En esto hay una novedosa concepción del realismo. Un realismo de la felicidad, del cual el arte es la garantía. Copi practica una transmutación posible, y hasta probable. La felicidad abandona el terreno de los posibles, donde la ha puesto la literatura, y se instala en la realidad, teñida de maravilloso. Ya no es el salto del surrealismo, en el que una mujer se transforma en rana, o el de los cuentos de hadas, en el que un zapallo se vuelve carroza… sino el pedazo de papel higiénico usado que la princesa rata se pone como manto para las grandes ocasiones…

Claro que no es una felicidad apacible y tranquilizante. Como ya vimos, la miniaturización del espacio produce la aceleración del tiempo. "El tiempo está concentrado como en un extracto de Chanel N°5." De la concentración del tiempo proceden las situaciones catastróficas, tan características de Copi. El miniaturista del espacio-tiempo hace que todo suceda en un lapso lo más breve posible, sin blancos ni esperas; el tiempo se hace compacto. En las catástrofes, tal cosa sucede en la realidad: por eso son la situación favorita de Copi.

El tiempo no queda anulado, sino que es objeto de una maniobra peculiar. El relato, cualquier relato, es tiempo. Pero es un tiempo reificado, sacado de circulación, que deja persistir el otro tiempo, en el que se fundamenta la posibilidad del relato. Los dos tiempos forman un contrapunto, que manipula el narrador. Copi tiende a una identificación de ambos; el teatro y el dibujo, el tiempo real y el instante, se encuentran en la instancia paradójica e imposible del relato, y ahí está la clave de lo maravilloso en Copi, en hacer de ese encuentro la aventura prodigiosa que nos estaba esperando…

Tratemos de entenderlo desde otro ángulo. Hace unos días vi una película portuguesa, Conversa acabada, de Joao Botelho, sobre la amistad entre Pessoa y Sá Carneiro; es un film sin diálogos, todo lo que se oye es la lectura de poemas y cartas. En el cine, que es un arte al que la velocidad es inherente, siempre resulta sorprendente oír la lectura de un texto. En esta película la sorpresa está elaborada como una estética peculiar. Me hizo pensar en la relación de velocidades entre las distintas manifestaciones de un texto. De la lectura en voz alta a la lectura con la vista ya hay un salto inmenso; el "descubrimiento" de la lectura con la vista, en el que se detuvo Borges como un hito histórico, es en realidad el hallazgo de una propiedad del tiempo, la de hacer contraste consigo mismo. Habría una progresión de velocidades, en la que la lectura en voz alta sería el punto de partida, el grado cero. Después vendría el texto leído con la vista, que es una aceleración. Pero hay velocidades mayores. Después de la lectura con la vista: el texto pensado o recorrido con el pensamiento; después, el texto recordado: se lo puede recordar en bloque, en un instante. Y más todavía, habría crecimientos exponenciales en la velocidad del texto, por ejemplo cuando se lo usa como guión: un parpadeo puede describirse en diez páginas, o bien las diez páginas escritas pueden servir de programa a un parpadeo de una fracción de segundo.

La velocidad de la "lectura" o el "uso" de un texto puede ser pasmosa. Hasta que "roza lo Imaginario": Copi lo dice en Les Escaliers du Sacré Coeur.

Et si je m'exprime en vers
c'estparce que le temps m'incite
à parler toujours plus vite.
Je suis prise d'un vertige
qui frisse l'Imaginaire.

Hasta llegar a un punto en el que el tiempo se detiene o se desvanece: la Imagen. Pues bien, allí, en el dibujo que ha incorporado todo el tiempo (y lo incorpora al modo del olvido) empieza Copi.

Es lógico entonces que Copi haya detestado el cine, que fue su laguna de moderno "hombre del Renacimiento". Copi anti-cinematográfico.

En La Cité des Rats Copi se explica sobre la memoria, asunto implícito en toda su obra. Las ratas tienen memoria, o creen tenerla; es lógico que sea así, pues son las criaturas del continuo. Les sorprende constatar que los hombres no la tengan, pero eso también se explica: "pensamos que era disculpable que los humanos no tuvieran prácticamente memoria, dada la cantidad de ellos que se ocupan de escribir, pintar, esculpir y fotografiar… La Reina era de la opinión de que los humanos desaparecerían de la superficie de la tierra cuando hubieran terminado de reproducirse totalmente en objetos".

El razonamiento se acerca al de Platón en el Fedro. los griegos son como niños, porque disponen de la escritura, que es una memoria exterior siempre disponible y que los exime de acumular recuerdos y experiencias. Pero aquí se inclina más hacia el arte, ya no a la mera escritura, y por lo tanto no a una externalización de la memoria sino a una transferencia, por vía reproductiva, de la persona entera hacia el mundo; un mundo que bien podría quedar despoblado, cuando todo el arte estuviera hecho.

Esta escatología debe matizarse con lo que hemos aprendido hasta ahora. Para Copi-rata, el arte es una supervivencia instantánea, sin objetos. La desvalorización del objeto, de la obra, tiende al artista que es artista, no al que fabrica arte. El fin es el mito personal del artista, y hacia él apunta toda la ascética aventurera de Copi.

