Tuvo ganas de compartirlas con Laura.

Laura:

Me gustaría saber qué piensas tú sobre la capacidad de amar. Para mí es una cuestión muy interesante. La gente suele quejarse de no ser querida cuando el verdadero problema es que no sabe querer.

Creo que esto es lo que hay que desarrollar.

Ortega y Gasset dice que para amar se necesitan varias condiciones.

La primera sería la percepción, la capacidad de ver al otro, de poder interesarnos por otra persona que no somos nosotros mismos.

Yo veo en algunas mujeres una actitud bien contradictoria. Se quejan de estar solas pero me sorprendo al ver el desprecio con el que hablan de los hombres.

Después se enojan al ser abandonadas, cuando en realidad ellas los abandonaron primero con su falta de amor.

Como tú me “enseñaste”, la manera de estar con otro, de poder quererlo, de querer descubrirlo, es siendo capaz de aceptarlo como es.

Pero la mayoría de la gente no se preocupa por el tema de si quiere o no, sólo se preocupa sobre si es querido y si se le demuestra el amor.

El otro día una amiga, en diálogo con su novio, le dijo a él: “Si piensas así es que tú no me quieres”. Y yo, poniéndome en el lugar de su pareja, le contesté: “Tú no le quieres cuando piensas así”.

Ella se dio cuenta de que era cierto, que en realidad era ella la que no quería, pero igual se enfadó conmigo y me preguntó qué tenía yo en contra de la relación entre ellos.

Volvemos siempre a lo mismo: la dificultad para ver el problema en uno mismo y no en el otro.

¿Cómo ayudaremos a las personas a desarrollar su capacidad para amar?

Sería bueno mostrarles su particular manera de no querer. En el caso de mi amiga sería:

Tú no lo aceptas cómo es él.

Tú te cierras cuando él te habla.

Date cuenta de qué poco te importa lo que a él le interesa.

Tú lo criticas, lo menosprecias, lo descalificas.

Tú, que sentías que amabas demasiado y te creías tan generosa, date cuenta de que solamente le das lo que tú quieres darle, que no te ocupas de saber lo que él necesita, que sólo das por tu necesidad de dar y no por lo bien que le puede hacer a él lo que le estás dando.

Tú eres la que que no sabes quién es,

la que lo pusiste en un lugar

y nunca más… lo has vuelto a ver de verdad.

Como dice H. Pratter hablando de la incapacidad de querer de las personas: “Creo que a la primera persona que no quieren es a sí mismos, y que se maltratan y menosprecian al igual que como lo hacen con los demás. Hay muchas personas que no pueden salir de sí mismas, que no pueden interesarse en otro porque nadie les importa.”

Supongo que es por la misma razón que decimos siempre que los problemas de pareja son problemas personales, porque alguien que puede amar, siempre va a encontrar algo para amar en la persona que tiene enfrente.

Y, si no, pensemos en los grupos terpéuticos o en los talleres, a los que llegamos llenos de prejuicios y terminamos sintiendo que amamos a todos; tan solo porque ellos nos mostraron su alma y nosotros también lo hicimos.

Dice Ortega y Gasset: “Nadie ama sin razón, el mito de que el amor es puro instinto es equivocado”.

Me resulta muy interesante pensar en esto. Besos.

Fredy

Después de mandar el mensaje y terminar su sexto cóctel de amor, se dio cuenta de que las letras de la pantalla se movían en una sospechosa danza frente a sus ojos.

Apagó la máquina en «Roberto-automático», como él decía, y de memoria llegó primero a su cuarto, después a su baño y, seguramente también de memoria, a su cama.

Seguramente… porque allí apareció durmiendo a la mañana siguiente.

CAPÍTULO 10

Se despertó con la boca pastosa y la cabeza turbia.

– Ya no estoy en edad para el alcohol -ironizó consigo mismo.

Era fiesta y tenía todo el día para él.

Después de la tercera taza de café, decidió disolver un sobre de sal de frutas en medio vaso de soda; le gustaba el exceso de efervescencia que producía el polvo blanco al caer sobre el agua gasificada.

Lo bebió de un solo trago y eructó grandilocuentemente. Siempre le habían fascinado los sonidos socialmente reprochables que exagerados en la soledad lo conectaban con esa especie de rescate cínico del fluir espontáneo y sin culpa.

– Una demarcación audible de territorio -pensó.

Su territorio, su casa, su ordenador, sus pensamientos, sus sentimientos, Laura, Laura, Laura.

¿Cómo iba a enamorarse de alguien a quien no conocía? Laura…

¿Habría algo entre Fredy y ella? Habían estado juntos en Cleveland…

Laura…

Roberto recordaba el clima de los congresos de marketing: todos con todos. Los de psicología no debían ser diferentes.

