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Connie puso en marcha el vehículo.

– Lo único malo es que no tengo derecho a utilizar los aviones del FBI. Tenemos que conformarnos con el viejo Crown Vic. Calculo que tardaremos seis horas más o menos, sin contar las paradas. -Consultó la hora-. Si paramos poco, llegaremos hacia la una de la madrugada.

– Se supone que no debo salir de la zona.

– Regla número uno del FBI: puedes ir a donde quieras siempre y cuando te acompañe tu ángel de la guarda.

Reynolds parecía preocupada.

– ¿No crees que deberíamos pedir refuerzos?

Connie la observó con expresión burlona.

– Bueno, supongo que podríamos llamar a Massey y a Fisher y dejar que se lleven todo el mérito.

Reynolds esbozó una sonrisa.

– Deja que llame a casa y pongámonos en marcha.