Gaudencio toca el acordeón sin entusiasmo, las voces de los forasteros no pueden llevar el entusiasmo a los corazones, Marta la Portuguesa es mujer respetuosa y complaciente, se sabe bien sabido el oficio.

– Yo hago lo que sé y pongo buena voluntad, a mí me pagan para dar gusto y ni pregunto siquiera.

Gaudencio toca el vals Leyenda de los bosques de Viena, de Strauss, es muy romántico y delicado, muy elegante, al sargento Clemente Palomares, sargento de intendencia, le gusta sacudir candela a las mujeres, le gusta zurrarles la badana, la verdad es que eso nos gusta a todos, el caso es pagar bien o encontrar una que se deje.

– A mí me pagan para dar gusto, mientras pagues vale todo, ¿te enteras?, pero si me haces sangre me cago en la madre que te parió y si me haces llorar te mato, ¡como hay Dios que te mato!

– Te voy a regalar un rubí y una perla, Marta, el rubí es como una gota de sangre y la perla es una lágrima, es como una lágrima.

– Bueno.

Pura la Parrocha huele a ajo, no es por gusto sino por necesidad, Pura la Parrocha tiene alta la tensión de la sangre y desayuna con ajiaceite para ver de bajarla, el ajo es buen remedio contra la peste y también vale para guardarse de los vampiros y echar fuera las lombrices, lo malo del ajo es el olor que deja en el aliento. Don Ángel Alegría, ortopedia, prótesis, colecciona emblemas de Auxilio Social, Miguel de Cervantes Saavedra, príncipe de los ingenios españoles, Infantería española, fusilero del siglo XVIII, Mallorca, la perla luminosa del riente archipiélago, don Ángel sufre de orquitis y el paquete le abulta como una coliflor, las mujeres de la Parrocha le escapan como si tuviera el cólera morbo.

– No, no, deja, que se acueste con su señora y, si no le gusta, que se joda y se aguante, todos tenemos que jodernos y aguantarnos en esta vida, don Ángel tiene las partes podres, yo no quiero que me desgracie para siempre porque yo vivo de tener salud.

A Mamede Pedreira lo condenaron a muerte porque lo cogieron con armas en el monte, ése es un delito muy grave, su madre se puso en una curva por donde iba a pasar Franco y le tiró un papel pidiéndole el indulto, los escoltas creyeron que era una bomba y la mataron, entonces Franco, cuando leyó el papel, lo indultó y le cambiaron el garrote por treinta años de presidio, Mamede Pedreira se escapó durante la conducción y ahora está escondido en casa de Xurxo Lameiro, nadie lo sabe, bueno, su mujer sí lo sabe, su mujer es muy entera y de fiar, Mamede Pedreira vive en el fondo de un pozo seco, tiene colchoneta y manta, la comida le llega dejando resbalar la cuerda de la garrucha por la roldana, cada dos o tres días sube por las noches, sale a estirar las piernas y a lavarse un poco.

– Por mí puedes estar el tiempo que quieras y por Carmen también, esto tampoco ha de durar toda la vida.

– No sé lo que decirte, a lo mejor dura más de lo que creemos todos.

Por estos montes anduvo, hace ya muchos años, el mozo Lázaro Codesal, que tenía la pelambrera como el pimentón y el mirar igual que el agua de las fuentes, a Lázaro Codesal lo mataron los moros del Rif y de él ya no se acuerda nadie.

– ¿Ni tan siquiera alguna de las mozas que preñó?

– Ni tan siquiera.

