Querido mío:

Siento mucho lo que le ha pasado al perrito. Te lo regalé para que te hiciera compañía y te ha hecho sufrir. Lo siento. Yo también sufro, por otras razones, y estoy cansada.

Me pides tiempo. Me pides paciencia. Bien. Pero las dos cosas se acaban sin poderlas controlar. Estoy cansada. Cansada de ser paciente, de que el tiempo se me cuele dentro, o pase sobre mí sin rozarme siquiera. Cansada de que estemos juntos sólo a ratos, cansada de no cansarme nunca de ti.

Me pides que sea discreta. Bien. Pero estoy cansada, no sólo de mi discreción, también de la tuya.

Me pides que deje de trabajar. Bien. Ahora podrás demostrar que es cierto que no vienes más a menudo porque nunca estoy en casa. Estaré aquí. Esperándote.

Tuya, impaciente.