Laura.

A pesar de que su concepto de los psicólogos dejaba bastante que desear en ese sentido (y también en otros), hacía mucho que sabía que esa idea de “liberados” que circulaba por ahí había sido siempre una proyección de la ficción de los psicoanalizados del mundo.

Laura.

Otra vez no podía sacar a Laura de su cabeza.

Otra vez no quería sacar a Laura de su cabeza.

Abrió el ordenador y se puso a buscar los archivos guardados de Laura. Quería releer aquél donde alguna vez ella le había escrito sobre el estar enamorado. Después de un rato lo encontró y anotó con lápiz en su block algunas frases:

“Estar enamorados nos conecta con la alegría que sentimos de saber que el otro existe, nos conecta con la poco común sensación de plenitud.”

“Cuando uno se enamora en realidad no ve al otro en su totalidad, sino que ese otro funciona como una pantalla donde el enamorado proyecta sus aspectos idealizados.”

“El otro no es quien es, sino la suma de las partes más positivas del apasionado proyectadas en el otro.

“Este primer momento es más una relación mía conmigo mismo, aunque elija determinada persona para proyectar esos aspectos míos.

Seguramente era cierto…

¿Y qué? ¿Debemos privarnos de la maravillosa sensación de estar enamorados sólo porque más o menos pronto terminará? ¿Debemos descartar la pasión y reemplazarla por el sesudo (y ahora pensaba absurdo) análisis intelectual de los psicólogos del mundo?

En toda caso, él pensaba justamente lo contrario: Lo efímero del enamoramiento era una poderosa razón para disfrutarlo intensamente.

Laura…

¿Qué estaría haciendo?

¿Trabajando en día festivo?

¿Atendiendo a un paciente de urgencia?

¿Leyendo material para el libro?

¿Corriendo por la costa del río?

¿Escribiendo un email para él?

¿Para él?

Recordó que los mails de Laura no eran para él… eran para Fredy. Se sintió bastante molesto.

Se conectó.

“Hola rofrago, tiene cuatro (4) mensajes nuevos”.

audimet@usacom Asunto: aceptación de propuesta publicitada.

¡Bravo!

ioschua@aot com Asunto: reclamo noticias.

Debería sentarse hoy mismo.

[email protected] Asunto: respondiendo a su solicitud.

Abrió el tercero:

Estimado Dr Daey:

Lamentamos la tardanza en hacerle llegar esta respuesta. Como usted comprenderá el Concejo tiene cientos de asuntos en espera y cada carpeta es analizada y resuelta por riguroso turno de llegada.

De todas maneras nos es grato comunicarle que se ha decidido dar curso a su solicitud y esperamos su confirmación para instrumentar las formas necesarias para su concreción.

Atte.

Dr. Néstor Farías

Presidente

– Así que ese era su apellido: Daey…

Roberto se quedó un buen rato frente a la pantalla. Al cabo de un rato levantó la vista y se miró en el espejo colgado en la pared lateral. Se vió cara de chico travieso. Sonrió y el gesto se volvió diabólico.

Apretó el botón “Responder al remitente”

Sr. Dr. Néstor Farías:

Después de tanta espera e insistencia me llega la tardía notificación de la aceptación de mi Solicitud.

Creo que no me equivoco al asegurar que el mundo en el que vivimos no puede seguir tolerando la burocracia anacrónica de los concejos dilatorios de las decisiones importantes.

Entiendo que es mi deber ético mostrar mi indignación y ser fiel a mis principios. Por eso me dirijo a Usted para hacerle saber que RECHAZO su nota y retiro la Solicitud que oportunamente envié.

Es mi deseo que esta actitud opere como un pequeño toque de atención a la institución que usted preside.

Dr. Alfredo Daey

Cliqueó “Enviar” y luego borró el mensaje entrante de Farías. Nadie se enteraría nunca de lo sucedido.

Cuando llegó al cuarto mensaje y leyó que era de Laura no pudo determinar si su alegría era por el mail en sí o por el dañino placer de la maldad.

Querido Fredy:

Tienes razón cuando dudas de la capacidad de amar de la gente, aunque de todas formas siempre se me aparece el componente de la inseguridad y a partir de allí la necesidad de certeza, de seguridad y de control.

Lamentablemente cuando llegamos a ese punto no hay más remedio que aterrizar en la lucha por el poder y en los celos.

Por mi parte, cada vez pienso con más convicción que los problemas de control pasan casi únicamente por la incapacidad de amar.

Las personas creen que aman pero en realidad están enganchadas en su necesidad de poseer a otro. Como si dijeran: «Te amo mientras estés a mi lado, pero si te vas seguramente te odiaré». Eso no puede ser amor.