—¡Y un cuerno! Lo que siento es no haber podido hacer nada por el pobre Holt... ¿Alguna sugerencia, Jackson?

—Ninguna que valga la pena... ¿Vio usted lo que sucedió?

Harper asintió.

—Nuestro amigo sin cabeza le atacó con algo comparado con lo cual nuestros proyectiles h/v parecen armas de juguete. Deberíamos echarle una ojeada.

—¿Cree usted que será prudente? —inquirió Jackson.

—¿Se refiere usted a la radioactividad?

—Entre otras cosas.

—Entonces, ¿qué me dice de examinar los restos de su refugio? Llevaré el tractor lo más cerca posible. No creo que la H.E. haya dejado ninguna concentración suficientemente peligrosa. ¿Qué opina usted?

—Creo que vale la pena arriesgarse. Podemos enterarnos de algo útil acerca de ellos.

Harper puso en marcha el tractor y lo hizo avanzar lentamente hacia la zona destruida. A unos veinte metros de los restos de la semiesfera paró el motor.

—¿Sabe una cosa? —dijo Jackson, mientras se disponía a pasar por la cámara reguladora de la presión—. En un sentido, estamos de suerte. Este es el segundo fragmento de la historia que hemos tenido el privilegio de escribir.

—¿A qué se refiere?

—El individuo que mató a Holt y me atacó a mí —dijo Jackson— era algo muy raro. Yo estaba más cerca de él que usted. Y le vi caer en pedazos.

—¿Qué es lo que trata de insinuar?

—Únicamente que no estaba hecho de colas de rana —respondió Jackson en tono irónico—. Verá, capitán, creo que somos los primeros seres humanos que se han enfrentado con una banda de robots asesinos. El hecho de que hayamos puesto fuera de combate a esos tres es bastante significativo, creo yo.

—¡Dios mío! —exclamó Harper.

El doctor Jackson se volvió y pasó a través de la cámara reguladora de la presión. Poco después estaba hurgando entre los restos bañados por el implacable sol.

La crisis estaba superada, pero en la Base Número Uno transcurrió algún tiempo antes de que decreciera la atmósfera de alta tensión. Dos hombres de la primera expedición habían muerto, y todo el proyecto lunar había estado al borde del fracaso. Sólo después de una lenta y minuciosa investigación en toda la zona de la base y en las faldas de las colinas de Tycho, los cuatro supervivientes quedaron convencidos de que no existía ningún otro peligro inmediato. Paulatinamente, sus actividades volvieron a la normalidad.

Varios días terrestres más tarde, el profesor Jantz aprovechó la oportunidad que le brindaba la ausencia del doctor Jackson, que había salido para efectuar un recorrido de exploración, para entregarse a una tarea particular en el pequeño laboratorio subterráneo. Estaba absorto en el análisis de ciertas cantidades de polvillo negro.

Cuando el capitán Harper entró en el laboratorio, el profesor se ocupaba en calentar electrónicamente hasta la incandescencia un pequeño montón de aquel polvillo.

—¿En qué está trabajando usted ahora? —preguntó Harper, por decir algo.

El profesor Jantz manifestó el placer de un chiquillo que ha descubierto algo maravilloso dentro de los zapatos que dejó en el balcón la noche de Reyes.

—Es la tercera muestra de la caverna número catorce —explicó volublemente.

—¿De qué se trata?

—Mi querido Harper, esto es una muestra indiscutible de carbón bituminoso, del tipo conocido como fusain. Existe una maravillosa abundancia de microsporas y macrosporas. Mis teorías, ahora ya puedo decirlo, han quedado confirmadas de cabo a rabo. Cuando regrese a la tierra, procuraré...

—¿Qué significa eso, en lenguaje corriente? —le interrumpió Harper.

