La Vida es un Tango es una novela histórica. Sus tres capítulos o párrafos tratan de tres acontecimientos de la Historia: la Revolución del 30 en la Argentina, el Mayo francés del 68, y el centesimo cumpleaños del protagonista, vuelto procer. Era de esperar que después de la historia de amor que era El Baile de las Locas, o en general la historia que se le hace necesaria para que haya teatro, relato, repetición, Copi llegara a la Historia a secas. No podía dejar de atraer al dramaturgo que es, porque la Historia es un cuento ya escrito. Al tomarla como tema en literatura, la cuestión es hacerla coincidir. ¿Con qué? Consigo misma.

Así la Historia llega a estar madura para la repetición y se hace mito. La coincidencia, lo es de pasado y presente, de cuento y novela, de memoria y olvido. La invención encuentra su utilidad, por ende su oportunidad, en la creación de esta coincidencia, que no se da por sí.

Además, para Copi no hay más que estratos de la ficción. La Historia para él dista de ser un sólido sobre el que construir. Lo ilustra bien el comentario del protagonista a los sucesos de Mayo del 68: "Toda una ciudad es capaz de cambiar de personalidad espontáneamente en el espacio de una hora, y no se trata de un carnaval como en Sudamérica, se lo toman muy en serio, como…" Uno espera: como en lo real de la realidad. Pero no: "como en un trip de ácido".

Es posible que el estímulo para escribir esta novela, al menos la primera parte, Copi lo haya recibido de la publicación de las memorias de su tío Helvio Botana, Tras los dientes del perro. La lectura de este libro la recomiendo, no sólo por lo que concierne a la historia familiar de Copi sino porque es inmensamente divertido e instructivo, pese a lo mal escrito que está. De los memorialistas del tipo de Helvio Botana, la enseñanza primera y última que puede extraerse es que "la vida en anécdotas" requiere mucha gente; para llenar un volumen, a una o dos anécdotas por personaje, y uno o dos personajes por página… Es un tanto melancólico pensarlo. Hay vidas que son como esos libros, y la de Helvio Botana es una. Vidas multitudinarias, y curiosamente devaluadas, como si el protagonista se contaminara de la brevedad fulgurante, de chiste u ocurrencia, en la que aparece y desaparece cada personaje.

Pero la anécdota de Helvio Botana fue la de ser hijo de Natalio Botana. ¿Un padre puede ser una anécdota? Lo es en el instante fulmíneo de la concepción, y puede no ser otra cosa. Pero ese instante tiende a la novela cuando sobreviene el malentendido. Y en la anécdota de Helvio Botana hay una novela. Quizás ustedes conocen la historia: el hijo mayor de Botana, Pitón (todos ellos tenían apodos: Helvio es Poroto, la hermana menor, madre de Copi, la China: la función de los apodos era mantener en secreto los nombres y evitar los hechizos), era el favorito del padre, y tan correspondido que la madre, que era una peligrosa histérica, terminó confesándole que no era en realidad hijo de Botana, y éste lo sabía y lo había hecho su favorito para vengarse de ella. El chico, que tendría unos veinte años, se suicidó ese mismo día de un tiro, manchando de sangre a sus hermanos Poroto y China, a los que abrazaba. Ya muy anciana y senil (era eterómana) la madre, que había vivido con el remordimiento, empezó a alucinar que Pitón estaba vivo, y que no la visitaba por castigarla. Entonces Poroto puso en escena a un falso Pitón, un amigo suyo corpulento y moreno de la edad que tendría su hermano si viviera; era muy parecido a Perón. Le dio instrucciones, y su amigo fue a abrazar a la anciana haciéndose pasar por Pitón. Ella quedó totalmente convencida. El parecido con Perón le da una dimensión histórica a todo el cuento.

Todas las filiaciones fantásticas y funambulescas de Copi tienden a esa constitución de lo novelesco que trasciende la anécdota.

El libro de Helvio Botana es una historia de fracasos alrededor de un único triunfo pleno, el del padre. La mirada de lo microscópico alrededor de lo macroscópico o histórico. Es un libro también, y naturalmente, de la busca de la santidad. El título tan curioso que tiene, Tras los dientes del perro, proviene de la fábula, creo que budista, del perro muerto apestado y horrible, del que alguien dice: "pero qué dientes hermosos tiene". Helvio Botana busca la belleza de la vida, más allá de todos sus disfraces macabros.

La Vida es un Tango es, más que un ajuste de cuentas con su historia familiar, la respuesta de Copi a su tío: la macro-anécdota centenaria desconectada de toda paternidad, la vida que se hace gigante por obra de la novela, del arte. Y la vida de Silvano Urrutia sucede apenas en tres días, tres días prodigiosos en los que sucede todo: ahí es donde se disuelven los privilegios de la paternidad, en el instante que es la vida, lo microscópico es lo macroscópico.

