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– Te gusta lo que te hago. Puedo sentirlo. Puedo olerlo.

– Por todos los santos, ¿te excita hacer que resienta avergonzada? Porque te diré, que tener un hombre que me moleste y me encienda mientras él bien podría estar leyendo un periódico no se siente bien sobre mi final. Dios…estás realmente enfermo, ¿sabes?

Aquella mirada fija de neón se estrechó ofendida. -Piensas que no te quiero.

– Oh, lo siento. Me imagino que me perdí toda tu lujuria. Sí, realmente estás caliente por mí.

Ella no podía creer lo rápido que él se movió. En un minuto él estaba recostado contra la pared, mirándola. Al siguiente él la tenía sobre el suelo, debajo de él. Su muslo abriéndole las piernas y luego sus caderas se condujeron a su centro. Lo qué llegó contra ella fue dura y gruesa longitud.

Su mano enredada en su pelo y tiró, arqueándola sobre él. Él dejó caer su boca sobre su oído.

– ¿Lo sientes Mary? Él frotó su excitación en apretados círculos, acariciándola, haciéndola florecer para él. -¿Me sientes? ¿Sabes lo que significa?

Ella jadeaba por aire. Ahora estaba muy mojada, su cuerpo listo para conducirlo profundamente a su interior.

– Dime lo que significa, Mary. -Cuando ella no contestó, él aspiró su cuello hasta que le empezó a doler y luego tomó el lóbulo de su oído entre sus dientes. Pequeños castigos. -Quiero que lo digas. Entonces sabré que te queda claro lo que siento.

Su mano libre bajó hasta su culo, acercándola más y luego la empujó contra su erección, golpeando el lugar correcto. Ella podía sentir la cabeza de él sondeando a través de sus pantalones y su pijama.

– Dilo, Mary.

Él surgió hacia delante otra vez y ella gimió. -Me deseas…

– Y vamos a asegurarnos de que lo recuerdas, ¿verdad?

Él liberó su pelo y tomó sus labios con un crudo filo. Él estaba por todas partes, dentro de su boca, sobre su cuerpo, su calor, su masculino olor y su enorme erección que le prometía un infernal paseo salvaje, erótico.

Pero entonces él se separó de ella y se volvió al lugar donde había estado contra la pared. Así como así, él volvía a estar controlado otra vez. Incluso su respiración. Su cuerpo también.

Ella luchó por volverse a sentar, intentando recordar como utilizar sus brazos y piernas.

– No soy un hombre, Mary, aún cuando mis partes se parezcan. Lo que has tenido no es nada comparado con lo que quiero hacerte. Quiero mi cabeza entre tus piernas lamiéndote hasta que grites mi nombre. También quiero montarte como un animal y mirar tus ojos cuando esté dentro de ti ¿Y después de esto? Quiero tomarte de cada forma. Quiero hacértelo por detrás. Quiero echarte un polvo, contra la pared. Quiero que te sientes sobre mis caderas y me montes hasta que ya no pueda respirar. -La miraba a su nivel, brutal en su honestidad. -Pero nada de esto va a pasar. Si lo sintiera menos, sería diferente, más fácil. Pero tú le haces algo extraño a mi cuerpo por lo que controlarme totalmente que es la única manera que puedo estar contigo. No puedo aflojarlo y lo último que quiero es darte un susto infernal. O peor, hacerte daño.

Las visiones nadaron en su cabeza, visiones de todo lo que él le había descrito y su cuerpo se humedeció de nuevo para él. Él suspiró y gruñó suavemente, él había cogido el olor de su sexo y le había agradado.

– Oh, Mary. ¿Me permitirás que te de placer? ¿Me dejarás tomar tu suave excitación donde quiera que vaya?

Ella quería decirle que sí, pero la lógica de lo que él le sugería era difícil: poniéndose desnuda, delante de él, a la luz de una vela. Nadie excepto los doctores y las enfermeras sabían como había quedado su cuerpo después de que la enfermedad se hubiese retirado. Y ella no podía por menos que pensar en las hermosas mujeres que había visto como iban hacia él.

– No soy a lo que estás acostumbrado. -Dijo ella suavemente. -No soy…hermosa. -El frunció el ceño, pero ella negó con la cabeza. -Confía en mí sobre eso.

