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– ¿Qué hace? ¿Son escamas o es una cota de malla estilo caballero medieval?

– Creo que son escamas -dijo Himiko-. Es la Peste, que intenta aniquilar a los primogénitos de Egipto.

Bird sabía poco acerca de la Biblia. Tal vez fuese una escena del Éxodo. De todos modos, los ojos y la boca de la criatura resultaban tremendamente grotescos. Pena, temor, sorpresa, fatiga, soledad…, incluso un atisbo de risa manaban ilimitadamente de los ojos negros como el carbón y de la boca de salamandra.

– ¿No es encantador? -preguntó Himiko.

– ¿El hombre de las escamas?

– Por supuesto. Y me agrada imaginar cómo me sentiría si fuese el espíritu de la Peste.

– Probablemente tan mal que tus ojos y tu boca empezarían a parecerse a los de él. -Bird echó un vistazo a la boca de Himiko.

– Da miedo. ¿A que sí? Siempre que pienso en algo que me atemoriza, imagino que sería mucho peor si yo estuviera aterrorizando a alguien. Así obtengo cierta compensación psicológica. ¿Crees que alguna vez le has producido a otra persona tanto miedo como el que has sentido en tu vida?

– No lo sé. Tendría que pensarlo.

– Probablemente no sea algo para meditar.

– Pues entonces supongo que nunca he asustado realmente a nadie.

– Muy bien. Pero ¿no te parece una experiencia que tarde o temprano tendrás? -La voz de Himiko adoptó un tono cauteloso y profético a la vez.

– Supongo que asesinar a un bebé en su cuna aterraría a cualquiera, incluso a ti.

Bird llenó los vasos. Apuró su whisky de un trago y volvió a llenar el vaso. Himiko no bebía con tanta celeridad.

– ¿Qué te ocurre? -preguntó Bird.

– Nada, sólo que luego tendré que conducir. ¿Alguna vez te he llevado en mi coche, Bird?

– Creo que no. Tendremos que hacerlo un día de éstos.

– Ven cualquier noche y te llevaré. De día es peligroso por el tráfico. Mis reflejos funcionan mejor durante la noche. Ya sabes, durante el día…

– ¿Por eso permaneces encerrada y pensando todo el día? Llevas la vida de un auténtico filósofo; un filósofo que corre por ahí en un M G escarlata a medianoche. No está mal, ¿sabes? Por cierto, ¿qué es eso del universo pluralista?

Bird observó con ligera satisfacción cómo el rostro de Himiko se contraía de placer. Así la compensaba por lo intempestivo de su visita y por todo lo que pensaba beber. Aparte de él, poca gente prestaría atención a las fantasías de Himiko.

– En este preciso momento, ambos estamos sentados y conversando en una habitación que forma parte de lo que se denomina mundo real -comenzó la chica.

Bird se acomodó para escucharla, sosteniendo cuidadosamente el vaso lleno de whisky en su mano, como un crío haría con su juguete preferido.

– Bueno, resulta que tú y yo también existimos, bajo diversas formas, en numerosos universos diferentes. ¡Ahora mismo! Podemos recordar varias ocasiones, en el pasado, cuando las oportunidades de vivir o morir se equilibraban. Por ejemplo, de niña enfermé de fiebre tifoidea y estuve a punto de morir. Recuerdo perfectamente el momento cuando llegué a la encrucijada: podía descender hacia la muerte o escalar la ladera de la recuperación. Naturalmente, la Himiko que ahora está contigo escogió el segundo camino. ¡Pero en ese mismo instante otra Himiko escogió el primer camino, hacia la muerte! Y un universo de personas que conservan un fugaz recuerdo de la Himiko que murió se puso en movimiento en torno a mi cadáver. ¿Entiendes, Bird? Cada vez que te encuentras en una encrucijada entre la vida y la muerte, se abren ante ti dos universos: uno pierde toda relación contigo porque te mueres, el otro la mantiene porque en él sobrevives. Como si te desnudaras, abandonas el universo donde sólo existes como cadáver y pasas al universo en donde sigues vivo. En otras palabras, en torno a cada uno de nosotros surgen varios universos, tal como las ramas y las hojas se bifurcan y se alejan del tronco.

