I: Despierto temprano en una mañana de estío, y veo que están aserrando un largo tronco de bambú para emplearlo como caño de agua, bajo un cobertizo de esteras. ¡Ah! ¿No es esto felicidad?
I: Camino por la calle y veo a dos pobres tunantes que discuten acaloradamente, con las caras encendidas y llenos los ojos de furor, como si fueran enemigos mortales, aunque pretenden ser ceremoniosos, pues alzan los brazos y doblan las cinturas para saludarse, y emplean el lenguaje más culto; se tratan de tú y de ti. y dicen por lo tanto, y ¿no es así/ El palabrerío es interminable. De pronto aparece un hombre grande y morrudo, que agita los brazos y se- acerca a ellos y con un grito les ordena que se marchen. ¡Ah! ¿No es esto felicidad?
I: Ha estado lloviendo un mes entero, y estoy tendido en cama, por la mañana, como un ebrio o un enfermo, y me niego a levantarme. De pronto escucho un coro de pájaros que anuncian un día claro. Corro rápidamente la cortina, abro la ventana y veo el sol hermoso que brilla y resplandece, y el bosque invita a darse un baño. ¡Ah! ¿No es esto felicidad?
I: De noche me parece escuchar que alguien piensa en mí a la distancia. Al día siguiente voy a visitarle. Entro por su puerta y miro en torno a su cuarto, y le veo sentado ante su escritorio, cara al sur, leyendo un documento. Me ve, asiente suavemente y me toma por la manga para hacerme sentar, diciendo: "Ya que estás aquí, ven a mirar esto." Y reímos y gozamos hasta que han desaparecido las sombras de las paredes. Siente hambre, y me pregunta lentamente: "¿También tú tienes hambre?" ¡Ah! ¿No es esto felicidad?
I: Sin tener serias intenciones de construirme una casa, empecé a construir, sin embargo, porque inesperadamente me llegó una pequeña suma de dinero. Desde ese día, todas las mañanas y todas las noches se me decía que necesitaba comprar madera y piedras y tejas y ladrillos y argamasa y clavos. Y he explorado y agotado todos los medios de conseguir dinero, todo a causa de esta casa, pero sin poder vivir en ella todo este tiempo, hasta que me resigné a tal estado de cosas. Un dia, por fin, está terminada la casa, han blanqueado las paredes y barrido los pisos; se han pegado las ventanas de papel y colgado pinturas de las paredes. Todos los trabajadores se han marchado, todos mis amigos han llegado y están sentados en sitios diferentes, en orden. ¡Ah! ¿No es esto felicidad?
I: Estoy bebiendo, una noche de invierno, y de pronto noto que la noche se ha puesto sumamente fría. Abro la ventana y veo caer los copos de nieve del tamaño de una mano, y ya hay tres o cuatro pulgadas ¿e nieve en la tierra. ¡Ah! ¿No es esto felicidad?
I: Cortar con un cuchillo afilado una brillante sandía verde sobre una gran fuente escarlata, una tarde de verano. ¡Ah! ¿No es esto felicidad?
I: Hace tiempo he deseado ser monje, pero me preocupaba porque entonces no me estaría permitido comer carne. Pero si se me permitiera ser monje y comer carne en público, ¡pues entonces calentaría un cuenco de agua y con la ayuda de una aguzada navaja me afeitaría la cabeza en un mes de verano! ¡Ah! ¿No es esto felicidad?
I: Mantener tres o cuatro manchas de eczema en una parte privada de mi cuerpo, y quemarlas o bañarlas de vez en cuando con agua caliente tras puertas cerradas. ¡Ah! ¿No es esto felicidad?
I: Encontrar una carta manuscrita de algún viejo amigo en un arcón. ¡Ah! ¿No es esto felicidad?
I: Un sabio pobre viene a pedirme dinero, pero tiene timidez antes de mencionar el tema, y por ello deja que la conversación derive sobre otros temas. Veo su incómoda situación, lo hago a un lado, adonde estamos solos, y le pregunto cuánto necesita. Luego entro a casa y le doy el dinero, y después de hacerlo le pregunto: "¿Tiene usted que irse inmediatamente a arreglar este asunto, o puede quedarse un rato y beber algo conmigo?" ¡Ah! ¿No es esto felicidad?
