No se acuerda Prudencia de cuándo empezó a pensar en el menú del día siguiente mientras hacía el amor con su marido. Sabe, eso sí, que al principio no pensaba en nada. Sentía, sólo sentía. El roce de los cuerpos, las caricias, los besos, la humedad. La invasión de los sentidos. El olor, el sabor, susurros y miradas, sin prisa. Y eso era ternura. Ella se dejaba llevar, sin cálculo, sin saber adónde. Se entregaba y recibía. Y eso era sosiego. Era también pasión cuando los dos se enredaban, cuando se comían mutuamente, con ansia, cuando coincidían en el éxtasis. Entonces se decían: Esto es como volar.