Desde que estoy en el hospital, Prudencia me mira de una forma muy rara. Me mira fijamente a los ojos y se le caen las lágrimas. No sé si le da pena que me muera o si tiene miedo a que no me muera.

Prudencia, me gustaría saber en qué piensas cuando me miras así. Sé que no querías hacerme daño. Que estás cansada y sólo puedes descansar mientras yo duermo. No me mires así. Te prometo que dormiré mucho para que tú no sufras. Pero no me des más pastillas, porque me hacen recordar tu vida, la mía. Y en medio de este sueño ya no sé cuál estoy perdiendo.

Te quedas callada como si ya lo hubieras dicho todo. Se te ha metido la tristeza tan hondo que ni siquiera buscas consuelo en hablarme. A ti que tanto te gusta. Digo yo que es mejor así, porque hoy yo no tengo ganas de escuchar tus penas.