I: Estoy sentado en un bote. Hay buen viento en nuestro favor, pero el bote no tiene velas. De pronto aparece una gran barca, que avanza tan veloz como el viento. Trato de enganchar el bote a la barca con la esperanza de que nos remolque, e inesperadamente el gancho prende en la barca. Lanzo entonces una cuerda, y nos remolcan, y empiezo a cantar los versos de Tu Fu: "El verde me hace sentir ternura hacia los picachos, y el rojo me dice que hay naranjas." Y estallamos en gozosas carcajadas. ¡Ah! ¿No es esto felicidad?
I: Hace tiempo que busco una casa para compartirla con un amigo, pero no he podido encontrar una que nos acomode. De pronto alguien trae la noticia de que hay una casa, no demasiado grande, sino de unas doce habitaciones, y que da a un gran río y tiene hermosos árboles verdes en torno. Pido a este hombre que me acompañe a comer, y después de la comida vamos juntos a ver la casa, porque no tenemos idea de cómo es. Al entrar por el portón, veo que hay un gran terreno baldío de unas seis o siete mow, y me digo: "En adelante no tendré que preocuparme por la provisión de verduras y melones." ¡Ah! ¿No es esto felicidad?
I: Un viajero vuelve a su casa después de un largo trayecto y ve la vieja puerta de la ciudad y oye a las mujeres y los niños, en ambas márgenes del río, que hablan su dialecto. ¡Ah! ¿No es esto felicidad?
I: Cuando se rompe una buena pieza de porcelana, ya se sabe que no hay esperanzas de repararla. Cuanto más vueltas se le dan, cuanto más se la mira, tanto más se exaspera uno. Yo entrego entonces la porcelana al cocinero, y le digo que la utilice como una vasija vieja, y le ordeno que no deje jamás que esa vasija vuelva al alcance de mis ojos. ¡Ah! ¿No es esto felicidad?
I: No soy un santo y, por ende, no estoy libre de pecado. Por la noche hice algo malo, y me despierto por la mañana y me siento muy incómodo. De pronto recuerdo lo que enseña el budismo, que no ocultar los pecados es lo mismo que el arrepentimiento. Y entonces empiezo a contar mí pecado a todos los que me rodean, sean extraños o viejos amigos. [Ah! ¿No es esto felicidad?
I: Mirar cómo alguien escribe grandes letras de un pie de altura. ¡Ah! ¿No es esto felicidad?
I: Abrir la ventana y hacer que salga del cuarto una avispa. [Ah! ¿No es esto felicidad?
I: Un magistrado ordena que redoble el tambor, y da por terminado el día. ¡Ah! ¿No es esto felicidad?
I: Ver un incendio en la pradera. ¡Ah! ¿No es esto felicidad?
I: Haber terminado de pagar todas las deudas. ¡Ah! ¿No es esto felicidad?
I: Leer el Cuento de Cabeza Ensortijada ( ). ¡Ah! ¿No es esto felicidad?
¡Pobre Byron, que sólo tuvo tres horas felices en la vida! Era un espíritu mórbido y enormemente desequilibrado, o sólo fingía el Weltschmerz de moda en su década. Me creo obligado a sospechar que, si no hubiera estado tan de moda el sentimiento de Weltschmerz, Byron habría confesado por lo menos treinta horas felices en lugar de tres. ¿No es evidente, por lo que antecede, que el mundo es en verdad un festín de la vida, que se ha dispuesto para que lo gocemos sencillamente con nuestros sentidos, y que un tipo de cultura que reconoce estos placeres sensuales nos posibilita con ello para admitirlos francamente? Tengo la sospecha de que la razón por la cual cerramos voluntariamente los ojos a este mundo, glorioso, vibrante con su propia sensualidad, es la de que los espiritualistas nos han llevado a temer los sentidos. Un tipo más noble de filosofía debería restablecer nuestra confianza en este hermoso órgano receptor que tenemos, y que llamamos cuerpo, y desterrar primero el desprecio por nuestros sentidos, y después el temor a nuestros sentidos. A menos que estos filósofos puedan sublimar la materia y eterealizar nuestro cuerpo, para convertirlo en un alma sin nervios, sin sabor, sin olfato y sin sentidos del color y del movimiento y del tacto, y a menos que estemos prontos para hacer lo mismo que los hindúes que se mortifican la carne, debemos enfrontarnos valientemente con lo que somos. Porque sólo una filosofía que reconozca la realidad puede conducirnos a la verdadera felicidad, y sólo esa clase de filosofía es buena y sana.