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Los dos hombres se sentaron. Sawyer señaló con un gesto la escalera.

– ¿A Rich no le gusta el baloncesto?

– Lucas está de servicio.

– ¿Alguna vez no lo está?

– Cuando duerme. Algunas veces le dejo que lo haga.

Sawyer echó una ojeada, curioso. Nunca había estado en uno de estos palcos, y después de la cena elegante con Hardy se sentía un poco fuera de su elemento. Al menos tendría algunas historias que contarle a Ray. Miró a Gamble y dejó de sonreír. Nada en la vida era gratis. Todo tenía un precio. Decidió que había llegado el momento de pedir la factura.

– ¿De qué quería hablarme?

Gamble contempló el partido durante unos segundos pero en realidad sin verlo, abstraído en sus problemas.

– La cuestión es que necesitamos CyberCom. La necesitamos más que nada en el mundo.

– Oiga, Gamble, no soy su asesor económico. Soy un poli. Me importa muy poco si consigue o no comprar CyberCom.

Gamble chupó un cubito de hielo. Al parecer no había escuchado las palabras de Sawyer.

– Uno se mata para construir una cosa, y nunca es bastante, ¿sabe? Siempre hay alguien que te lo quiere arrebatar. Siempre hay alguien que intenta joderte vivo.

– Si busca un hombro para llorar, busque en otra parte. Tiene más dinero del que podrá gastar en toda su vida. ¿Qué más le da?

– Porque uno se acostumbra, por eso -estalló Gamble, que se calmó de inmediato-. Uno se acostumbra a estar en la cumbre. Saber que todo el mundo intenta medirse con uno. Pero también el dinero tiene mucho que ver. -Miró al agente-. ¿Quiere saber cuánto gano al año?

A pesar de sí mismo, Sawyer sintió curiosidad.

– No sé por qué me da la impresión de que me lo dirá de todos modos.

– Mil millones de dólares. -Gamble escupió el cubito en la copa.

Sawyer bebió un trago de cerveza mientras pensaba en esta sorprendente información.

– Este año me tocará pagar cuatrocientos millones de dólares en impuestos. Con lo que pago ¿no cree que me merezco un poco de cariño de ustedes, los federales?

– Si lo que busca es cariño, pruebe con las putas de la calle Catorce -dijo Sawyer con una mirada de furia-. Son mucho más baratas.

– Coño, ustedes no captan el esquema general, ¿verdad?

– ¿Por qué no me lo explica?

– Ustedes tratan a todos de la misma manera -dijo Gamble con un tono de incredulidad.

– Perdón, ¿quiere decir que eso está mal?

– No sólo está mal, es una estupidez.

– Supongo que nunca se tomó la molestia de leer la Declaración de la Independencia; ya sabe, esa parte un poco tonta sobre que los hombres son todos iguales.

– Yo hablo de la realidad. Hablo de negocios.

– No hago distinciones.

– Va listo si cree que voy a tratar al presidente de Citicorp como trato al conserje del edificio. Un tipo me puede prestar miles de millones de dólares y el otro no va más allá de fregarme el baño.

– Mi trabajo consiste en perseguir a criminales, ricos, pobres y de los del medio. Para mí no hay ninguna diferencia.

– Sí, bueno, no soy un criminal. Soy un contribuyente, tal vez el mayor contribuyente de todo el país, y lo único que pido es un pequeño favor que en el sector privado me lo harían sin tener que pedirlo.

– Bien por el sector privado.

– Eso no tiene gracia.

– Tampoco pretendía que la tuviera. -Sawyer le miró a los ojos hasta que Gamble desvió la mirada. El agente se miró las manos y bebió otro trago. Cada vez que estaba con este tipo se le disparaba la presión.

En la cancha, un triple del equipo local hizo que la multitud se pusiera en pie, delirante.

– Por cierto -dijo Sawyer, ¿alguna vez ha pensado que no está bien que sea más rico que Dios?

– ¿Como esos tipos de allá abajo? -Gamble se rió mientras señalaba a los jugadores-. En realidad, dada la situación actual, creo que este año he ganado más que Dios. -Se frotó los ojos-. Como le dije, ya no se trata del dinero. Tengo más del que puedo gastar. Pero me gusta el respeto que da el estar en la cima. Todo el mundo espera a ver lo que haces.