»Este tipo de división celular universal también se produjo cuando mi esposo se suicidó. Yo lo sobreviví en el universo en el que murió, pero en otro universo, donde sigue viviendo sin haberse suicidado, otra Himiko vive con él. El mundo que un hombre deja atrás cuando muere muy joven, y el mundo en el que se libra de la muerte, siguen coexistiendo… Los mundos que nos contienen se multiplican continuamente. Esto es lo que quiero decir cuando hablo de universo pluralista.

»¿Y sabes una cosa, Bird? No tienes que estar tan apenado por la muerte del bebé. Porque ahora vive en otro universo, en el que tú eres un joven padre borracho de felicidad y yo me siento feliz porque acabo de enterarme de la buena noticia y estamos brindando juntos. ¿Comprendes, Bird?

Mientras bebía whisky, Bird sonreía apaciblemente. El alcohol ya se había extendido por todo su cuerpo y estaba surtiendo efecto; la tensión entre su oscuridad interior y el mundo exterior se había equilibrado. Aunque Bird sabía que tal sensación no duraría mucho.

– Bird, tal vez no lo entiendas por completo, pero ¿comprendes al menos la idea general? En tus veintisiete años de vida debes de recordar momentos en los que te has hallado en una posición dudosa entre la vida y la muerte. Pues bien, en cada uno de esos momentos, has sobrevivido en un universo y has abandonado tus cadáveres en otro. ¿Bird? Tienes que recordar algunos de esos momentos.

– Sí que los recuerdo. Y según tu opinión, en cada ocasión he dejado atrás mi propio cadáver y he escapado a este universo.

– Exactamente.

¿Tendría razón Himiko?, se preguntaba Bird, soñoliento. ¿Habría dejado tras de sí a otro Bird, convertido en cadáver, en cada ocasión crítica? Y entonces, ¿habría numerosos Bird muertos en tantos otros universos? ¿Cuál de todos esos muertos sería el Bird más valioso? Algo era seguro: se trataría de otro, no del Bird que habitaba en este universo.

– ¿Y hay una muerte definitiva? Cuando fallas intentando escapar a otro universo y finalmente mueres en este mundo, ¿significa la muerte en todos los demás?

– Supongo que sí. De lo contrario, viviríamos hasta el infinito al menos en un universo. Probablemente la muerte definitiva se produzca por vejez, después de los noventa. Así, todos vivimos en uno u otro universo hasta que morimos de vejez en nuestro último universo. Parece justo, ¿verdad, Bird?

De pronto, Bird lo comprendió todo y la interrumpió:

– Todavía te reprochas por el suicidio de tu esposo, ¿verdad? Y has inventado todo este enredo para quitarle a la muerte su carácter definitivo.

– Puedes creer lo que quieras. Mi vida, desde que él me abandonó en este universo, ha consistido en preguntarme por qué ha muerto… -La piel grisácea que rodeaba sus debilitados ojos se coloreó grotescamente-. Es una vida triste, pero la he aceptado. No evado mis responsabilidades, al menos no en este universo.

– No tengo intenciones de criticarte, Himiko, pero eso significa -Bird sonrió, procurando diluir el veneno de sus palabras- que intentas convertir en algo relativo la irrevocabilidad de la muerte de tu esposo. Te imaginas que hay otro universo en donde él continúa vivo. Pero no puedes convertir lo absoluto de la muerte en relativo, por más trucos psicológicos que emplees.

– Quizá tengas razón, Bird… ¿Puedo beber otro vaso de whisky, por favor? -dijo Himiko, con voz seca como si de pronto perdiera todo interés en su teoría del universo pluralista.

Bird llenó ambos vasos y rogó que Himiko olvidara pronto su crítica espontánea y que, al día siguiente, pudiera volver a soñar con su universo pluralista. Como un viajero en el tiempo que visitara un mundo diez mil años atrás, a Bird le aterrorizaba la idea de provocar cualquier desgracia en el presente. Esta sensación había crecido poco a poco en su interior desde que supo que su bebé era anormal. Ahora quería salir de este mundo por un tiempo, como el jugador que quiere abandonar la partida cuando tiene una mala racha.