Rhage la merodeó, aquellos hombros se movieron como un león. -Permíteme mostrarte lo hermosa que eres. Amablemente. Despacio. Nada violento. Seré un perfecto caballero, te lo prometo.

Sus labios se separaron y tuvo un vistazo de las puntas de sus colmillos. Entonces su boca se posó sobre la suya y Dios, él era fantástico, todo droga barriendo sus labios y su lengua. Con un gemido, ella enrolló sus brazos alrededor de su cuello, clavando sus dedos en su cuero cabelludo.

Cuando él la poso sobre el suelo, ella se preparó para recibir su peso. En cambio él se estiró a su lado y alisó su pelo hacia atrás.

– Despacio. -Murmuró él. -Con cuidado.

Él la besó otra vez y esto fue un rato antes de que sus largos dedos fueran al interior de su camiseta. Cuando subió la camiseta, ella intentó concentrarse sobre lo que le hacía con la boca, obligándose a no pensar en lo que se revelaba. Pero cuando él retiró la tela sobre su cabeza, el aire fresco golpeó sus pechos. Ella se los cubrió con las manos y cerró los ojos, rezando para que estuviera lo suficientemente oscuro entonces él no podría ver la mayor parte de ella.

Una yema del dedo acarició la base del cuello, donde estaba la cicatriz de su traqueotomía. Luego permaneció sobre la piel fruncida de su pecho dónde los catéteres habían sido enchufados. Él le bajó la cinturilla de su pijama hasta dónde estaban las perforaciones de los agujeros de su estómago de los tubos alimenticios. Entonces él encontró el sitio de inserción de su transplante de médula ósea, sobre su cadera.

Ella no podía soportarlo. Se sentó y agarró la camiseta para protegerse.

– Oh, no, Mary. No lo pares. -Él capturó sus manos y las besó. Entonces él tironeó de la camiseta. -¿No vas a dejar que te mire?

Ella giró su cabeza cuando él tomó su cubierta. Sus pechos desnudos se pusieron de punta y elevaron cuando sus ojos la tocaron.

Entonces Rhage besó todas y cada una de las cicatrices.

Ella tembló no importaba cuanto intentara quedarse quieta. Su cuerpo había sido bombeado lleno de veneno. Dejó los agujeros y cicatrices a la intemperie. Hecha infértil. Y aquí estaba este hermoso hombre rindiéndole culto como si todo lo que tenía era digno de reverencia.

Cuando la miró y le sonrió, ella se echó a llorar. Los sollozos le salieron con duros como puñetazos, rasgándole el pecho y la garganta, exprimiendo sus costillas. Ella se cubrió la cara con las manos, deseando tener la fuerza para irse a otro cuerpo.

Mientras ella lloraba, Rhage la sostuvo contra su pecho, meciéndola hacia delante y hacia atrás. Ella no tenía ninguna de idea de cuanto tiempo iba a durar antes de que se hiciese pedazos, pero eventualmente el llanto redujo la marcha y ella se dio cuenta de que él se dirigía a ella. Las sílabas y la cadencia le eran completamente desconocidas y las palabras indescifrables. Pero el tono…el tono era encantador.

Y su bondad era una tentación para la que ella no tenía valor.

Ella no podía confiar en él para su confort, no hasta este momento. Su vida dependía de mantenerse entera y allí había una cuesta resbaladiza de lágrimas. Si ella comenzaba a llorar ahora, no pararía en los siguientes días y semanas. Dios lo sabía, el duro interior de su centro había sido la única cosa que la había ayudado todo el tiempo que había estado enferma. Si ella perdía aquella resolución, no tendría ningún poder en absoluto contra la enfermedad.

Mary se limpió los ojos.

No otra vez, pensó ella. No lo perdería delante de él otra vez.

Se aclaró la garganta e intentó sonreír. -Entonces. ¿Cómo es para un temblor asesino?

Él dijo algo en la otra lengua y luego negó con la cabeza y cambió al inglés. -Llora todo lo que quieras.

– No quiero llorar. -Ella miró su pecho desnudo.

No, lo que ella quería ahora mismo era tener sexo con él. Cuando el mar de lágrimas finalizó, su cuerpo comenzó a responder otra vez. Y considerando que él ya había visto lo peor de sus cicatrices y parecía haberse apagado, se sintió más cómoda.