– No confunda respeto con miedo.

– Para mí las dos cosas van juntas. Oiga, he llegado hasta aquí porque soy un hijo puta muy duro. Si usted me jode, yo le jodo pero más. Me crié más pobre que las ratas, tomé un autocar a Nueva York cuando tenía quince años, comencé a trabajar en Wall Street de mensajero, por unos dólares al día, alcancé la cumbre y nunca miré atrás. Gané fortunas, las perdí y volví a ganarlas. Coño, tengo media docena de títulos honorarios de la universidad y nunca acabé el graduado escolar. No tienes más que hacer donaciones. -Sonrió.

– Felicidades. -Sawyer comenzó a levantarse-. Es hora de irse.

Gamble le cogió del hombro pero lo soltó en el acto.

– Escuche, leí el periódico. Hablé con Hardy. Y ya siento el resuello de RTG en el cuello.

– Como le dije antes, ese no es mi problema.

– No me molesta el juego limpio, pero no pienso perder porque un empleado infiel me vendió al enemigo.

– Eso está por verse. No hemos encontrado ninguna prueba. Le guste o no eso es lo único que importa en el juicio.

– Usted vio la cinta. ¿Qué más pruebas necesita? Coño, lo único que pido es que haga su trabajo. ¿Qué tiene eso de malo?

– Vi a Jason Archer entregar unos documentos a unas personas. Pero no tengo ni idea de qué eran esos documentos o quiénes eran esas personas.

– Verá -dijo Gamble-, el problema es que si RTG conoce mi oferta y le ofrece más a CyberCom, estoy hundido. Necesito que usted demuestre que me engañaron. Una vez que consigan CyberCom, da lo mismo cómo lo hicieran, es suya. ¿Se da cuenta dónde quiero ir a parar?

– Trabajo todo lo que puedo, Gamble. Pero de ninguna manera pienso acomodar mis investigaciones a sus negocios particulares. Para mí, el asesinato de ciento ochenta y una personas inocentes significa mucho más de lo que usted paga en impuestos. Gamble, ¿se da cuenta dónde quiero ir a parar? -Gamble se encogió de hombros-. Si resulta que RTG está detrás, entonces puede estar seguro de que dedicaré todos mis esfuerzos para detenerlos.

– Pero ¿no le podría apretar un poco las tuercas ahora mismo? Si el FBI los investiga quedarían apartados de la carrera por CyberCom.

– Lo estamos investigando, Gamble. Estas cosas llevan tiempo. Es la burocracia, no lo olvide.

– Tiempo es algo que no me sobra -gruñó el millonario.

– Lo lamento, pero la respuesta es no. ¿Quiere alguna cosa más?

Los dos hombres contemplaron el partido en silencio durante unos minutos. Sawyer cogió unos prismáticos que estaban sobre la mesa. Mientras miraba el juego preguntó:

– ¿Qué pasa con Tylery Stone?

– Si no estuviésemos tan adelantados en las negociaciones con CyberCom, los despediría ahora mismo. Pero la cuestión es que necesito su experiencia jurídica y su memoria institucional. Al menos por ahora. -El millonario hizo una mueca.

– Pero no necesita a Sidney Archer.

– Jamás hubiera imaginado que esa tía hiciera algo así. -Gamble meneó la cabeza-. Una abogada de primera. Y, además, una mujer preciosa. Qué desperdicio.

– ¿Cómo es eso?

Gamble le miró asombrado.

– Perdone, pero ¿usted y yo leemos el mismo periódico? Está metida en esto hasta el cuello.

– ¿Usted cree?

– ¿Usted no?

Sawyer se encogió de hombros y acabó la cerveza.

– La tía se larga después del funeral del marido -dijo Gamble-. Hardy me ha dicho que intentó darles a ustedes esquinazo. La siguieron hasta Nueva Orleans. Actuó de manera sospechosa y regresó inmediatamente después de recibir una llamada telefónica. Hardy dijo que ustedes creen que alguien entró en la casa mientras ella les alejaba del rastro. Por cierto, estuvo usted muy brillante al dejar que eso sucediera.

– Tendré que tener más cuidado con lo que le diga a Frank en el futuro.

– Le pago un montón de dinero. Más le vale mantenerme informado.