Perdonarte más:

Te dije que atravesábamos una frontera peligrosa. Ya lo has visto, la segunda vez es más fácil: ya sabes que puedes hacerlo, y que yo consiento que lo hagas. Sé que pierdes el control, y que sabes que te quiero, que vas a pedirme perdón y yo te voy a perdonar. Quizá por eso te atreves a maltratarme así. Volví a perdonarte la segunda vez, y la tercera, y la cuarta. Pero la herida es profunda, y queda.

No es bueno que te tenga miedo. Ni es bueno que sienta vergüenza delante de tu madre, estoy segura de que lo oye todo, ser vecinas tiene muchas desventajas.

Ayer sentí terror cuando me escondí debajo de la mesa de la cocina. Estaba temblando, recordaba la última vez que me pegaste con el cinturón. Debajo de la mesa me tapé la cabeza como entonces, agachada me protegía con las rodillas y los brazos, y era incapaz de gritar. Ayer no quería salir de mi escondite, aunque hubieras soltado el cinturón después de azotar la mesa con furia. No quería salir, porque los golpes retumbaban y me dolían como si me los dieras a mí, aunque te oyera llorar y pedirme perdón jurando que me amabas. Me seguía sintiendo acorralada por la violencia con que me gritabas tu amor, la misma violencia con la que me amenazabas. Te dije que te fueras, sin abrazarte, sin decirte que te perdono porque sé que ése no eres tú, que cuando te pones así es como si fueras otra persona. Te pedí que te marcharas porque no podía salir, me quedé paralizada y estuve en la misma postura llorando hasta que llegó el niño del colegio.

No puedo explicarte lo que siento porque ni yo misma lo sé. Sólo decirte que no me gusta tenerte miedo. Te quiero demasiado para tenerte miedo. Ahora sé que me atrevo a escribirte lo que pienso pero no a decírtelo, por si te enfadas, y esto no puede ser.

Me has prometido que no volverá a pasar, ayer cuando te ibas lo juraste. Espero que sea cierto, por nosotros, lo espero.

Amor, te perdono.