Nuestra fuente, un funcionario del Departamento de Personas Extraviadas, que no ha querido identificarse, ha afirmado: "Ya se nos ha tomado el pelo otras veces -el caso más sonado se produjo en 1926-, y esta vez no nos lo dejaremos tomar".

Tendida en la cama, Sharon Fields fue presa del desaliento.

Sky Hubbard seguía hablando: "El caso de 1926 a que se refería el funcionario -en cuyo transcurso el Departamento, fue objeto de toda clase de burlas de alcance nacional-fue el de la célebre evangelista Aimee Semple McPherson. La hermana Aimee fue a darse una zambullida en el Ocean Park de California y no regresó a su automóvil.

La policía de Los Ángeles tomó cartas en el asunto y promovió una búsqueda de carácter nacional. La desaparición se produjo el día 18 de mayo de 1926.

Después, un mes más tarde, se entregó una nota de rescate en el Templo del Ángelus, en la que se afirmaba que la hermana Aimee había sido secuestrada, se encontraba prisionera en el Suroeste y sería liberada a cambio de medio millón de dólares.

Al día siguiente, Aimee Semple McPherson reapareció en el desierto de las cercanías de Douglas, afirmando que la habían mantenido cautiva en una choza por espacio de un mes, que había conseguido escapar a través de una ventana y que llevaba varias horas vagando por el desierto.

Sin embargo, la policía empezó a sospechar. Iba pulcramente vestida, su rostro no estaba quemado por el sol y sus zapatos se hallaban en perfecto estado.

El fiscal de distrito se dispuso a iniciar un proceso contra la hermana Aimee, pero intervinieron influyentes personajes, entre ellos William Randolph Hearst, y se echó tierra al asunto. Más tarde se demostró, casi con toda certeza, que la hermana Aimee se había limitado a huir con un tal Kenneth Ormiston, empleado de su emisora de radio".

Al oírlo, Sharon Fields se enfureció contra la policía de Los Ángeles por atreverse a comparar su desaparición con la de la McPherson.

Siguió escuchando la voz de Sky Hubbard: "Teniendo en cuenta este caso inolvidable, se comprende que la policía no quiera convertirse de nuevo en el hazmerreír de la nación. Según nuestra fuente, el Departamento de Personas Extraviadas intervendrá únicamente en el caso de que los allegados a Sharon Fields puedan demostrar fehacientemente que la desaparición de ésta ha sido involuntaria aportando pruebas inequívocas de juego sucio.

He visitado a su representante personal, Félix Zigman, en su despacho de Beverly Hills. El señor Zigman se ha abstenido de revelarme ningún detalle, pero ha reconocido que ignoraba el actual paradero de la actriz, negando, por el contrario, haberse puesto en contacto con el Departamento de Policía de Los Ángeles.

Ahora, es exclusiva para el Noticiario del Mediodía de Sky Hubbard, las declaraciones del señor Zigman a un servidor de ustedes".

Sharon esperó conteniendo el aliento y, al final, escuchó la conocida y consoladora voz de Félix: "Sí, es cierto que no estoy en contacto con la señorita Fields desde mediados de semana, pero eso no tiene nada de raro, últimamente la señorita Fields ha estado trabajando muy duro y me había dicho que estaba exhausta.

Si bien tenía reservado pasaje para trasladarse a Londres, es probable que la perspectiva de un viaje tan largo se le haya antojado agotadora en su actual estado. Lo más probable es que haya decidido marcharse de incógnito a alguna localidad cercana, al objeto de tomarse un bien merecido descanso.

Sus más íntimos amigos no estamos preocupados. No es la primera vez que decide tomarse en secreto unas vacaciones. Puedo asegurarle que ninguna persona allegada a la señorita Fields ha presentado denuncia alguna de desaparición.

Estamos seguros de que se encuentra a salvo y esperamos recibir noticias suyas dentro de muy poco tiempo, tal vez este mismo fin de semana. No puedo decirle más, señor Hubbard. Le he dicho todo lo que sé. Se trata de una simple tormenta en un vaso de agua".

Apagaron el aparato de televisión de la habitación de al lado y el silencio se vio ocupado inmediatamente por gritos y voces de júbilo.

