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Piensa, rápido.

– La policía puede estar vigilándolos a los dos. Conocen su coche, pero no el mío. No querrá llevarlos hasta donde está Bill, ¿verdad? Dígame dónde está. Iré sola.

Miró al señor Zoeller, que se miraba absorto las uñas

– ¿Gus? ¿Debo hacerlo?

Él mostró la palma de la mano, haciéndola esperan

Tictac, tictac.

– ¿Gus? -volvió a preguntar, y se me ocurrió pensar que había muchas formas de abuso doméstico-. ¿Cariño?

– -Lo que tú digas. Es tu hijo.

Ella se volvió hacia mí.

– ¿Más café, querida?

– Me encantaría-dije.

Y ella sonrió.

Tictac.