– ¡¿Qué están haciendo?! -se acerca Julio desorbitado-, queremos bailar tango y están haciendo una lucha de sumo. Alberto vení. Ahora yo tomaré el lugar de tu pareja y te muestro qué hacés. ¿Ves? Si vos no me das espacio suficiente yo me lo voy a tomar de todos modos, aunque sea alejándome…

CLASE CUARTA

Aunque ya más o menos podemos movernos juntos, todavía nos cuesta mucho sincronizarnos. Después de haber trabajado con la pausa hemos conseguido bailar un poco seguido, pero tras unos pasos engarzados a duras penas, me vuelvo a tropezar con sus pies (o quizás sea él quien tropieza, yo ya no lo sé). Sea como fuere, Alberto me acusa de no escuchar lo que me dice, de bailar sola. Yo le repito que no sé que es lo que quiere que haga… pero parece que él tampoco entiende.

De nuevo Julio se acerca a nosotros. ¿Es que no hay más parejas en la sala que bailen mal?

– Alberto, si querés decirle algo, primero tenés que contactar, llamar su atención, de lo contrario la invadís, la sorprendés y en esa incertidumbre no te va a entender. Llevemos esto al baile. ¡Mirá! Primero buscás su pie, la detenés y luego hacés el movimiento. Si antes no conectás será dificil que ella adivine que querés comunicarte. Como cuando querés hablarle: primero la llamás, y cuando ves que ella te escucha, hablás, de lo contrario antes o después tendrás que gritar. Esto es lo mismo. Y vos -dijo dirigiéndose a mí- tené en cuenta que cuando te llama tenés que detenerte y escucharlo, si no, para que lo escuches te va a gritar. Y si están bailando, te va a golpear. Lo voy a mostrar. Acerco mi pie al suyo; ella se detiene para escuchar, hago el movimiento y espero que ella me conteste. No lo olviden, al bailar están dialogando, nunca imponiendo. Uno habla y después de escuchar el otro contesta. Atención: sólo después de escuchar. Porque en el tango, como en la vida, si no me tomo el trabajo de escuchar, voy a presuponer que sé lo que me van a decir, y nunca contestaré al otro. Sí, acaso, contestaré a mis suposiciones,pero nunca al otro. Así, el diálogo real deja de existir y se convierte en monólogo. Esto es lo que están haciendo, y esto no es bailar tango, que es una danza de pareja en la que cada uno improvisa de acuerdo al movimiento del otro.

CLASE QUINTA

Hoy no tengo ganas de ir a clase; en realidad no tengo ganas de ir a ninguna parte. Yo no entiendo que está pasando, pero siento que mi pareja se acaba. Desde hace un tiempo discutimos por todo y no hay manera de poder hablar de lo que pasa. Son infinitos los reproches mutuos que impiden el diálogo. Es como si hablaramos distintos idiomas y una dolorosa distancia, mezcla de rencor e indiferencia, se está clavando entre nosotros.

Este silencio, no sé como ni cuando empezó, pero crece cada vez más y parece imposible detenerlo. Nunca pensé que después de tanto tiempo de complicidad y cercanía llegaría el momento en que aún estando juntos no nos pudiésemos encontrar.

Mejor me cambio de ropa y voy a clase, porque con darle vueltas en la cabeza no gano nada y si nos quedamos solos en casa la distancia se hace insoportable.

– Hoy no vamos a aprender ningún paso nuevo. Creo que es importante que sepan qué estan haciendo. Si no entienden qué es bailar tango, si no entienden su sentido, podrán hacer los pasos, pero nunca van a bailar tango. El tango es una danza de pareja abrazada con un abrazo que es contención, no estrujamiento. Abrazar es dar con los brazos abiertos y el que da con los brazos abiertos recibe con todo el cuerpo. Así unidos, los dos integrantes se desplazan por el espacio; pero no es un espacio cualquiera. Al contrario es un espacio creado por los dos. Como dicen los Dinze: “El tango niega las matemáticas porque uno más uno no son dos sino uno, que es la pareja, o son tres, porque son ella, él y un tercer volumen”. Uno o tres, ¡pero nunca dos!

»Es un verdadero diálogo corporal y amoroso, donde los dos manejan la autodeterminación y donde también hay momentos de silencio, un silencio necesariamente forma paarte del diálogo, que lo enriquece si quieren, pero nunca lo anula. Este diálogo, los dos pueden proponer, porque aunque uno tome la iniciativa del primer movimiento, de acuerdo a como sea la respuesta, ya sea por velocidad, amplitud o dirección, es el siguiente movimiento. Por eso hay que aprender a vivir el error como posibilidad de enriquecimiento.

»Si esto no hubiese sido así, el tango no existiría. No deben enojarse ante un fallo, busquen el contacto con el otro e intenten crear juntos. Finalmente el tango también es una forma de autoconocimiento, porque así como en nuestra vida de relación, ya sea como amigo, amante, padre, conozco mi calidad de tal a partir del otro, en el tango puedo ser un protector o un protegido, un dominado o un dominador, puedo ser infinitamente tierno, violento o tal vez la mezcla de todo eso, y mi pareja está allí para mostrármelo. Esto que planteamiento no es fácil, pero sólo cuando lo entiendan podrán bailar, y además, de una manera distinta cada día: a veces con violencia, otras con ternura, otras en verdadero éxtasis, pero seguro no interrumpirán la danza.»

