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Un breve silencio se instaló en torno a la mesa.

– Quizá…

– ¿Qué os parece si…?

Edklinth y Monica Figuerola se pusieron a hablar al mismo tiempo y, acto seguido, se callaron.

– Yo le sigo la pista al club de Zalachenko. Vosotros queréis procesar al club de Zalachenko. Centrémonos en eso nada más.

Edklinth asintió.

– ¿Qué tenéis?

Edklinth dio cuenta del resultado de las pesquisas de Monica Figuerola y su grupo. Mostró la foto de Evert Gullberg acompañado del coronel espía Stig Wennerström.

– Bien. Quiero una copia de esa foto.

– La tienes en el archivo de Åhlén & Åkerlund -dijo Monica Figuerola.

– La tengo delante de mis ojos. Con un texto al dorso -replicó Mikael.

– De acuerdo. Dale una copia -le ordenó Edklinth.

– Eso quiere decir que Zalachenko fue asesinado por la Sección.

– Un asesinato y un intento de suicidio cometidos por un hombre que, además, se está muriendo de cáncer. Gullberg sigue vivo, pero los médicos le dan, como mucho, un par de semanas. Tras su intento de suicidio, sufre lesiones cerebrales de tal calibre que prácticamente se ha convertido en un vegetal.

– Y se trata de la persona que era el principal responsable de Zalachenko cuando éste desertó.

– ¿Cómo lo sabes?

– Gullberg se reunió con Thorbjörn Fälldin seis semanas después de la deserción de Zalachenko.

– ¿Puedes probarlo?

– Sí. El libro de visitas de la Cancillería del Gobierno de Rosenbad. Gullberg acompañó al que era jefe de la DGP /Seg por aquel entonces.

– Que ya ha fallecido.

– Pero Fälldin vive y está dispuesto a hablar del asunto.

– ¿Has…?

– No, yo no he hablado con Fälldin. Pero otra persona sí lo ha hecho. No puedo decir quién. Protección de fuentes.

Mikael explicó cómo había reaccionado Fälldin a la información sobre Zalachenko y cómo él mismo había ido a Holanda para entrevistar a Janeryd.

– Así que el club de Zalachenko se esconde en algún sitio de esta casa -dijo Mikael, señalando la foto con el dedo.

– En parte. Pensamos que se trata de una organización dentro de la organización. El club de Zalachenko no podría existir sin el apoyo de ciertas personas clave de aquí dentro. Pero creemos que la llamada Sección para el Análisis Especial se estableció en algún lugar fuera del edificio.

– O sea, que una persona puede ser contratada por la Säpo, cobrar la nómina de la Säpo y luego, en realidad, trabajar para otro jefe.

– Más o menos.

– Entonces, ¿quién ayuda al club de Zalachenko aquí dentro?

– Aún no lo sabemos. Pero tenemos algunos sospechosos.

– Mårtensson -propuso Mikael.

Edklinth asintió.

– Mårtensson trabaja para la Säpo, pero cuando lo necesitan en el club de Zalachenko lo sacan de su puesto habitual -dijo Monica Figuerola.

– ¿Y cómo se hace eso en la práctica?

– Muy buena pregunta -dijo Edklinth con una ligera sonrisa-. ¿No te gustaría empezar a trabajar con nosotros?

– En la vida -respondió Mikael.

– Sólo estaba bromeando. Pero es la pregunta lógica. Tenemos un sospechoso, aunque todavía no podemos probar nada.

– A ver… Debe de ser alguien con poderes administrativos.

– Sospechamos del jefe administrativo Hans Shenke -dijo Monica Figuerola.

– Y aquí nos topamos con el primer escollo -aclaró Edklinth-. Te hemos dado un nombre, pero el dato no está documentado. ¿Cómo piensas actuar?

– No puedo publicar un nombre sin tener pruebas contra él. Si Shenke es inocente, denunciará a Millennium por difamación.

– Bien. Entonces estamos de acuerdo. Esta colaboración debe basarse en una confianza mutua. Te toca. ¿Qué tienes?

– Tres nombres -contestó Mikael-. Los dos primeros fueron miembros del club de Zalachenko en los años ochenta.

Edklinth y Figuerola aguzaron el oído.

– Hans von Rottinger y Fredrik Clinton. Rottinger ha muerto. Clinton se ha retirado. Pero los dos formaban parte del círculo más íntimamente vinculado a Zalachenko.

– ¿Y el tercer nombre? -quiso saber Edklinth.

