Изменить стиль страницы

Se acercaron a una de las burbujas; a través del muro resplandeciente, Lenov pudo atisbar algo de su contenido: plantas. Cada esfera era un invernadero, ocupado con lo que parecía una pequeña floresta. Bueno, ¿por qué no? Si aquellas criaturas respiraban oxígeno, necesitaban renovarlo.

Se preguntó cómo podrían entrar en aquellos glóbulos; no parecían haber escotillas ni cámaras de descompresión. La cuestión fue resuelta sin problemas por la ballena que les guiaba.

Simplemente pasó a través. El Piccard atravesó la pared impalpable y se halló flotando en aire.

Lenov soltó el aliento que había retenido. Le recordó el campo de fuerzas que mantenía bajo presión el hangar de la Hoshikaze. Sin duda se trataba del mismo artilugio.

– Semi -dijo al delfín-. Mucho ojo con el hidrógeno de las celdillas, o volamos en pedacitos.

El dirigible aterrizó suavemente sobre una gruesa alfombra de césped de un verde pardusco, rodeada de gigantescas cosas parecidas a árboles surrealistas.