Lo que pasa es que vivir encerrados en una identidad se vuelve, tarde o temprano, aburrido y angustiante.

La intensidad atrae y duele, la buscamos pero no podemos tolerarla, dice mi amiga Renate. Qué dilema.

Insisto:no tengo respuestas.

Sólo podemos plantear el problema… Y esto abre más y más preguntas.

Tal vez debamos aceptar que ni en el libro ni fuera de él podemos dar respuestas, pero sí preguntas que ayuden a la gente a pensar sus vidas.

Laura

Fredy,

Me invade el pensamiento la palabra «misterio».

Hay personas que me llevan a abrirme y otras que hacen que me cierre. ¿Qué pasa?

Creo que en parte «ocurre» y que en parte soy yo quien decide abrirse o no con determinada persona en tal o cual momento.

Siempre está rondando el miedo a la entrega, a sufrir, a desestabilizarnos, a perder todo lo que fuimos logrando con la construcción de nuestra identidad.

Me interesa el tema de la química con el otro, tal vez porque ahí está el misterio.

Me impacta por ejemplo comprobar cómo podemos mirar a una persona ahora y rechazarla, y sin embargo, en un instante o dos, al cambiar de mirada, sorprendernos amándola.

Esto se vincula con aquello que hablábamos de la supuesta identidad… Y ésta es la paradoja del vínculo amoroso:

Todo el tiempo somos otro, y el otro… El otro también es otro.

La propuesta es aceptar esto y ver qué día se da el encuentro y qué día no, aceptar estas idas y vueltas de la relación como algo que es así, sin esperar otra cosa. No exigirnos sentir siempre lo mismo. Admitir con gusto el movimiento de las emociones y, por supuesto, aceptar que el otro también tenga esta conducta. Permitirse vivir lo misterioso de las relaciones, como decía el poema que te leí ese día en el bar:

«Si sabes cómo relacionarte con tu marido o
tu esposa no estás verdaderamente casado,
simplemente estás aplicando psicología.
Siempre que una relación es real se está
creando y recreando de momento a
momento.»

Pienso que esta dinámica de lo real también opera sobre la personalidad. Me refiero al “ser en pareja” y al “ser” de cada uno. La personalidad es un vehículo para llegar al ser; disolviéndola, llegamos a la captación de nuestra esencia.

La personalidad se identifica con una parte del ser a la cual le asigna el valor de la totalidad. Es importante tomar conciencia de que somos el ser y no sólo la posición con la que nos identificamos.

La mente tiene esta capacidad de definirnos de cierta manera, como si al ser de tal o cual forma no pudiéramos ser de ninguna otra.

Este es el mecanismo que nos impide ser completos.

Damos por sentado que somos el yo que nuestra mente ha construido y no advertimos que ese yo es algo que se formó en el pasado, que tiene sus raíces allí y que su lealtad está dirigida a cosas que ocurrieron entonces, hechos y recuerdos más o menos distorsionados que estamos sosteniendo y tratando de mantener o de ocultar. En consecuencia, no podemos estar totalmente presentes, porque estamos atados a las cosas del pasado que nos determinaron a crear nuestra identidad.

Pieza a pieza, el yo estructurado es una resistencia a la presencia incondicional.

El trabajo consiste en cambiar nuestra lealtad al yo construido, el yo habitual, para el sentido vasto del ser que podríamos llamar «nuestra verdadera naturaleza», que está por afuera de las barreras de nuestro yo construido y que no puede ser contenido dentro de esas barreras.

Tenemos que estar listos para corrernos de nuestra personalidad, para dejar que pierda fuerza, para agradecerle que nos haya ayudado a sobrevivir hasta ahora, pero aceptar que ya no nos sirve.

Estamos acostumbrados a vivir encerrados dentro de ella; no sabemos qué se siente al dejarse llevar sin el freno de nuestra identidad. Nos da miedo y es muy difícil meternos en los lugares oscuros de nuestro ser y abandonar nuestra vieja y conocida identidad. El hecho de dar y recibir amor se convierte en una tarea muy ardua si no estoy decidido a dejar mi vieja estructura. No es que podamos tomar la decisión de dejar nuestra vieja identidad y conectarnos inmediatamente con nuestro ser. Si fuera tan fácil todo el mundo lo haría, porque todos buscamos amor. De distintas maneras, todos buscamos querer y ser queridos, aceptados, considerados, etc…

No se trata de librarnos de nuestro yo construido, ni de romperlo, ni siquiera es cuestión de criticarlo o condenarlo de ninguna manera. Hacer esto sería un error. Porque es un paso en el camino, tuvo y sigue teniendo una función.

Las diferencias entre la estructura y la esencia a veces no son tan rígidas, pero siempre son importantes.

La estructura está basada en el pasado, la esencia es siempre presente.

La estructura es reactiva, en cambio la esencia es abierta y no reactiva.

