Изменить стиль страницы

37

Caminamos por el reluciente pasillo blanco de la facultad de derecho. Todo era sobrio y moderno, salvo los retratos en fila y con marcos dorados de juristas muertos. Yo seguía al estudiante cuyo nombre completo resultó ser Glenn Milestone mientras me conducía por las distintas salas hasta el centro de asistencia. Abrió la puerta cuando llegamos y pasamos a una sala que costaba más de lo que jamás podrían ganar en toda la vida sus indigentes clientes.

– ¿Me juras que no robarás nada? -me preguntó Glenn por enésima vez.

– Te lo juro por Dios. Y tú no les dirás nada a los polis, ¿verdad?

– Lo juro. -Se guardó las llaves en el bolsillo de su holgado pantalón y se fue. Lo vi alejarse; luego eché una mirada en derredor para cerciorarme de que no había nadie más. El lugar estaba vacío, de modo que entré y cerré la puerta.

El centro estaba organizado para que los estudiantes hicieran allí sus prácticas y casi esperaba encontrar cajas registradoras de juguete con dinero blanco, rojo y amarillo del Monopoly. Había una pequeña área de recepción y luego la sala. A un lado de la sala, una hilera de despachos. Todos eran iguales, con mesas metálicas contra la pared y dos sillas delante, pero yo buscaba el archivo. Lo encontré al final del pasillo y encendí la luz.

Los archivos eran alfabéticos. Fui a la jota y abrí el cajón. Los expedientes estaban perfectamente ordenados por los futuros abogados y pasé los Jackson, James y Jiménez. Ningún Jennings. Me detuve un momento, desorientada.

Renee se había graduado hacía tres años, de modo que los documentos de cualquier cliente suyo estarían en el archivo de casos antiguos. ¿Dónde guardaban los bebés del derecho los viejos expedientes? Tal vez estaban en otros cajones. Respiré hondo y fui abriendo un cajón tras otro. Nada. Todos eran documentos en uso, solicitudes de créditos y exámenes, recursos, respuestas y otros documentos por el estilo. Caray.

Cerré el último y allí me quedé, furiosa, y con las manos en las caderas. Mala suerte. Detrás de los despachos, había una pequeña sala para tomar café y entré. Había una lata de Folgers junto a una cafetera abandonada y unas cajas de Celestial Seasonings. Té. Yo no daría trabajo a un chico que no tomara café. No tendría fuego en el estómago. Puse la tila a un lado y abrí el armario

Allí las cajas de cartón decían ARCHIVOS BIER BUSINESS. Bingo. Los mismos que usábamos en Grun. Quité de un tirón la cinta adhesiva y encendí la luz del armario pero era demasiado mortecina. Busqué la linterna en la cartera, me puse de puntillas y revisé la primera caja. Eran casos cerrados, pero solo la primera parte del alfabeto. Me pareció oír voces y esperé. Nada. Me empezó latir con fuerza el corazón cuando llegué a la caja de medio tras haber revisado las anteriores.

HILIARD. JACOBS, JENSEN Un pequeño foco de luz caía sobre cada carpeta. Luego, finalmente, JENNINGS Cuando saqué la carpeta me empezaron a temblar las manos. Luego miré dentro para comprobar que se trataba de Eileen. RECURSO DE DIVORCIO, decían los papeles. Era un borrador, y el encabezamiento decía: «Eileen Jenning contra Arthur Jennings». ¡Bien! Apagué la linterna. Pero ¿era la misma Eileen Jennings? Volví a abrir la carpeta y revisé el primer escrito. Estaba firmado por la futura abogada que lo había redactado:

Renee R. Butler, trabajadora legal

Era la letra inconfundible de Renee. De modo que Renee había sido la letrada de Eileen. Controlé las ganas de leer el expediente y de esconderlo en mi cartera para que Glenn no lo viera. Por un momento, me sentí culpable de no cumplir mi palabra, pero era inevitable. Estaba a punto de irme cuando se cayó al suelo un recorte de periódico. El papel estaba amarillento y las letras eran imperfectas, como de un diario de barrio.

HOMBRE DE YORK ENCONTRADO MUERTO

Un hombre de York llamado Arthur Zeke Jennings fue encontrado muerto en un callejón al lado del bar Bill's entre las calles Octava y Main. Falleció a consecuencia de múltiples puñaladas. El comisario Jeffrey Danzinger dice que la policía no tiene sospechosos.

