Hasta el momento de redactar el informe, Starr pensaba que May ignoraba los planes de Mathieu. Había pasado un mes de convalecencia en el lago de Como y Mathieu se le había reunido el 21 de noviembre. La primera información que se había conseguido por intermedio de la policía local indicaba que el 23 de ese mes habían alquilado un barco para hacer un crucero por la costa dálmata. Tres días después los asombrados pescadores habían informado a la policía que a setenta kilómetros de Trieste, los dos pasajeros habían sido recogidos por un remolcador albano.
Siete meses más tarde se vieron las instalaciones, en la primera serie de fotografías que tomaron los aviones de reconocimiento norteamericanos que sobrevolaban el valle de las Águilas.
Segunda Parte – EL CERDO
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El Presidente estaba mirando al "Cerdo" -nombre en código del proyecto albanés-. Tenía una expresión de desagrado absoluto. Como granjero, pensaba que el nombre que los militares le habían puesto era un insulto a todos los cerdos decentes.
– Se tiene la sensación de que hay que contener el aliento, -dijo-. Tendría que apestar. Algunos de los mecanismos deberían de estar preparados para oler como lo que son. Tanto los nuestros como los de ellos.
Después de conversar con los rusos, salió de la cabina de control; en ese momento se detuvo en la sección seleccionadora de objetivos. En todos los países del mundo había por lo menos veinte modelos en pequeña escala de situaciones de máxima prioridad. En su mayor parte eran plantas experimentales y laboratorios químicos. El "Cerdo" albanés era una luz roja colocada en la parte superior del tablero electrónico color verde que cubría toda una pared y que aportaba los cálculos teóricamente más importantes de las situaciones estratégicas y políticas diarias. Las prioridades las determinaba la computadora CG -Cálculos Generales-, más conocida por "Joe", para luego ser transmitidas a todos los comandos operativos del mundo. El Presidente nunca se iba a la cama sin haber verificado antes el panorama general de las prioridades operativas, las que, a menudo, cambiaban brusca y sorpresivamente, según el "humor" de la computadora CG.
Hacía más de seis semanas que el "Cerdo" albanés estaba instalado irreverentemente en el lugar prioritario de los cálculos de objetivo. A menudo, en la mitad de la noche, insomne, el Presidente bajaba esperanzado a mirar el tablero. Pero el "Cerdo" estaba siempre allí.
Los profesores Skarbinski y Kaplan, el general Franker, y dos técnicos en detectación de objetivos, Russel Elcott y el nuevo jefe de CÍA, Dean Rexell, junto con el Presidente miraban al nuevo modelo en pequeña escala que estaba sobre una mesa de madera de forma cuadrada. El "Cerdo" tenía la apariencia de un museo de arte moderno: una estructura chata y baja, con una cúpula color blanco completamente circular apoyada sobre las cortas y gordas patas.
– Parece una especie de templo -dijo el Presidente. ¿Cómo andamos con la réplica?
– Más abrasados que los rusos -le contestó el profesor Kaplan-. Dios sólo sabe la cantidad de espías que tienen en Albania.
– ¿A quiénes tenemos?
– Una chica norteamericana -respondió Russel Elcott-. La muchacha de Mathieu.
– Bendito sea su trasero -agregó el Presidente.
– Y el reconocimiento diario -añadió el general Franker.
– Bendito también -subrayó el Presidente.
– Todavía faltan algunos elementos -comentó Kaplan-. Tenemos ocupados a los mejores cerebros y, por única vez, los franceses están ayudando mucho. Hay dos franceses que desde el principio del proyecto han estado trabajando con Mathieu. Pero falta el elemento principal, y sospecho que es el mismo Mathieu. Lo podemos hacer, pero Mathieu ha encontrado una especie de atajo para llegar. Y no podemos calcular el poder de explosión, una vez que se ha obtenido la desintegración. Estamos construyendo una computadora que estará en condiciones de hacer lo que Mathieu parece lograr con un pedazo de tiza en la mano. Pronto estaremos en condiciones de hacer un cálculo exacto.
