Doug avanzó unos pasos empuñando el revólver. Amy cogió el suyo. Las mujeres se abalanzaron sobre ellos y derribaron a Amy. Doug luchó, disparó dos tiros, se liberó de las manos que lo apresaban, perdió el equilibrio y fue a parar contra una de las máquinas. Del corro de mujeres surgió un chorro de sangre. El aullido de Doug fue espeluznante y breve.
Al cabo de unos momentos volvieron a parar las máquinas y un extraño silencio inundó la planta. David se abrió paso entre las mujeres uniformadas de rosa. Doug había sido atrapado por las pinzas de la máquina de triturar fibra. Su cuerpo era un amasijo sanguinolento. Henry estaba de pie a su lado, con una mano sobre el tobillo inanimado de su hijo.
David oyó a la señora Leung por el altavoz. Dando instrucciones. Las mujeres obedecieron y empezaron a encaminarse de forma ordenada hacia la puerta. David corrió hacia el cuerpo desplomado de Hu-lan. Un par de adolescentes estaban arrodilladas a su lado. Le buscó el pulso y no lo encontró, auscultó el pecho y no oyó nada.
Alguien gritó. Después otro grito, y otro, como si a la tranquilidad sobrenatural la sustituyera el pánico. Una de las muchachas que sujetaba la mano de Hu-lan miró a David aterrorizada. Dijo algo que él no entendió. Se lo repitió una y otra vez. Finalmente descifró lo que decía: ¡fuego!
Cogió a Hu-lan en brazos y se levantó. Entonces vio las llamas que asomaban por encima de la fibra apilada. Riadas de mujeres se amontonaban y empujaban para salir mientras las llamas se extendían con rapidez. David con Hu-lan y las dos adolescentes pegadas a su lado, se unió a las demás en un intento desesperado por escapar. El humo acre llenaba el aire y el pánico aumentaba. Moriría mucha gente si alguien no hacía algo. David depositó los pies de Hu-lan en el suelo e indicó a las dos muchachas que la sujetaran por las axilas y la sacaran del edificio. Miró de nuevo el rostro macilento de Hu-lan, se dio la vuelta y desapareció en la humareda.