– No hay razón alguna -dijo- por la que los esclavos y los vroomaws tengan que quedar diezmados para exterminar a los cabezas de elefante. Creo que sería mucho mejor para todos acordar una tregua y organizar una nueva sociedad en la que los neshgais no sean ni amos ni esclavos, sino iguales a los humanos. Les necesitamos tanto como nos necesitan ellos en la lucha contra el Árbol. Debemos pensar en un compromiso, Awina. No es debilidad buscar el compromiso. La fuerza está en el compromiso y en la alianza.

– Los esclavos y los vroomaws quieren venganza -replicó ella-. Han padecido cientos de años bajo sus amos. Ahora quieren pagarles con la misma moneda.

– Lo comprendo -dijo él-. Pero pueden olvidar el pasado, si se les ofrece un buen futuro.

– ¿Pueden? -preguntó ella.

– Tienen que hacerlo. En mi época, viejos enemigos olvidaron pasadas heridas e indignidades e incluso se hicieron amigos.

– Mi Señor -dijo ella, moviéndose de modo que su cadera rozó con la de él, su cola golpeó su pantorrilla y sus ojos le miraron de soslayo-, ¡la próxima vez hablaréis de llegar a un compromiso con el Árbol! Con nuestro viejo enemigo! ¡El Destructor!

¿Quién sabe? pensó. Si la mente de carne puede ponerse de acuerdo con otra mente de carne, ¿por qué no con una mente vegetal? Quién sabe…