– ¿Cuándo?
– Dentro de uno o dos meses.
– Allí puede ver algo, señor Presidente -le dijo el general Franker.
Señaló en el mapa la zona del objetivo que estaba ubicado arriba del modelo, sobre la pared.
– El "Cerdo" está justo en el medio de una zona densamente poblada. Hospitales, hogares de ancianos y otros por el estilo. "Por supuesto, son los que producen el trabajo y la energía. Una tremenda concentración de energía. La pregunta es: ¿Cómo es posible que en la zona puedan llevar a cabo una fantástica explosión sin destruirse a sí mismos? Pero, por supuesto, es pensar usando convencionalismos. Pensar con mentalidad de bomba nuclear, lo que es obsoleto. Usted recordará, señor, que la fuerza exha es una fuerza ascendente. Esencialmente es un fulgor como el del laser, que sale disparado hacia arriba con velocidad y fuerza increíbles, hacia el cosmos…
– No me dirán que los albaneses están apuntando hacia Dios, -dijo el Presidente.
El general Franker sonrió.
– Bueno, no exactamente. Necesitarían una fuerza mucho mayor para causar algún daño.
– Gracias a Dios.
– Empero esto explica cómo es posible llevar a cabo la prueba en una zona tan densamente poblada. Por otro lado, pueden orientar el fulgor de otro modo. Si se mira el mapa, se advierte que entre el lugar y la frontera yugoslava no hay nada, a pesar de que si se continúa hacia el Oeste se llega a todos los países capitalistas europeos, sin contar Yugoslavia -y no tengo que recordarles que la Yugoslavia socialista está considerada por la Albania de En ver Hoxha de la misma manera que los soviéticos lo están por China. Luego, si se continúa la proyección, llegamos a Europa occidental y a Washington…
– Gracias -contestó el Presidente-. Ahora pienso dormir bien durante toda la noche. ¿Cuándo empezará a apestar este pedazo tan especial de mierda?
– Los rusos le dan dos meses, mas no están dispuestos a correr ningún riesgo con sus propios cálculos.
El Presidente se quedó mirando al "Cerdo" durante unos segundos más, con una especie de odio absoluto.
– Muy bien, hagan entrar al pueblo…
El término "pueblo" era su expresión favorita cuando se refería a los miembros del Congreso, y lo empleaba con un acento solemne, como el de "Padre de la Nación". En los últimos tiempos había empezado a sonar un tanto vacío y hasta había adquirido un tonito ligeramente irónico.
Entraron, y se lo dijo. Los castigó duro con el asunto de Albania. Empleó unas pocas palabras, desgastadas y simples. Usó como blanco sus principios cristianos. Se sentía confundido e inseguro, preocupado y asqueado. Aún estaba encarando la decisión que tomaría y no sabía qué hacer, por lo que se esforzó en parecer calmo, seguro y decidido.
– Y bien, amigos, las cosas son así. Lo consiguieron dividir. Desintegrarlo. No les extrañará enterarse de que es el arma más devastadora que uno pueda imaginar.
Estaban de pie rodeándolo, junto al verde mapamundi que centelleaba y tenía todas las bases norteamericanas encendidas en amarillo y la señal de "preparados para escuchar". Las pantallas televisivas de circuito cerrado los contemplaban vacías.
Russel Elcott miraba al Hombre y a los Mayores. Por su mente cruzó la palabra "babilónico", seguramente a causa del "Cerdo". Parecía como si fuese un templo pagano obsceno dedicado al culto del poder. Sólo faltaban los sacerdotes científicos y el olor a incienso. Los Mayores eran hombres de aspecto común, vestidos con trajes grises, y se preguntó qué harían los Giottos y los Miguel Ángel del futuro con las ropas amarillentas, con los anteojos de monturas de asta y con las caras vulgares suponiendo que volviese a existir un Renacimiento…