– ¿Lo habéis oído? -estaba diciendo alguien ¿Lo habéis oído?

– ¡Estamos libres! -gritó otro-. ¡Nadie sabe lo que ha ocurrido!

– !Tienes razón! -contestó otro-.¡Lo hemos conseguido! ¡Ya no tenemos que preocuparnos por nada!

Sharon Fields hundió la cabeza en la almohada. Hubiera querido echarse a llorar. Pero ya no le quedaban lágrimas. Al cabo de un rato miró hacia el techo y permaneció inmóvil como un cadáver.

No hubiera debido sorprenderse, se dijo a sí misma. Ya sabía que no sería probable que Nellie y Félix acudieran a la policía y provocaran un sensacionalismo fuera de lugar, y también sabía que no sería probable que la policía se tomara en serio la denuncia Y, sin embargo, más allá de toda lógica, Sharon se había permitido abrigar un rayo de esperanza en medio de su desesperación.

Era comprensible. Era normal. Hasta Shakespeare había dicho que los desgraciados no tienen más medicina que la esperanza. En su actual situación apurada, se había estado engañando a sí misma en la esperanza de que la medicina surtiera efecto.

Ahora aquella diminuta luz de esperanza se había apagado repentinamente. Jamás se había sentido más perdida y aterrada. Se sobresaltó al escuchar los crujidos de las tablas del pasillo.

Y oyó que el Vendedor les gritaba a los demás:

– Oíd, atontados, ¿quién de vosotros ha dejado la puerta abierta? Comprendió instintivamente que sería mejor que no se enteraran de que lo había oído.

Cerró los ojos y simuló dormir. Ahora se escuchaban dos voces.

Una de ellas pertenecía al Vendedor y la otra al Malo. Debían estar mirándola desde la puerta.

– Está dormida como un tronco -estaba diciendo el Vendedor para tranquilizar a su amigo-, no te preocupes.

– Muy bien, pero, a partir de ahora, tengamos cuidado, maldita sea.

Cerraron la puerta y se alejaron las pisadas. Sharon abrió los ojos. Ahora estaba completamente despierta, se percataba de su situación y comprendía la necesidad de inventarse una esperanza allí donde no había ninguna.

Trató de recordar sus pensamientos de la noche justo antes de conciliar el sueño. Sí. La necesidad de hacer algo por sí misma. Si el mundo exterior estaba ciego y no se percataba de su situación, sólo habría una persona capaz de hacerle comprender al mundo exterior lo que le había ocurrido.

Una persona. Ella misma. De ella dependía. No había nadie más. De Sharon Fields dependía, se dijo, que Sharon Fields se salvara. ¿Qué podía hacer, teniendo en cuenta su situación de limitación y confinamiento? Respuestas, alternativas.

Las buscó. Con renovadas fuerzas, y en su obsesión por verse libre de aquellos cuatro monstruos, empezó a sopesar las distintas alternativas con increíble agudeza mental, frialdad y lógica.

De una cosa no cabía duda. Por perdida que pudiera encontrarse y por abandonada que pudiera estar, se hallaba en compañía de otras cuatro personas que estaban relacionadas con el mundo exterior.

Por consiguiente, podía comunicarse con el mundo exterior a través de ellas utilizándolas en calidad de eslabón con el mundo civilizado.

Pero ¿cómo podría utilizarlas? Y entonces se le ocurrió -un destello de recuerdos de épocas pasadas-que en muchas otras ocasiones se había dirigido aquella misma pregunta, en el transcurso de su larga odisea desde Nueva York a Hollywood.

¿Cómo podría utilizar a este hombre, a este conocido? En épocas pasadas, siempre había tenido los medios a su alcance. Mirando hacia atrás, recordando sus pasadas experiencias con otros hombres -en nada distintos a éstos, a decir verdad, puesto que se le habían antojado igualmente mezquinos, vulgares y puercos-, examinó los motivos de que se había valido para utilizar y manejar a aquellos hombres en su ascenso hacia la libertad.

En realidad, en algunos casos el reto había sido más difícil, puesto que los hombres que había manejado eran más inteligentes, sofisticados y astutos.