La estructura está relacionada con tratar de hacer, con el esfuerzo; por el contrario, la esencia es sin esfuerzo, es no hacer.

La estructura está siempre mirando algo, queriendo algo, necesitando algo, siempre hambrienta y deficiente. La esencia está llena, no necesita nada.

La estructura está mimando afuera, la esencia se asienta en sí misma.

Welwood nos anima a salirnos de la idea de un yo estructurado. Él propone directamente que nos conectemos con el vacío en vez de esforzarnos en llenarlo con una falsa identidad.

Pero esa sensación de vacío es vivida como la gran amenaza a nuestra estructura. De hecho, todo el proyecto de identidad es una defensa para no sentirla.

La mente no puede agarrar el vacío, la mente crea las historias sobre el vacío, como si fuera un agujero negro. El yo construye una barrera y todo lo que está afuera aparece como potencialmente peligroso.

El yo estructurado transforma esa conducta temerosa en una necesidad vital, consiguiendo que la vida acabe girando permanentemente alrededor del peligro que implica el vacío.

Creo que estaremos mucho más vivos si nos animamos a darnos cuenta de que no estamos necesariamente obligados a saber todo el tiempo quiénes somos, y que no tenemos por qué asegurar exactamente y al detalle qué se puede esperar de nosotros.

Darnos cuenta de que sí podemos (y quizás debemos) lanzarnos a la experiencia de lo que deviene sin encadenarnos a un yo que nos limite a unas pocas respuestas conocidas.

Estas ideas podrían ayudar a estar en pareja, porque permitirían aflojar viejas ataduras y, sobre todo, porque liberarían también a nuestros compañeros de ruta de sus propios condicionamientos individuales.

Espero haberte sorprendido con estas reflexiones.

Laura

Roberto pensó que debía resolver este tema de su identidad. Después de todo, estaba viviendo un engaño. ¿Por qué no podía relacionarse con Laura como quien auténticamente era?

Tenía que meditar sobre eso. Por ahora, todo parecía estar en orden… Todavía. Si llegaba a tiempo evitaría la catástrofe.

Copió el mensaje de Alfredo en su ordenador y luego lo borró del servidor.

Si Alfredo no encontraba el aviso de retorno, nunca sabría que el mensaje no había llegado y no tendría motivos para volver a mandarlo.

Sin embargo, esta acción no evitaba el riesgo de una futura comunicación.

La solución era, por lo tanto, incomunicar a Alfredo. Pero ¿cómo bloquear su correo hacia Laura? Fredy sabía la dirección de ella y podía escribirle cuando quisiera.

Salvo que…

Roberto entró en el servidor Hotmail.com donde se ofrecían direcciones electrónicas. Se registró como trebor (su nombre al revés) y obtuvo una casilla nueva.

La jugada que empezaba lo alejaba más y más de la moral, pero eso no parecía importarle.

Entró en el sitio y escribió un mensaje nuevo dirigido a [email protected]

Querido Fredy:

Me alegro de saber que ya estás otra vez entre nosotros.

Es bueno saberte cerca después de esta (como tú dices) larga ausencia.

Ojalá tu promesa de ser más participativo se cumpla esta vez. Creo que te mandé copia de los primeros mails para inducirte a contestar a la luz del camino recorrido (y por lo visto sirvió).

De todos modos, presta atención: No me escribas más a esta dirección.

He decidido registrar mi propia dirección para el libro y dejar el anterior porque me conectaba con otro tiempo, con otra situación y con una realidad que ya no es la actual.

Me parece que es hora de que deje de usar como mía la dirección de mi ex marido, ¿no crees?

Así que toma nota, tú que a veces pareces medio despistado, porque no voy a abrir más la casilla anterior. La dirección actual es:

[email protected]

Espero saber de ti rápido tal como te pedía en el mail anterior.

Besos,

Laura

PD: No olvides cambiar mi dirección en tu libreta de addresses. Chau.

Movió el puntero hacia “Guardar” para archivar una copia del mensaje saliente y cliqueó el botón “Enviar”.

Listo -pensó Roberto.

Todo estaba bajo control. Alfredo podía escribir lo que quisiera, y él decidiría si reenviarlo, censurarlo, modificarlo o ignorarlo.

MINCE podía haberle concedido a Alfredo el derecho a recibir la misma información que él, pero a partir de ahora por lo menos quedaría al margen del intercambio directo con Laura.

Abrió el mueble donde guardaba los licores y se sirvió una copa: una medida de Cointreau y media de cognac. “Cóctel de amor”, según le había enseñado Carolina.

Estaba muy contento de que sus escrúpulos no le hubieran privado de este enorme placer doméstico.

A las dos de la mañana, y después de la cuarta copa, sintió cómo venían a su cabeza las cosas leídas y estudiadas en sus cursos de filosofía.