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El profesor iba a replicarle pero tuvieron que hacerse a un lado para dejar paso a una pandilla de chicos. Todos llevaban chaquetas con un dragón bordado en la espalda. Bird se dio cuenta de quiénes eran: los gamberros con los que había peleado la noche en que nació el bebé.

– Conozco a esos muchachos pero ellos no me han reconocido.

– En pocas semanas te has convertido en otra persona. Tal vez se deba a ello.

– ¿De verdad lo cree así?

– Has cambiado mucho. -La voz del profesor sonaba cálida y afectuosa-. Un apodo infantil como Bird ya no te va.

Se detuvieron a esperar a las mujeres y entonces Bird miró a su hijo, acunado en brazos de su esposa. Intentó reflejar su imagen en las pupilas del bebé, pero fue tan minúscula que Bird no pudo confirmar su nuevo rostro. En cuanto llegara a casa se echaría un vistazo en el espejo. Y luego estrenaría el diccionario que le regalara Delchef, en cuya solapa interior había escrito una palabra que significaba «esperanza». La primera palabra que Bird quería buscar en el diccionario de aquel pequeño país balcánico era «perseverancia».

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Una cuestión personal pic_2.jpg