunidad de acercarse a ti. Tal y como están las cosas, hasta dentro de unos días no terminaremos de instalarlo todo; y luego también hay que hablar con tu marido… Él tiene que ser tan consciente como tú de la seguridad.

– Vale.

– Hasta entonces, la verdad es que no quiero que te quedes aquí.

– No me puedo ir a ningún sitio. Mi marido volverá dentro de un par de días. Lo cierto es que tanto él como yo viajamos a menudo, cada uno por su lado, y pasamos aquí mucho tiempo solos.

– Entiendo. Aunque sólo se trata de un par de días, hasta que lo instalemos todo. ¿No podrías irte a casa de alguna amiga?

En un principio, Erika pensó en el apartamento de Mikael Blomkvist, pero luego se dio cuenta de que no era una buena idea.

– Gracias… pero creo que prefiero quedarme en casa.

– Me lo temía. En ese caso, quiero que estés acompañada en lo que queda de semana.

– Mmm.

– ¿No tienes a nadie que pueda venirse contigo?

– Sí, claro. Pero no a las siete y media de la tarde si hay un asesino loco rondando por el jardín.

David Rosin reflexionó un instante.

– Vale. ¿Te importaría que te acompañara una empleada de Milton? Puedo hacer una llamada para ver si una chica que se llama Susanne Linder está libre esta noche. Seguro que no le importará ganarse un dinero extra.

– ¿Cuánto cuesta?

– Eso lo tendrás que arreglar con ella. Esto queda al margen de cualquier acuerdo formal. Es que, de verdad, no quiero que estés sola.

– La oscuridad no me da miedo.

– Te creo. Si así fuera, no habrías pasado la noche aquí. Pero Susanne Linder, además, es ex policía. No serán más que unos cuantos días. Contratar a un guardaespaldas sería algo muy distinto y bastante más caro.

El tono serio de David Rosin hizo que Erika se decidiera. De repente, se dio cuenta de que Rosin estaba hablando con la mayor naturalidad de la posibilidad de que existiera una amenaza contra su vida. ¿Era exagerado? ¿Debería ignorar su preocupación profesional? Y entonces, para empezar: ¿por qué había llamado a Milton?

– Vale. Llámala. Le prepararé la cama en el cuarto de invitados.

Monica Figuerola y Mikael Blomkvist no salieron de la habitación hasta las diez de la noche, envueltos en sábanas, y fueron a la cocina para preparar, con los restos que había en la nevera, una ensalada fría de pasta con atún y beicon. Bebieron agua. De repente, a Monica Figuerola se le escapó una risita tonta.

– ¿Qué?

– Sospecho que Edklinth se molestaría de lo lindo si nos viera ahora mismo. No creo que se refiriera al sexo cuando me dijo que debía vigilarte de cerca.

– Fuiste tú quien empezó. Sólo me diste la opción de elegir entre venir esposado o por mi propio pie.

– Lo sé. Pero tampoco fue demasiado difícil convencerte.