Hay en esta novela una página muy curiosa, la más explícita que haya escrito Copi sobre el tema de la memoria. Después del Fin del Mundo, al que llaman L'Événement, en otra notoria coincidencia con Foucault (coinciden sobre todo en la cualidad óptica del Événement, óptica metafórica, pero no tanto, en Foucault, y mucho menos en Copi), los humanos han recuperado la memoria: "Mimile gritaba: '¡Con el Événement, he recuperado la memoria!' Lo mismo pasaba con todos los humanos, que ahora se acordaban de todos sus hechos y gestos desde su nacimiento; no tan bien de los de quienes los rodeaban, aunque algunos recordaban trozos de vida de sus antepasados muertos mil siglos de hombre atrás, y otros lograban reproducir en gestos las actitudes de sus abuelas. Se contaban entre sí sus vidas en voz muy alta y a toda velocidad, y el clamor subía hasta nosotros. Las ratas hacían lo mismo entre ellas y con los hombres; pronto todo el mundo creyó comprenderse, pues la vida de todos era similar y no se diferenciaba, apenas, más que por los decorados sucesivos de cada uno que casi no se parecían a los de los otros, pero eso era efecto, se decían, de una especie de deformación de la vista de la que éramos víctimas antes del Événement. Por mi parte, me guardé de apoyar esta teoría pues mi memoria siempre ha sido la misma y diferente de la de ellos en que recordaba mejor a los otros que a mí mismo, y que llegaba incluso a describirlos."

Hay una nota al pie: "Encuentro este pasaje del peor gusto de escritor al que no ahoga la vanagloria; no es por cierto de mis lecturas que recibió esta influencia." Copi (uno de los Copis) toma cierta distancia con esta tentativa de usar el estilo, como si fuera una lengua corriente, de las que se usan, por ejemplo para dar explicaciones. Por cierto, es un caso único en toda su obra.

El Événement, entonces, le ha devuelto la memoria a los humanos. No a las ratas, o por lo menos a la rata genuina que es Gouri, que siempre la han tenido. La memoria que recuperan los humanos es la propia personal. La de las ratas es la de todas las vidas, propias y ajenas. Gouri se desconcierta, se enreda en la explicación, quizás por un problema de vocabulario: lo de las ratas en realidad no debería llamarse "memoria" sino "olvido". Tengan en cuenta que ellas lo perciben todo al revés. Se forma un cuadrilátero giratorio de términos fluctuantes:

memoria olvido

propio ajeno

Las ratas circulan por todo el perímetro, pues dominan la inversión con la que un término se vuelve su opuesto, y el continuo con el que se pasa de un punto a otro. El conjunto dibuja el dominio de las ratas, que no es ni más ni menos que el arte. No el arte chasco, el de las obras de arte, esos ayudamemoria, sino el arte mismo como trabajo y como vida. Rat-Art. Los humanos, en tanto recuperan su memoria personal, siguen encerrados en el mandala del pasado y no logran entrar al reino del presente, al arte, al estilo. Pero el Événement los ayuda a salir, siquiera parcialmente, les muestra la salida. A ese extremo llegó Copi: a disolver la contradicción memoria-olvido, yo-otro, para hacer surgir de ahí el arte que practicaba.

En la charla del martes que viene nos ocuparemos sumariamente del teatro de Copi. Quedan tres libros narrativos que dejaremos sin comentar: La Guerre des Pedes, una novela, no la he leído. L'Internationale Argentine, su última novela, no es muy buena. Yo diría que es el último y definitivo homenaje que podía hacerle Copi a su patria: escribir una novela mala. No es mala, por supuesto, porque él no podía escribir mal. Por muchos motivos puede resultar conmovedora, pero es una renuncia a su estilo en favor de un "estilo nacional". El continuo se marchita, o se traba en un nudo, al aplicarse a una temática deliberada (como aquí lo argentino, o el Sida en su última obra teatral, que tampoco es buena).

En cuanto a los cuentos de Virginia Woolf a encore frappé, el motivo de que no los tratemos es el opuesto: son demasiado buenos. Creo que muy pocos escritores han llegado a escribir cosas así. Son tan buenos que es como si dejaran de ser Copi, como si salieran de su sistema personal y entraran a uno general, de la humanidad.

Hay cuentos así. Por ejemplo el del hombre que soñó con un tesoro, fue a buscarlo a la ciudad adonde el sueño lo mandaba, y allí el jefe de policía anti-onírico había soñado con un tesoro enterrado en la casa del primer soñador. No sé quién lo inventó, si Scherazada o Jean Cocteau. Borges lo contó mil veces. Borges tuvo una relación particular con esta clase de relatos. Él era muy conciente de la creación de mito personal, con el que mantenía una relación ambigua, del tipo "Borges y yo", o las alusiones despectivas al catálogo de sus temas ("espejos, tigres, laberintos…"). Borges había escrito algunos cuentos que podían valer fuera de su sistema, en el sistema general, pero no estaba seguro, porque no se puede estarlo; la duda la puso dentro mismo de los cuentos, por ejemplo escribiendo "El Sur" sobre un argumento de Bierce y declarando que era lo mejor que había escrito. Su invención en general es un absoluto en suspenso.

A esa dialéctica, entre el cuento que atraviesa todos los estilos y el cuento de un estilo, ha obedecido toda la literatura: la renuncia a crear mitos es la condición necesaria para crear el mito personal del escritor. Es como si los únicos cuentos de que dispusiéramos para contarles a nuestros hijos a la noche fueran la "vida y obra" de los escritores que amamos.