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– ¿Los vampiros dormían con humanos? Tal era por esto por lo que él se contenía, en vez de ser una especie de juego de poder.

– ¿Pero que pasaba con la anfitriona del TGI Friday? Definitivamente él había valorado a aquella mujer, y no porque hubiera querido comprarle un vestido. Entonces claramente su raza no tenía ningún problema para estar con otra especie. Lo que pasaba era que él no tenía ningún interés en ella.

Amigos. Solo amigos.

Cuando terminó la tortilla y untó la tostada, enrolló un tenedor en una servilleta, metiéndola bajo su codo y cogió el plato y el tazón y lo llevó a la sala de estar. Rápidamente cerró la puerta detrás de ella y se dirigió hacia el diván.

– ¡Para!

Rhage se había quitado la camisa y se inclinaba contra la pared, inspeccionando sus quemaduras. Al brillo de la luz de la vela, ella consiguió una mirada seria de sus pesados hombros, sus poderosos brazos, su pecho. La piel sobre todo ese músculo era dorada, sin pelo.

Intentando mantenerlo junto, puso lo que llevaba sobre el suelo al lado de él y sentándose a pocos centímetros. Para evitar mirar fijamente su cuerpo, echó un vistazo a su cara. Él no miraba la comida, ningún movimiento, ninguna conversación.

– No estaba segura de lo que te gustaba. -Le dijo ella.

Sus ojos se movieron rápidamente sobre los suyos y cambió de posición para quedar enfrente a ella. Su vista frontal era aún más espectacular que su perfil. Sus hombros eran bastante amplios para llenar el espacio entre el diván y la pared. Y la cicatriz en forma de estrella sobre su pectoral izquierdo era infernalmente atractiva, como una especie de marca sobre su piel.

Después de un latido o dos él solamente la estaba mirando fijamente, ella cogió el plato. -Te conseguiré algo más…

Extendió su mano y le agarró la muñeca. Acariciándole la piel con el pulgar. -Lo amo.

– No has probado la…

– Tú lo hiciste. Eso es suficiente. -Él cogió el tenedor de la servilleta, los músculos y tendones de su antebrazo trabajaron. -¿Mary?

– ¿Um?

– Me gustaría alimentarte. -Cuando él habló, su estómago soltó un aullido.

– No te preocupes. Conseguiré algo para mi…Ah, ¿por qué frunces el ceño así?

El acarició sus cejas, como si quisiera planchar su expresión. -Lo siento. No puedes saberlo.

– ¿Saber el qué?

– De dónde yo vengo, cuando un hombre se ofrece a alimentar a una mujer de su mano, es una manera de mostrar respeto y…afecto.

– Pero tú tienes hambre.

Él atrajo el plato un poco más cerca y arrancó una esquina a la tostada. Entonces cortó un cuadrado perfecto de la tortilla y lo colocó encima.

– Mary, come de mi mano. Toma de mí.

Él se inclinó más cerca, alargando su largo brazo. Sus ojos eran hipnóticos, llamándola, inclinándola, abriendo su boca. Cuando ella puso sus labios alrededor del alimento que había cocinado para él, él gruñó con aprobación. Y después de que ella tragara, él volvió hacia ella otra vez, otro trozo de pan tostado suspendido entre las yemas de sus dedos.

– ¿No deberías tomar algo? -Le dijo ella.

– No antes de que estés llena.

– ¿Y si me lo como todo?

– Nada me complacería más que saber que tú estás bien alimentada.

Amigos, ella se dijo. Solo amigos.

– Mary, come para mí. -Su insistencia consiguió que abriera la boca otra vez. Sus ojos se quedaron sobre sus labios después de que ella los cerrara.

Jesús. Esto no parecía de amigos.

Cuando ella masticó, Rhage escogió un trozo del tazón de fruta con las yemas de los dedos. Él finalmente escogió una rebanada de melón y se lo presentó. Ella tomó el pedazo, un poco de jugo resbaló por la comisura de su boca. Ella fue a limpiarse con el dorso de la mano, pero él la paró, levantando la servilleta, acariciando su piel.

– He terminado.

– No, no lo has hecho. Puedo sentir tu hambre. -Esta vez media fresa fue hacia ella. -Ábrela para mí.

Él la alimentó con bocados selectos, mirándola con primordial satisfacción que era la diferencia que ella había visto antes.

