La prima de Prudencia le metió la congoja en el cuerpo. Le dijo un día que había visto a su marido con una mujer en el bar. De noche, la noche anterior. Con eso le metió la congoja y Prudencia se decidió a ir a buscarle, con la excusa de darle una sorpresa. Era a él a quien quería sorprender, pero estaba solo. Se levantó nada más verla. Qué haces tú aquí, le dijo. Como si le hubiera pillado con otra, ese susto tenía en la cara, pero no, estaba solo. Y se acercó a ella y la cogió del brazo. No vuelvas a venir sin avisar, no me gusta que andes por ahí de noche. Pero sin ternura lo dijo. Y cuando Prudencia iba a pedir una copita de anís al camarero, su marido la arrastró a la puerta. Mejor nos vamos a casa.