¿Qué? El recorte debía haber caído del expediente de Eileen. Lo retuve en la mano y rebobiné mentalmente la cinta magnetofónica. Dijo que su marido había muerto en un accidente de caza y no apuñalado en un callejón. ¿Qué pasaba? ¿Estaba Renee relacionada con esto de algún modo? Debía estarlo.

Oí un ruido fuera de la sala, luego el sonido de algo que arrastraban. Alguien se aproximaba. Ya no tenía tiempo para irme.

– -¿Quién está ahí? -preguntó una mujer desde el pasillo.

– Linda Frost -contesté.

– ¿Y quién es Linda Frost? -preguntó apareciendo ante mi vista. Era una mujer negra y fornida, de al menos cincuenta años, vestida con téjanos y camiseta. Empujaba un carrito de limpieza con una bolsa blanca y me miró con suspicacia-. ¿Qué está haciendo aquí?

– Soy socia de Grun amp; Chase, uno de los bufetes jurídicos de esta ciudad, y necesitaba información sobre una estudiante del centro. Me dejaron pasar para obtenerla.

– ¿En mitad de la noche?

– Queremos hacerle una oferta mañana y me olvidé mis notas.

– Bueno, lo que busca no está en ese armario. Los estudiantes nunca consultan esos papeles. Son casos viejos.

– Oh, pensé que los guardarían aquí. Ya sabe, archivados. Después de la entrevista.

– -¿Ha entrevistado estudiantes aquí en pleno verano?

– -Así es.

Se puso una mano sobre la cadera, escéptica.

– -¿Cómo se llama esa estudiante? Tal vez la conozca. Conozco a todos los estudiantes del centro.

– No creo que la conozca. Se graduó hace unos cuantos años.

– El próximo diciembre hará diez años que trabajo aquí. -Puso el carrito en la puerta, bloqueándola y no sin intención-. ¿Cómo se llama esa estudiante?

Me rendí. Ya no tenía más mentiras.

– -Renee Butler.

– Oh, Renee. -Apareció una cálida sonrisa en su ancho rostro y la desconfianza desapareció al instante-. ¡Conozco a Renee! Bien, bien, bien, ¿piensa ofrecerle un trabajo? Le tocará el gordo si la emplea, sí, señora. Esa chica es inteligente y dulce como la mermelada. Ayudó a todo el mundo cuando estaba aquí y muchos lo necesitaban, créame.

– Estoy segura.

– Y no es ninguna esnob esa chica, no, señora. Nada de jactancias porque sea abogada. Siempre se acuerda de mi cumpleaños, incluso, Renee siempre me envía una tarjeta para el 12 de agosto. Es muy inteligente. Y es fuerte.

– -¿Fuerte?

– Muy fuerte. Ha superado las peores experiencias -dijo poniendo énfasis a sus palabras-. Tuvo una infancia horrible, ¿sabe? Su padre le pegaba. Y su madre. Tuvo que criarse sola e hizo un trabajo excelente.

Pensé en el marido de Eileen y las palizas mencionadas en la cinta. Tal vez esta mujer sabía algo.

– Renee me dijo que había ayudado a muchas mujeres maltratadas en el centro.

– Pues sí. Trabajaba duro y no le importaba hacer horas extras. -Meneó la cabeza afirmativamente y yo empecé a pensar lo que habrían incluido en esas horas extras. ¿Había matado Eileen a su marido y Renee la había encubierto? ¿Y qué tenía eso que ver con las muertes de Mark y de Bill? La mujer de la limpieza guardaba silencio y me miraba expectante. Pensé que no sabría nada más, de modo que me incorporé, cerré la caja y volví a ponerle la cinta adhesiva.

– Gracias por todo. Creo que la recomendaré para el empleo. Ahora será mejor que me vaya.

– ¿Y sus notas? -Empujó un poco el carrito de la limpieza y yo pasé por un costado recibiendo una descarga olorífica de amoníaco.

– -Ya no las necesito. Hablar con usted ha sido suficiente. Hasta pronto. -Caminé por el pasillo lo más rápido que podía para no renovar sus sospechas.

– -Cuando vea a Renee, déle saludos de Jessie Morgan -me dijo.

– Se los daré.

– Dígale que traiga su gordo culo a la próxima reunión. ¡Yo perdí diez kilos en un año y no he vuelto a engordar desde entonces!

Llegué a la puerta.

– -¿Qué reunión? --le pregunté desde el umbral.

– -¡Vigilantes del Peso! ¡No asistió el lunes pasado!

Pero no pude hacerle otra pregunta. Glénn avanzaba por el pasillo hacia mí. Y a su lado estaban el teniente Azzic y tres policías de uniforme.