—Significa, sencillamente, que la luna estuvo llena, en una determinada época, de marismas estuáricas. Significa que hace billones de años la luna era un hervidero de formas vitales en pleno desarrollo. En resumen, hemos acumulado pruebas más que suficientes para sacudir en sus cimientos las modernas teorías astrofísicas.

—¿Por qué no hay ninguna evidencia de todo esto en la superficie lunar?

—Debido a que cuando la luna empezó a perder su atmósfera, el aumento del calor solar generó una combustión espontánea. Lo que hasta ahora ha sido llamado polvo meteórico, son las cenizas de lo que en otra época fueron enormes cementerios humeantes.

Harper sonrió burlonamente.

—De modo que va usted a sacudirles fuerte a los astrónomos de salón...

—Desde luego. He reunido suficientes datos para hacer que la mayoría de mis ilustres colegas consideren llegado el momento de ingresar en una clínica mental.

El capitán Harper sacó de su bolsillo un par de cuartillas mecanografiadas.

—En realidad, había venido a enseñarle el informe que voy a enviar al Cuartel General de la Organización. Si hay algo que desee usted añadir, puede decírmelo. Voy a enviarlo dentro de una hora.

El profesor Jantz cogió las cuartillas y las leyó rápidamente:

INFORME NÚMERO SIETE

De: Harper, Capitán De La Expedición Lunar, Base Número Uno,

A: Consejo Ejecutivo; Cuartel General De La Expedición, Tierra.

Después de la destrucción del refugio de los robots Jackson y Pegram han efectuado una minuciosa exploración del terreno, en un radio de cien millas alrededor de la base. No han descubierto más huellas extrañas, aparte de las procedentes de la semiesfera, ni señales de actividad de ninguna clase. Estamos convencidos, por lo tanto, que la segunda nave lunar puede emprender viaje en condiciones de seguridad.

Hemos examinado los restos del refugio de los robots, y hemos extraído las siguientes conclusiones:

1) Los robots no son indígenas de la luna, dado que su construcción exigiría recursos y una forma de vida sumamente desarrollada, de los cuales no existe ninguna prueba.

2) Su construcción está por encima de las posibilidades actuales de la ciencia humana.

3) Dado que el refugio no estaba regulado para la presión, los tres llamados ataúdes parecen haber sido las cámaras de hibernación y lechos de carga eléctrica de los robots durante la noche lunar. Antes de que el refugio fuera destruido, se obtuvieron pruebas de su potencial eléctrico.

4) Suponiendo que las tres hipótesis anteriores sean correctas en sus puntos esenciales, creemos que en algún momento la luna recibió una expedición extraterrestre, la cual dejó los robots con fines de observación y de investigación científica.

5) Dado que los robots tomaron la iniciativa de atacarnos, es probable que sus creadores adaptaran sus mecanismos para que reaccionaran agresivamente ante cualquier fenómeno que pudiera ser interpretado como interferencia.

6) Teniendo en cuenta que los robots estaban aparentemente equipados con radios especiales, es probable que procedieran de nuestro propio sistema solar.

Estos argumentos ampliatorios en apoyo de estos puntos de vista serán expuestos en el Informe Número Ocho. Sólo me resta añadir nuestra unánime creencia de que la expedición extraterrestre regresará a la luna para enterarse de la suerte corrida por sus instalaciones. Es de esperar que, en esa época, los seres humanos establecidos en la luna dispongan de elementos suficientes para hacer frente a las necesidades de interferencia o de cooperación, alternativamente.

El profesor Jantz apartó la vista de las cuartillas mecanografiadas.

—Creo que ha resumido usted admirablemente nuestras principales conclusiones —dijo—. El resto puede esperar hasta que dispongamos de tiempo para preparar un informe más completo. En cuanto haya terminado con esas muestras, pondré en orden mis propias notas para usted.

—Ya es hora de que Jackson y Pegram estuvieran de regreso —observó Harper, volviendo a meterse las cuartillas en el bolsillo—. Voy a llamarles por radio.