Изменить стиль страницы

– No es nada personal, Kovac, pero espero no volver a verlo nunca más.

Kovac guardó silencio, permaneció en la escalinata y contempló el árbol del ahorcado de los hermanos Fallon, imaginando a dos chicos con toda la vida por delante jugando a buenos y malos. Por aquel entonces, los lazos fraternos tejían la tela de sus vidas, dando forma a sus puntos fuertes, a sus debilidades, al resentimiento.

Si había algo de lo que las personas nunca se recuperaban, era la infancia. Si había un vínculo que no podía quebrarse, para bien o para mal, era el de la familia. Reflexionó sobre ello corno un oso que levanta rocas para ver qué alimento puede encontrar debajo. Pensó en los Fallon, en los celos, las decepciones y la rabia que se había interpuesto entre ellos. Pensó en el policía sin rostro con el que Neil Fallon se había peleado en el aparcamiento de su tienda.

¿Habría sido Ogden lo bastante imbécil para ir allí? ¿Por qué? O quizá «imbécil» no era la palabra adecuada. ¿Qué ganaba con ello? Tal vez esa era la pregunta clave.

Mientras sopesaba la cuestión, Kovac no podía dejar de pensar en que Neil Fallon ni siquiera había pedido ver a su padre, algo que los familiares de las víctimas casi siempre hacían. La mayoría de la gente se negaba a creer la mala noticia hasta que veía el cadáver con sus propios ojos. Neil Fallon no lo había pedido ni se había dirigido al baño al anunciar que iba a vomitar, sino que había salido derecho al jardín trasero.

Tal vez necesitaba aire fresco. Tal vez no había pedido ver a su padre muerto porque no era la clase de persona que necesitaba ver la imagen para creer la muerte, o quizá no tenía estómago para esas cosas.

O quizá les convenía comprobar si había residuos de pólvora en las manos de Neil Fallon.

En aquel momento, la puerta trasera se abrió, y Liska asomó la cabeza.

– Han llegado los buitres.

Kovac lanzó un gruñido. Había ganado un poco de tiempo pidiendo el equipo de técnicos forenses por el móvil, pero la central sin duda los había avisado por radio, y todos los periodistas del área metropolitana disponían de escáner. La noticia de un cadáver siempre atraía a los carroñeros. Según la prensa, el pueblo tenía derecho a conocer las tragedias de los desconocidos.

– ¿Quieres que me ocupe de ellos? -se ofreció Liska.

– No, haré una declaración -repuso, pensando en la vida de Mike Fallon, en el dolor, la pérdida, el amor perdido y las oportunidades desperdiciadas-. ¿Qué te parece esto? «La vida es una mierda y luego vas y te mueres.»

Liska enarcó una ceja.

– Menudo titular -se mofó con profundo sarcasmo.

Estaba a punto de entrar en la casa cuando Kovac la detuvo con una pregunta.

– Oye, Tinks, cuando viste a Ogden esta mañana, ¿tenía pinta de haberse peleado?

– No, ¿por qué?

– La próxima vez que lo veas, pregúntale qué coño hacía anoche en el bar de Neil Fallon, a ver cómo reacciona.

– ¿Estuvo en el bar de Fallon? -preguntó Liska, ceñuda.

– Puede. Fallon afirma que un poli estuvo allí haciendo comentarios desagradables y que se peleó con él.

– ¿Lo ha descrito?

– No, soltó la bomba y luego se escondió en su caparazón. Parece como si temiera algo, represalias, por ejemplo.

– ¿Por qué iba Ogden a ir hasta allí? ¿Con qué objetivo? Aun si… mejor dicho, sobre todo si tuvo algo que ver en la muerte de Andy Fallon o en el asesinato de Curtis, ir allí y buscar pelea con Neil Fallon… Ni siquiera Ogden es tan idiota.

– Eso es lo que pienso yo, y la siguiente pregunta lógica es: ¿Por qué se inventaría Neil una historia así?

¿Neil Fallon, cuyo padre está sentado en el baño con media cabeza hecha picadillo?

Neil Fallon, carcomido por viejos resentimientos. Neil Fallon, que había confesado tener muy mal genio. Neil Fallon, que envidiaba a su hermano y odiaba a su padre, aun después de sus muertes.

– Indaguemos un poco en su vida y milagros -propuso Kovac-. Que se encargue Elwood si no está ocupado. Yo hablaré con algunos clientes de Fallon, a ver si alguien más vio al poli fantasma.

– Vale.

Kovac miró por última vez el árbol del ahorcado.

– Asegúrate de que los técnicos protegen las manos de Mike -ordenó-. Puede que sí estemos ante un asesinato al fin y al cabo.