«Felicidades, mi amor, espero que mi regalo de cumpleaños te acompañe, para que no te sientas tan solo cuando no estoy contigo. Dale mucho cariño, es muy mimoso, se parece a ti.»

No era la letra de su suegra. Prudencia encontró la nota en la chaqueta de su marido, por casualidad, al ir a buscar la tarjeta del veterinario porque el perro se había comido un bote de pastillas. Así fue como se enteró de que el perro era un regalo de la amante. Así supo que no era ella la única que se sentía sola.

El animal no paraba de vomitar. Prudencia lo veía sufrir mientras deseaba su muerte. Ella sufría también, dejarlo morir así, cuando la había acompañado tanto. Avisó al veterinario. Y llamó a su prima para que viniera corriendo a casa. Le enseñó la nota. Qué lista es la tipa esta, ¿te das cuenta de cómo se ha metido en tu casa? Si hay una nota puede haber más. Y a Prudencia se le abrieron los ojos, miró a su prima y miró a su alrededor y se puso a buscar en los cajones, entre los libros, en las cajas de zapatos, parecía que se hubiera vuelto loca, detrás de los muebles, en los bolsillos. Ayúdame a buscar, gritaba entre lágrimas. Volvieron la casa patas arriba y el veterinario las encontró en mitad de la faena. Prudencia no podía hablar. Señora, no se ponga usted así, que le va a dar algo. Espere a que lo vea antes de angustiarse tanto, quizá no es tan grave como usted cree. Quería consolarla pero no había manera de que dejara de llorar. Prepárele una tila mientras yo atiendo al perro, le dijo a la prima. Está bastante mal, aunque parece que lo ha vomitado todo. Como la señora está tan nerviosa convendría llamar a su marido. Prudencia lo oyó, a pesar de que el veterinario hablaba en voz muy baja. No, mi marido no, todavía no, no, todavía no. Señora, el incauto insistía en el consuelo creyendo que Prudencia sufría por el perro, usted no tiene la culpa, estas cosas pasan.

Por fin se fue el veterinario, tan preocupado por la dueña como por el animal, después de dar todo tipo de indicaciones para curar al uno y serenar a la otra.

Prudencia y su prima siguieron buscando y no encontraron nada.