– Teleborian está relacionado con una persona a la que llaman Jonas. Ignoramos su apellido pero sabemos que forma parte del club de Zalachenko, promoción del 2005… Lo cierto es que hemos llegado a creer que quizá sea él quien aparece con Mårtensson en las fotos del Copacabana.

– ¿Y cómo surge el nombre de Jonas?

– Lisbeth Salander ha pirateado el ordenador de Peter Teleborian y hemos podido leer correspondencia que demuestra que Peter Teleborian está conspirando con ese tal Jonas de la misma manera que conspiró con Björck en 1991. Jonas le da instrucciones a Teleborian. Y ahora llegamos al segundo escollo -dijo Mikael, sonriendo a Edklinth-. Yo puedo probar mis afirmaciones, pero no puedo daros la documentación sin revelar una fuente. Tenéis que confiar en mí.

Edklinth parecía pensativo.

– Tal vez se trate de algún colega de Teleborian de Uppsala -imaginó-. De acuerdo. Empezamos con Clinton y Von Rottinger. Cuéntanos qué sabes.

El presidente de la junta directiva, Magnus Borgsjö, recibió a Erika Berger en su despacho, contiguo a la sala de reuniones de la junta. Parecía preocupado.

– Me han dicho que te has hecho daño -comentó, señalando el pie de Erika.

– Se me curará -respondió Erika para, acto seguido, apoyar las muletas contra la mesa y sentarse en la silla.

– Bueno, eso está bien. Erika, ya llevas aquí un mes y yo quería reunirme contigo para que tuviéramos ocasión de hacer un balance de todo este tiempo. ¿Cómo va todo?

Tengo que hablar de lo de Vitavara con él. Pero ¿cómo? ¿Cuándo?

– Empiezo a hacerme una idea. Hay dos aspectos básicos que quería comentarte: por un lado, como ya sabes, el SMP tiene problemas económicos y el presupuesto está a punto de hundir al periódico; por el otro, hay una increíble cantidad de carroña en la redacción.

– ¿No hay nada positivo?

– Sí. Un montón de periodistas profesionales que saben cómo hacer su trabajo. El problema es que hay otros que no les dejan hacerlo.

– Holm ha hablado conmigo…

– Ya lo sé.

Borgsjö arqueó las cejas.

– Tiene unas cuantas opiniones con respecto a ti. Casi todas son negativas.

– No pasa nada. Yo también tengo las mías sobre él.

– ¿Negativas? Pues si no podéis trabajar juntos…

– Yo no tengo ningún problema en trabajar con él. Es él quien lo tiene conmigo.

Erika suspiró.

– Me saca de quicio. Holm ya está muy rodado y es sin duda uno de los jefes de Noticias más competentes que he conocido. Pero eso no quita que sea un hijo de puta. Anda intrigando y creando desconfianzas entre el personal. Llevo veinticinco años en los medios de comunicación y nunca me he encontrado con un jefe así.

– En un puesto como el suyo la mano dura se hace imprescindible. Le presionan desde todos los lados.

– Mano dura vale, pero no ser un imbécil. Por desgracia, Holm es un desastre y una de las razones principales por las que resulta prácticamente imposible que los colaboradores trabajen en equipo. Su lema parece ser «Divide y vencerás».

– Palabras duras.

– Le daré un mes más para que cambie su actitud. Luego lo relevaré de su cargo.

– No puedes hacer eso. Tu trabajo no consiste en cargarte la estructura de la organización.

Erika se calló y observó al presidente de la junta.

– Perdona que te lo recuerde, pero me has contratado para eso. Incluso hemos redactado un contrato que me da vía libre para realizar los cambios que considere necesarios dentro de la redacción. Mi trabajo consiste en renovar el periódico y eso no se conseguirá sin modificar la organización y los hábitos laborales.

– Holm ha consagrado toda su vida al SMP.

– Sí. Pero tiene cincuenta y ocho años y se jubilará dentro de seis, y no me puedo permitir que sea una carga durante todo ese tiempo. No me malinterpretes, Magnus. Desde el mismo instante en que me senté en esa jaula de cristal, la misión de mi vida pasó a consistir en mejorar la calidad del SMP y en aumentar la tirada. Holm es libre de elegir entre hacer las cosas a mi manera o hacer lo que quiera. Pero yo voy a quitar de en medio a la persona que se interponga en mi camino o que, de uno u otro modo, intente hacer daño al SMP.