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Había tanto para dar y tanto para salvar, y ninguna apertura para la victoria. Y. tenía que admitir que lo atormentaba el hecho de que alguien llegase a descubrirlo antes que él. Egolatría. Uno debe vigilar constantemente el bastardo culto del ego.

May había vuelto a recuperar la personalidad alegre y despreocupada. Habían continuado con la investigación teórica y habían abandonado las exhalaciones experimentales de minimecanismos que tanto la perturbaban.

El once de enero, Mathieu se encontraba sentado detrás del pequeño escritorio del laboratorio. Las cuatro paredes estaban cubiertas por pizarrones y sobre la puerta había dos reproducciones de Klee. Amaba la inocencia y la alegría de Klee. Era un artista que aumentaba la belleza de la vida.

Pasó el día trabajando, cenó un pan con salchicha y bastante ajo, acompañado con un vaso de vino, y prosiguió la tarea hasta las últimas horas de la noche. A las dos de la madrugada miró el reloj y nuevamente se distrajo. Los cuatro pizarrones seguían cubiertos de tiza.

No obtenía ningún resultado. Sólo garabatos. Miró las reproducciones de Klee para descansar los ojos y el cerebro.

Tres de la madrugada. Otra vez junto al pizarrón, a millones y millones de kilómetros de distancia, un cigarrillo colgándole de los labios y un ojo cerrado por el humo.

Media hora después, May llamó preocupada. Le respondió que estaba bien, pero que continuaría trabajando. Había encontrado una nueva perspectiva.

A las ocho de la mañana entró Chávez, se sentó en el borde de la mesa y se dedicó a observarlo. "Maldito vidente", -pensó Mathieu-. "Está seco y recibe emociones al contemplar el trabajo ajeno". En la mano, la tiza se movía cada vez más rápido, cada vez más cerca de algo inalcanzable, hacia algo que probablemente no existía. El viejo nombre tahitiano que le habían puesto cuando estuvo en Polinesia, Ganef, es decir, el ladrón, le atravesó la mente. Sonrió, se enjugó el sudor de la frente con la tiza. Luego continuó robando.

La concentración absoluta lleva consigo un sentimiento de poder hecho de alborozo puro; la fatiga no existe, el cuerpo desaparece. La mente abandona su caparazón y se ensaña con la presa. La belleza del rastreo y la excitación de la caza son casi tan importantes como el mismo botín. La presa lo eludía, corriendo más ligero que el cazador, y él buscaba un atajo. Aunque seguía con las manos vacías, debía haber progresado notablemente y estaba a punto de obtener el resultado, pues al dirigirse al escritorio para dejar la colilla fría en el cenicero, se dio cuenta de que Chávez aún continuaba allí, con la cara petrificada por la fuerza de la concentración, mientras seguía con la mirada los símbolos sobre el pizarrón. Estaba tomando nota.

Era completamente de día.

La presencia de Chávez le hizo sentir cansancio y hambre, pues implicaba la realidad en todo sentido. Decidió continuar una hora más porque no estaba agotado aunque se sentía fatigado. Se alejó del pizarrón para mirar los símbolos, apretándose el pelo que le caía sobre la cara. Y dio con la fórmula. Estaba infinitamente más lejos del último signo que había escrito, pero allí estaba clara, e inequívoca.

La boca y la garganta se le secaron; el corazón empezó a latirle como si tratara de liberarse -igual que la pelota blanca perlada.

Se quedó quieto, con el pedacito de tiza en la mano. Era el pedazo más pequeño de tiza, y probablemente el más importante de toda la historia de la tiza. Levantó la mano para escribir.

Luego recordó a Chávez. Sonrió, bajó los ojos y se limpió la tiza de los dedos. En su mente la música tenía un sonido claro que alcanzaba la nota final. No quería ejecutarla para un intruso. Era hermosa, si bien había sido compuesta con peligro. Miró hacia el pizarrón y, mentalmente, repasó toda la sinfonía donde había creído que estaba la nota final. Y entonces…

De repente no había ninguna nota más. Parecía haber surgido de la nada.

Su rostro se transformó en el de un anciano. Trató de silenciar a la nueva y terrorífica nota; pero ésta seguía resonándole en la cabeza.