Mientras volvíamos caminando a casa, las palabras de Julio retumbaban dentro de mí. Era como si las frases hubiesen tomado forma corporal y danzasen en mi cabeza, ocupándola, ordenándose, tomando armonía y sentido:

“El abrazo es contención no estrujamiento… Tomen el error como posibilidad… Si no le doy el espacio él se lo va a tomar… Mi pareja está allí para mostrarme cómo soy… El encuentro es diálogo, no imposición; el diálogo es escuchar al otro, no suponer; el abrazo es dar espacio, no atrapar; el tango es dialogar, dialogar, dialogar…”

Hoy releo estos viejos apuntes. Los encontré en el cajón de una cómoda que había quedado en el sótano después de la mudanza. ¡Cuánto tiempo ha pasado! ¿Diez años? Sí, creo que sí. En aquella época cumplíamos a duras penas dos años de casados y ya llevavamos juntos como doce. La crisis pasó y efectivamente los dos tuvimos que aprender a vivir juntos, así como aprendimos a bailar tango.

Mientras leo estoy escuchando música y Alberto está terminando de arreglar el jardín. Por cierto ya terminó.

Veo que entra.

Está sonando Danzarín . Es el tango que más nos gusta bailar.

– ¿Qué estás haciendo? -le digo.

– Estoy pensando que tengo muchas ganas de abrazarte… ¿Bailamos un tanguito, mi vida?

LIC. JULIA ATANASÓPULO GARCÍA

¿No te parece una joyita?

Creo que dice poco o más o menos lo mismo que nosotros pero en lugar de relacionarlo con la pareja lo refiere al baile. Me encanta.

¿Lo incluimos en el libro?

Besos,

Fredy

A Roberto le encantó el planteamiento y hasta pudo prescindir de que el texto viniera de Fredy. Subió el cursor hacia el comando Edición y pulsó la opción Seleccionar todo. Luego lo copió en una hoja nueva de su procesador y eliminó la última parte del mensaje. En lugar de la despedida de Fredy, Roberto escribió:

¿No te parece una joyita? Me parecía cuando lo estaba leyendo que hablaba de ti y de mí. Sentía que describía nuestro encuentro y que en lugar de vincularlo con una relación entre dos adultos que se conocen y se quieren, lo refería al baile. Me encanta. También nosotros aprendimos a danzar juntos a lo largo de esta danza que es escribir este libro. También nosotros, creo, debimos aprender a abrazarnos, a contenernos, a no empujarnos, a no atropellarnos, también nosotros podemos seguir aprendiendo a bailar juntos. ¿Me acompañas en este tango? Te mando un beso y un abrazo “arrabaleros”. Fredy

Revisó lo escrito, lo recortó y lo pegó en el mail que con el título “Tango” envió después a [email protected] desde [email protected]

La respuesta de Laura llegó a la noche del día siguiente y por un momento lo hizo estremecer. Debía ser más cuidadoso, el mensaje empezaba diciendo:

Fredy:

¿Qué es eso de “para estrenar tu nueva dirección electrónica”? ¿Mi nueva dirección? No soy yo la que cambió de lugar, ¡fuiste tú! Habrás querido decir “para estrenar mi nueva dirección he elegido…”. Me parece que con tanto viaje ya no sabes si te vas o te quedás, si estás o te fuiste, si eres tú o eres el otro.

De todos modos me he divertido mucho con tu confusión; me preguntaba qué dirían tus pacientes si supieran que no sabes ni dónde estás.

Decididamente debía leer los mails con más cuidado si quería seguir jugando este papel de administrador del correo. El mensaje seguía:

Me pareció fascinante la idea de tu amiga Julia. Es increíble cómo encaja, no sólo con nuestra relación sino con todo lo que sostenemos y trabajamos. Después de leer lo del tango fui a la carpeta donde guardo algunos de los apuntes que tomé cuando preparábamos la presentación de Cleveland y encontré nuestro “Programa de trabajo dirigido a personas con dificultades para estar en pareja” . ¿Te acuerdas?

1. Desarrollar nuestra capacidad de amar. 2. Abandonar la expectativa de perfección. 3. Encontrar el equilibrio entre entrega y privacidad. 4. Desarrollar la intuición para dejarnos guiar por ella y a veces por la de nuestro/a compañero/a. 5. Trabajar con las dificultades de dar y recibir, conectados a las necesidades verdaderas. 6. Privilegiar los mensajes del cuerpo, las situaciones placenteras frente a las ideas de lo que “está bien”. 7. Trabajar honestamente para ver hasta qué punto estamos dispuestos a dar lo que tenemos aunque nos cueste y no sólo lo que nos sobra, a ceder espacio y tiempo para la relación, a dejar el centro absoluto del universo. ¿Te das cuenta? Es lo mismo. Estoy muy impresionada y muy feliz. Te quiero mucho. Besos a Julia cuando le escribas. Laura

Roberto bajó el mensaje a su procesador y quitó la primera parte del texto. Antes de reenviarlo borró del final el “Te quiero mucho” y después también eliminó el “y muy feliz”; había decidido que algunas palabras de Laura las iba a reservar sólo para si.

Toda esa noche y gran parte del día siguiente estuvo reflexionando acerca del papel que esta situación le otorgaba, se encontró pensando que a los usos de la relación entre Laura y Fredy esa casilla intermediaria funcionaba como un Dios de infinito poder. A su antojo Trebor podía cambiar, agregar, quitar, producir y distorsionar la información que cada uno recibía y, de alguna manera, manipular ciertas respuestas, pensamientos y acciones sin que ellos siquiera se enterasen.