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Thornhill estaba sentado en el pequeño estudio de su bonita casa recubierta de hiedra, en un codiciado barrio de McLean, Virginia.

La familia de su esposa era rica, y él disfrutaba tanto de los lujos propios del dinero como de la libertad que le había brindado su prolongada carrera de funcionario.

Sin embargo, en aquellos momentos nada de eso lo reconfortaba en absoluto.

No daba crédito al mensaje que acababa de recibir y, sin embargo, todos los planes podían fracasar.

Observó al hombre que estaba sentado frente a él; también era un veterano de la Agencia y miembro del grupo secreto de Thornhill. Philip Winslow compartía los ideales y las inquietudes de Thornhill. Habían pasado muchas noches juntos en el despacho de éste, recordando los viejos tiempos e ideando planes para seguir triunfando en el futuro. Los dos se habían graduado en Yale, donde habían sido alumnos destacados. Habían llegado en una época en la que se consideraba un honor servir a la patria, y la CIA había reclutado a los alumnos más brillantes de las universidades estadounidenses más prestigiosas. Thornhill y Winslow pertenecían a una generación en la que los hombres estaban dispuestos a hacer todo lo posible por proteger los intereses de su país. Thornhill creía que un hombre clarividente tenía que estar dispuesto a correr cuantos riesgos fueran necesarios para materializar esa idea.

– Han asesinado al agente del FBI -informó Thornhill a su amigo y colega.

– ¿Y Lockhart? -inquirió Winslow.

Thornhill negó con la cabeza.

– Ha desaparecido.

– Hemos quitado de en medio a uno de los mejores agentes del FBI y hemos dejado escapar al verdadero blanco -resumió Winslow. Hizo tintinear el hielo de su bebida-. Malas noticias, Bob. A los otros no les hará ninguna gracia.

– Y por si fuera poco, nuestro hombre resultó herido.

– ¿El agente?

Thornhill negó con la cabeza.

– No. Había alguien más, pero todavía no lo hemos identificado. Serov ha cumplido parte de su misión; ha descrito al hombre que estaba en la casa. Ahora mismo estamos elaborando el retrato robot por ordenador. Dentro de muy poco sabremos su identidad.

– ¿Podría Serov contarnos algo más?

– Ahora no. Por el momento está detenido en un lugar seguro.

– Sabes que el FBI irá a por todas, Bob.

– 0 para ser más precisos -dijo Thornhill-, harán cuanto esté en su mano para encontrar a Faith Lockhart.

– ¿De quién sospechan?

– De Buchanan, por supuesto. Es lo más lógico -respondió Thornhill.

– Entonces, ¿qué hacemos con Buchanan?

– Por ahora, nada. Le mantendremos informado o, mejor dicho, le daremos nuestra versión de los hechos. Lo mantendremos ocupado mientras vigilamos al FBI. Esta mañana ha tenido que salir de la ciudad, por lo que no debemos preocuparnos. Sin embargo, si la investigación del FBI se acerca demasiado a Buchanan, lo matamos antes de lo previsto y facilitamos a nuestros hermanos de profesión todos los sórdidos detalles sobre cómo Buchanan intentó asesinar a Lockhart.

– ¿Y Lockhart? -preguntó Winslow.

– Oh, el FBI la encontrará. Es lo único que saben hacer bien.

– No creo que eso nos ayude. Si ella habla, Buchanan caerá y nos arrastrará a nosotros consigo.

– Lo dudo -replicó Thornhill-. Cuando el FBI la encuentre, nosotros también estaremos presentes, si es que no la encontramos primero. Y esta vez no fallaremos. Una vez que nos hayamos librado de Lockhart, Buchanan será el siguiente. Entonces podremos proseguir con el plan original.

– Ojalá dé resultado.

– Oh, lo dará -contestó Thornhill con su optimismo habitual. Para durar tanto como él en esa profesión, era imprescindible guardar una actitud optimista.