Sintió sobre el hombro la mano de Chávez.

– Bravo, mon vieux. Estás haciendo un trabajo fantástico. Fantástico. Yo a esto lo llamo genio puro…

– Oh, mon Dieu, -dijo Mathieu desamparado.

– ¿Qué sucede?

– Nada…

Vomitó. Luego se desmayó.

Cuando volvió en sí, hubo un breve instante de esperanza. Pensó que había olvidado. Luego recordó y volvió a desmayarse.

21

Primero había sido Madrid, y el Museo del Prado; después Beyruth y Salzburgo, Venecia, Roma y, luego, Venecia otra vez. Música, toda la música y toda la belleza de Florencia, el Renacimiento. Mira, hombre, lo has conseguido, no eres tan malo. Mira, no eres un criminal; he aquí la coartada: el Giotto, Florencia, Leonardo. Mira todos los escapes culturales de la exhalación; todo no es guerra, crímenes, mugre, descuido y odio. Ha habido algo de amor, aunque fue desperdiciado porque no fue envasado. Ahora podrá serlo. Ahora tienen el poder y saben cómo hacerlo. Tienen el control político, psicológico, técnico, ideológico, y científico. A través de los siglos, la exhalación consiguió escapárseles, pero ahora la dominan y conocen la técnica. Han aprendido la técnica y pueden someter al hombre, someter la exhalación, y existirá el hombre sometido, la exhalación sometida, Dios sometido, el pensamiento sometido, el hombre envasado y la exhalación envasada. ¡Viva Cristo envasado, Marx envasado, la cultura y el amor envasados! ¡Viva el trabajo organizado que prepara la marcha irresistible hacia la máquina industrial, y hacia el envase! Riamos de los últimos payasos de los circos de arena que están por extinguirse, de los liberales de cabezas lanudas, y de los humanistas retrógrados que vuelven al pasado. ¡Vengan! señoras, y señores, ¡apúrense!, no sentirán ningún dolor, todo está previsto; ¡entren, los necesitamos dentro del envase, dentro del exhalador que procede del pueblo, para el pueblo, a través del pueblo! ¡Hagan de la muerte un regalo! ¡Elijan el destino! ¡El mundo es libre! ¡Elijan libremente el envase! ¿Un automóvil? ¿Una máquina de lavar? ¿Industrial, militar, político?

¡Vengan, señores, entren! ¡Recuerden, el exha no tiene por qué permanecer eternamente en el mismo lugar! Se puede cambiar el empleo. La dulce exhalación puede ser llevada de una fábrica de embutidos, a una de automóviles, o trasplantada a un hermosísimo proyectil de largo alcance! Si alguno tiene una mente sucia puede ser destinado a un vibrador. ¡Ja, ja, ja! ¡Eh, señor, no trate de escaparse, tiene que dar igual que los demás! ¡Ésta es una democracia! ¡Guardián! Este hombre necesita algún procedimiento ideológico, ¡ocúpese del caso! ¡Por favor conserven los números en la mano! Las familias pueden quedarse juntas, Declaren el exhalador, y por favor, declaren la religión. ¡No, señora, éste no es un envase judío, es católico! De todos modos aquí no aceptamos santurrones, ¿las máquinas son ecuménicas! ¡Entren, señores, aquí tienen algunos modelos nuevos para elegir, todo el armazón de pascalita, nuestra mayor oferta! ¡No se mueran hasta no haber elegido! ¡Decídanse! ¡Eh, guardián! Vigile a los chicos… Están molestando. En uno de los nuevos modelos han escrito: ABAJO LA MIERDA. Cuide la educación. Si se ponen molestos no los mate aquí. No queremos sus exhalaciones dentro de nuestros envases. Podría resultar subversivo…

Sabía que se estaba desmoronando y que May estaba encantada por ello. No tomaba un solo trago. Maternal. Estaba de un humor excelente ahora que podía cuidarlo y mimarlo. Parecería que la destrucción de él era la mejor terapia para May. En realidad, si Mathieu no hubiera sido tan amante del sexo probablemente se hubiese destruido a sí mismo. Pero, una cosa es terminar con la vida y otra muy diferente terminar con la vida sexual. Ni pensarlo.