Lo histórico sigue una especie de progresión en los tres capítulos de La Vida es un Tango. En el primero es historia familiar, un abregé de la vida fastuosa y delirante de los Botana; en el segundo, la Historia social y política; y en el tercero, pasamos a un nivel de historia del género humano. La novela termina en una cueva dibujada, donde el protagonista centenario cree recuperar (pero vacila: quizás se confunde) los signos de su infancia, los graffiti que hizo un siglo atrás… En la última página, en el fondo de la cueva, tiene una visión, y muere. Ve un arcoiris perfumado (el aroma era "un Chanel del siglo pasado"). He leído ese pasaje muy hermoso como una ilustración de la teoría del tiempo del obispo Berkeley, que Copi seguramente no conoció (Borges, que se pasó la vida hablando de Berkeley, tampoco la conoció), pero que reinventó a lo larga de toda su obra. Berkeley dice (y era un adolescente de diecisiete años cuando lo dijo) que sólo el tacto nos da una percepción confiable; la vista, ya se sabe, nos engaña todo el tiempo; pero sería insensato decir que la visión no sirve de nada, que la tenemos porque sí. La vista sirve para calcular el espacio que nos separa de las cosas, o sea: para calcular el tiempo que tardaríamos en tocarlas y confirmarlas. La conclusión: no vemos otra cosa que tiempo. Todo lo que hizo Copi es una construcción sobre esta curiosa teoría.

La Cité des Rats

Esta novela es la incursión de Copi en la literatura inglesa, la literatura juvenil por excelencia, y antropológica, y aventurera, y transmutadora. El protagonista es una rata (masculina) de nombre Gouri, amigo de Copi, que lo recogió de recién nacido y lo educó en la lectura de los buenos novelistas ingleses. Separados los amigos porque Copi está con una pierna enyesada en su sexto piso (esto tiene una base real: una vez Copi se quebró una pierna en Nueva York y quedó un mes aislado en un cuarto del Chelsea Hotel, de infame memoria, acompañado de una buena cantidad de ratas; en El Baile de las Locas le amputan una pierna en Nueva York), y la portera tiene una gata, Gouri le escribe cartas. Se hace amigo de otra rata, Rakka, ponen un puesto de venta de gusanos… y de pronto se embarcan en una insólita aventura: se casan con las dos hijas de la Reina de las Ratas, se ven implicados en el juicio a un peligroso asesino italiano, asisten a la muerte del Dios de los Hombres, y el Diablo de las Ratas, que es el padre de Gouri, provoca un anegamiento del mundo del que sólo exceptúa a la isla de la Cité, que se desprende y flota, con las ratas, las locas del hospicio y los reos de la cárcel. En el Océano que es el mundo, presencian la aniquilación de las Armadas rusa y norteamericana, y desembarcan en el Nuevo Mundo para fundar la Ciudad de las Ratas. No necesitan fundarla porque la encuentran, aunque en ruinas: una ciudad en forma de pirámide y laberinto. Se refugian en ella (los persiguen sus compañeros de navegación amotinados) y esa noche sus esposas dan a luz sendas camadas de ratitas… A la luz de la luna Gouri y Rakka emprenden la subida a la punta de la pirámide; los sigue uno de los ratones recién nacidos. Ascienden con temores, pero con el fuego de la aventura que no los ha abandonado nunca, y una vez en la cima una puerta se cierra a sus espaldas… y están en el sótano de París donde tenían su puesto de venta de gusanos. Lo único que les ha quedado de sus aventuras, que duraron una semana, es el ratoncito, al que bautizan Gourakkareine (los nombres de ambos y el de la suegra, a la que admiran pese a todo). Lo encuentran suficiente, y están muy satisfechos. A pesar de los peligros, han pasado una semana como en un libro, han aprendido mucho, y tienen un hijo, un hijo de los dos amigos, sin el engorro de las esposas histéricas, la suegra autoritaria y el infierno de la familia.

Copi es el traductor-recopilador de estas cartas de Gouri (las ratas ven y escriben todo al revés, por ejemplo NADIA se vuelve VIDVN), que al final le vende por una buena suma a su editor. Y en notas y exergos cuenta su propia aventura, mucho más banal: se casa con una Ingrid rubia y dominante, abandona el alcohol, tiene trillizas, se va a vivir a una coqueta casa de campo en Sete, se conforma a la vulgaridad burguesa.

Como dije, la novela es un experimento de antropología a la inglesa: lo cotidiano visto con el telescopio al revés. Las ratas son el instrumento óptico ideal. "Quizás lo aburro, querido Maestro, con observaciones que, sorprendentes para nosotros las ratas, son banales para usted, pero, sabe, escribo todo lo que veo. Es así como escriben sus autores ingleses favoritos, que usted me leía en mi infancia ya lejana." Pero las ratas son mucho más que eso, y aquí creo acercarme a la solución del enigma de la rata en Copi.

Toda la primera parte es un despliegue del fabuloso arte de miniatura de Copi. Cada detalle es delicioso e inolvidable: los trajes de Mickey que Gouri y Rakka roban de una juguetería para su cita con las dos princesas, la guardia del palacio real: hamsters con casquetes de botellas de sidra por yelmos, el portaviones de la Reina, un cajón de fruta flotando en el Sena con un murciélago dormido (el murciélago es el avión)…

Pero no es una miniaturización que resulte de la mera disminución de cosas y seres; tiene algo de práctico, de cambio de uso. Es que el mundo de las ratas no es un "mundo incluido" más, la inclusión en este caso no proviene de la mera coexistencia y relación de tamaños: su peculiaridad es la dependencia del mundo superior que lo contiene. La relación se asemeja más bien a la que hay entre el mundo de los pobres y el de los ricos. El mundo de las hormigas podría ser autónomo; el de las ratas no. Copi, que no se parece en nada a Walt Disney, establece un continuo hombres-ratas mediante el reciclado de los deshechos, la squatterización y otras mil maniobras de supervivencia. No es una etología ni una antropología travestida de lo cotidiano, sino una etología del pasaje y una antropología del continuo.