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En los meses que siguieron al entierro del Dani mi mujer estaba demasiado decaída para darse cuenta de nada, pero en cuanto se fue sintiendo mejor empezaron los desacuerdos por asuntos de plata. Me pareció mejor discutirlo una sola vez para siempre y no andar peleando por cada situación. Quedamos que de todo lo que me entrara, un porcentaje equis iba para la revancha. Ella no estaba de acuerdo en lo que yo hacía, pero aceptó si yo no me pasaba de la raya.

Al Hermano Zelaya lo seguí viendo por afecto, pero no me servía. Porque en ese oficio, los que hacen magia blanca, trabajos a favor, son débiles cuando se trata de perjudicar. Empecé a buscar a los otros, los que saben de vudú, de macumbas, ya había unos cuantos brasileños, conocí mucha gente interesante, no me voy a poner a contarle todos los detalles. Un porcentaje de la plata que me entraba yo lo dedicaba a eso, a trabajar en contra del Flaco, porque me la debía esa basura. Tanta ingratitud se paga. Y se pagó.

En cierto modo, le voy a decir que no me fue difícil. Porque así como para favorecerlo yo me había apoyado siempre en sus condiciones y en su profesionalismo arriba del ring, para perjudicarlo no tuve más que empujar un poquito para el lado que se bandeaba. El Flaco tomaba fuerte, tenía el vino malo. Era muy agresivo. Todavía cuando era nadie, ni había venido a Buenos Aires, no había trascendido para nada, Brusa lo tuvo que sacar un montón de veces de la cárcel. Una vez tuvo que intervenir el gobernador de Santa Fe.

Un animal. Y un ignorante total. Después, cuando se hizo famoso, ahí empezaron los procesos, porque ya valía la pena seguir el juicio para sacarle plata: le partió el arco superciliar en público a Pelusa, su primera mujer, que una vez le tuvo que encajar dos tiros porque si no la mata de una paliza; le rompió la cara a un mozo, a un fotógrafo, al novio de la hija. Y otras cosas. En fin, que ya tenía su historia antes que yo intervenga para nada.

Al principio yo sabía que no podía esperar mucho, por eso mismo que le expliqué antes. Había hecho demasiado a favor y ahora tenía que anular primero todos los beneficios. Por eso me llevó tanto tiempo, pero cuando llegó, fue con todo, fue nocau total y completo. Por más que no la vi, la pensé tan fuerte que se me vuelve a representar esa escena como si me la acordara, esos treinta segundos malditos en que el Flaco se suicida, porque eso fue, ¿no le parece? Fue matarse solo, la forma en que la estranguló a su mujer. Y yo no necesito preguntarme cómo puede ser, cómo puede ser. Pudo ser porque yo estaba ahí, alentándole el descontrol que le provocaba siempre el alcohol, yo estaba ahí, obligándolo a apretar cada vez más fuerte. Lo único que siento a veces como culpa es la pérdida de esa vida inocente y el sufrimiento del hijo, que no me habían hecho ningún daño. Pero mi Dani, ¿qué daño le había hecho a él? Yo tuve mi revancha, la tuve completa, y por nocau.

Para mí, con tanta desgracia que se buscó el Flaco y encima la cárcel, fue suficiente, me di por hecho. Al accidente de auto en que se mató años más tarde yo no lo considero desempate porque no tuve nada que ver. O fue sólito su alma o habrán sido las oraciones de otro, porque enemigos, vea, al Flaco no le faltaban.