Cuando ella no pudo tomar otro bocado, él hizo un trabajo rápido de lo que había dejado y cuando terminó, ella recogió el plato y se dirigió a la cocina. Le hizo otra tortilla, llenó el tazón con cereales, y le dio la última de sus bananas.

Su sonrisa fue brillante cuando lo puso todo delante de él. -Como me honras con todo esto.

Cuando él comió de aquel modo metódico, tan ordenado, ella cerró los ojos y dejó que su cabeza se recostara contra la pared. Ella cada vez se cansaba más fácilmente y sintió una puñalada de de frío terror ahora que sabía el por qué. Dios, temía averiguar que los médicos iban a averiguar después de todas las pruebas.

Cuando ella abrió los ojos, la cara de Rhage estaba frente a ella.

Ella se echó hacia atrás, golpeándose contra la pared. -Yo, ah, no te oí moverte.

Agachado a cuatro patas como un animal preparado para saltar, él puso un brazo entre sus piernas, sus macizos hombros aguantando el peso de su torso. Al final, era enorme. Enseñaba mucha piel. Y olía realmente bien, como a oscuras especias.

– Mary, te agradecería, si tú me permitieras.

– ¿Cómo? Ella susurró.

Él inclinó su cabeza de lado y puso sus labios sobre los de ella. Cuando ella jadeó, su lengua penetró su boca y la acarició. Cuando él se retiró para evaluar su reacción, sus ojos brillaban con la promesa del éxtasis, del tipo que hervía la médula ósea.

Ella se aclaró la garganta. -De nada.

– Volvería a hacerlo otra vez, Mary. ¿Me dejarás?

– Un simple agradecimiento estaría bien. Realmente yo…

Sus labios la cortaron y luego su lengua asumió otra vez, invadiéndola, tomándola, acariciándola. Cuando el calor rugió en su cuerpo, Mary dejó de luchar y saboreó la loca lujuria, la palpitación de su pecho, el dolor de sus pechos y entre las piernas.

Oh, Dios. Esto había sido tan largo. Y nunca se había parecido a esto.

Rhage soltó un ronroneo bajo, como si él hubiese sentido su excitación. Ella sintió como su lengua se retraía y luego tomó su labio inferior entre su…

Colmillos. Aquellos colmillos pellizcaban su carne.

El miedo se coló por su pasión y lo espesó, agregando un borde peligroso que la abrió hasta más allá. Puso sus manos sobre sus brazos. Dios, era tan duro, tan fuerte. Él se sentiría tan pesado encima de ella.

– ¿Me dejarás yacer contigo? Le preguntó él.

Mary cerró los ojos, imaginándoselos yendo más allá de los besos a un lugar dónde ellos estarían desnudos juntos. No había estado con un hombre desde mucho antes de su enfermedad. Y mucho de su cuerpo había cambiado desde entonces.

Ella tampoco sabía de dónde venía su deseo de estar con ella. Los amigos no tenían sexo. No en su libro, de todas formas.

Ella negó con su cabeza. -No estoy segura.

La boca de Rhage cayó sobre la suya otra vez, brevemente. -Solo quiero acostarme a tu lado ¿Vale?

Traducción literal…de acuerdo. Excepto como lo miraba fijamente, ella no podía hacer caso a las diferencias entre ellos. Ella estaba sin aliento. Él estaba tranquilo. Ella mareada. Él estaba lúcido.

Ella tenía calor. Él…no.

Bruscamente él sentó contra la pared y tiró de la manta que colgaba del diván hasta su regazo. Ella se preguntó durante una fracción de segundo si él estaba ocultando una erección.

Sí, de acuerdo. Probablemente él tenía frío por que estaba medio desnudo.

– ¿De repente recordaste quien soy? -Le preguntó él.

– ¿Perdón?

– ¿Qué te quitó las ganas?

Ella recordó aquellos colmillos sobre sus labios. La idea de que él era un vampiro volvió. -No.

– ¿Entonces por qué te cerraste? ¿Mary? Sus ojos manteniéndolos en los suyos. -Mary, ¿me dirás que sucede?

Su confusión cuando él la miró era espantosa. ¿Pensaba que a ella no le importaría ser una jodida compasión?

– Rhage, aprecio hasta dónde estás dispuesto a llegar en nombre de la amistad, pero no me hagas ningún favor, ¿vale?