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Con su pequeña calavera erguida sobre su cuerpo flaco, me mira de abajo a arriba, con aire atento, y un cucharón en la mano. Es verdaderamente muy chiquita, la Menou. Y reducida al mínimo. ¡Pero qué ojo! ¡Fino, sagaz, indomable!

– ¿Cuando te has confesado, Menou, has dicho a Fulbert que a veces te pasaba que eras un poco perra con la Falvina?

– ¡Yo! -dice con indignación-. ¿Yo, perra con la Falvina? ¡Hay que ver! ¡Qué será lo que no habrá que oír! ¡Es el colmo, esto! Yo que me gano el paraíso todos los días con soportar semejante montón.

Me mira y prosigue, como presa de un súbito escrúpulo:

– Perra, sí, puedo serlo, pero no con la Falvina. ¡Con el Momo, ves, soy una perra! Que todo el tiempo le estoy atrás, gritándole, haciéndole la vida imposible. ¡Y hasta a darle unas cachetadas, a su edad, pobre chico! Que eso me da muchos remordimientos, después, como se lo dije a Fulbert.

Agrega con aire austero.

– Pero eso no es una excusa.

Me pongo a reír.

– ¿Por qué te ríes? -me dice, más bien mortificada.

Pero el gran Peyssou entra en ese momento en la sala, con Colin, y su llegada suspende mi respuesta. Es una lástima. Sin embargo, cuando llegue la ocasión, ya se lo diré a la Menou, que su confesión la ha limpiado pero al lado de la mancha.

Esa noche, después de la comida tomada en común y muy aliviado por la partida de nuestro huésped, se celebra una asamblea plenaria alrededor de la chimenea.

Como primera medida se decide no aceptar en ningún caso al vicario que Fulbert nos destina. Como segunda medida, bajo la proposición de Peyssou y de Colin, y por unanimidad de votos, resulto elegido abate de Malevil.

NOTA DE THOMAS

Vengo de leer este capítulo e incluso, para mayor tranquilidad de conciencia, el capítulo siguiente: Emanuel no dirá nada más sobre la asamblea plenaria que, por la proposición de Peyssou y Colin, y por unanimidad de votos, lo ha elegido abate de Malevil.

Supongo que el lector estará un poco asombrado. Yo también. Y hay de qué, cuando se lee, resumido en tres líneas, el resultado de una asamblea que ha durado tres horas.

También uno se puede preguntar cómo se les ocurrió la idea, a Peyssou y Colin, de emitir semejante proposición y, sobre todo, cómo es posible que Meyssonnier y yo mismo hayamos votado a favor.

Veamos primero el testimonio de Colin a quien, al día siguiente del voto, fui a entrevistar en el depósito, mientras Emanuel trabajaba a Malabar en el primer recinto. Transcribo el informe de Colin palabra por palabra:

– Por supuesto, que fue Emanuel quien nos pidió, a Peyssou y a mí, proponerlo como abate de Malevil. ¡Te imaginas que esa no es una idea como para que se nos hubiera ocurrido a nosotros solos! ¡Nos lo pidió en su pieza, después del baño de Momo! Y los argumentos, ya los conoces. Bastante se machacaron ayer a la noche. Primero: no había que dejarse imponer el espía que Fulbert trataba de endilgarnos. Segundo: tampoco había que frustrar a los de Malevil que desean oír misa. Si no, la mitad de Malevil va a ir a La Roque el domingo, y la mitad se quedará en el castillo. No habrá más unidad, eso creará una situación muy malsana.

– Pero en fin -digo- sabes muy bien que Emanuel no es creyente.

– ¡Ah, eso -dice Colin- no estoy tan seguro como tú! Casi te diría que según mi opinión, Emanuel ha tenido una inclinación bastante fuerte por la religión. Lo que pasa, es que hubiera querido ser su propio cura.

Dicho esto, me mira con su famosa sonrisa y agrega:

– ¡Y bien, ya está, lo consiguió!

En el testimonio de Colin, creo que hay que distinguir el hecho -Emanuel arreglándose bajo mano con Colin y Peyssou para ser propuesto abate -y el comentario- Emanuel ha tenido una inclinación bastante fuerte por la religión.

El hecho, corroborado por Peyssou, no es negable. El comentario puede discutirse. Yo, en todo caso, sería propenso a discutirlo.

2. En el momento de la elección, no hubo una votación, sino dos. Primera votación. A favor: Peyssou, Colin, Jacquet, la Menou, la Falvina y Miette. Abstenciones: Meyssonnier y yo.

Emanuel tomó muy a mal nuestras abstenciones. ¡No se daban cuenta de lo que hacían! ¡Debilitaban su posición! ¡Fulbert iba a presentar nuestras dos abstenciones a los de La Roque como una moción de desconfianza! ¡Total, minaban la unidad de Malevil! En cuanto a él, si persistíamos, no aceptaría ser abate de Malevil, dejaría el campo libre a la criatura de Fulbert, y no se ocuparía más de nada.

Total, digamos para decir lo menos, que Emanuel ejerció sobre nosotros una cierta presión. Y como por un lado los demás comenzaban a mirarnos como a dos serpientes calentándose en el seno de Malevil, como veíamos también que Emanuel estaba muy agitado y que era capaz, en efecto, de dejar caer todo, acabamos por ceder. Retiramos nuestras dos abstenciones, se aceptó el principio de una segunda elección y la segunda vez, votamos a favor.

Fue así como Emanuel obtuvo la unanimidad que quería.