La gente se lo calla pero nunca nada es lo mismo, y ahora menos, ni tampoco nunca nada discurre por iguales cauces, hay cabritos de casa de la Parrocha que ya no jadean ni gozan, que ya ni respiran ni andan porque están muertos y enterrados, don Teodosio, el marido de doña Gemma, murió del corazón, la puta que más le gustaba al pobre don Teodosio era Visi, siempre tan cariñosa y complaciente, la hiena de don Jesús Manzanedo murió apestado y hediondo, las mujeres de la Parrocha le escapaban y eso que solía darles ocho o diez reales de propina, Bienvenido González, Micifú, también era un mierda, a éste le dieron dos puñaladas en el portal, una en la garganta y otra en el pecho, a Resurrección Penido le llaman Lódola porque parece que va a echar a volar, Lódola se dio un susto tremendo cuando lo vio cadáver, Lódola fue la primera que vio el cadáver de Micifú, nadie en casa de la Parrocha lloró su muerte, ese hombre llevaba el enemigo puesto, se le veía en la cara, Marta la Portuguesa sabe leer el interior de los muertos, Marta la Portuguesa tiene justa fama de estar muy buena y cachonda y en sazón, según los entendidos el culo le cruje como una sandía, vengo observando que no es a la única que le pasa, de alguna más se dice, Gaudencio interpretó un alegre pasodoble torero, Marcial, eres el más grande, Ricardo Vázquez Vilariño, el novio de la tía Jesusa, eso decimos todos pero no es verdad, también iba algo por casa de la Parrocha, tampoco mucho, pura terapéutica para estrangular calentones, a veces no puede uno ni andar, a Ricardo Vázquez Vilariño le venía bien cualquier mujer, era de boca dura y lo único que pedía era que le dejasen, Lucio Mouro, las pocas veces que iba a Orense, se pasaba por casa de la Parrocha, a Lucio Mouro le gustaban las mujeres tetonas, el anís dulce y los tangos.

– Este puñetero Gaudencio toca muy bien el acordeón, ¡ya lo creo!, lo toca mejor que nadie en el mundo.

La Clarita se quedó sin padre, el hijoputa de don Jesús, pero también sin novio, el desgraciado de Ignacio Araujo Cid, que no pudo aguantar el asco y se dejó matar en la guerra, lo probable es que se haya dejado matar, los hijoputas mandan en la vida del prójimo y lo matan con muy venenosa alegría y los desgraciados mueren y se dejan matar con tristeza, con cauta tristeza avergonzada, don Jesús y su frustrado yerno también iban a veces por casa de la Parrocha, la gente necesita desahogo y se lo busca, claro es, quien me parece que no estuvo nunca en casa de la Parrocha fue el artillero Camilo, no sé por qué digo esto porque tampoco está muerto, él es de muy lejos de aquí y no viene casi nunca por Orense.

– ¿Va más por Pontevedra?

– Sí y por Santiago, sobre todo por Santiago, los de Padrón son medio santiagueses.

Los otros que quedan dichos están ya muertos y enterrados, que Dios les haya dado su perdón. Y más que no se dicen porque las cosas quieren su fin, tampoco todos los muertos habían sido clientes de la Parrocha, hay algunos que no, en Orense hay otras casas de putas, el P. Santisteban, S. J., en sus iracundos sermones, les llama lupanares, ramerías y casas de lenocinio.

– Tienen lo menos cien nombres más, pero ese fantasma no los sabe.

La mayor parte de la gente lleva dentro un traidor, eso tampoco importa demasiado porque es una característica del hombre, una característica conocida, basta con saberlo, cuando a don Casto Borrego Sánchez-Puente le bajó el ácido úrico, le bajó también la agresividad, antes no había Dios que lo aguantara, las mujeres de casa de la Parrocha le tenían verdadero pánico y la misma Parrocha, con ser tan echada para adelante, tampoco se atrevía con él, era mejor que se fuese sin pagar, a don Casto lo atropelló una noche un automóvil, no lo mató pero le partió las dos piernas y además el conductor no le prestó auxilio, don Casto dice que era italiano, que todos los que iban en el coche eran italianos, ¡vaya usted a saber!, lo recogió el sereno y pudo llevarlo medio a rastras hasta la casa de socorro; se conoce que de la impresión, don Casto se escagarruzó por los pantalones.

– Oiga, doña Pura, ¿se acuerda usted de aquel tenientito de bigote que se llamaba Fermín Pendón Paz y era malagueño? Sí, mujer, aquel que en vez de ocuparse se la cascaba en el salón para ahorrarse los cuartos.

– ¡Ah, sí, ya recuerdo! ¿Qué le pasó?

– Pues nada, que lo mataron anoche de un botellazo, le dieron con una botella de gaseosa de las grandes y lo dejaron sequito, lo que se dice sequito.

– ¡Pobre! ¿Y dónde fue?

– En medio de la calle, saliendo de casa de la Caballa Tuerta, se armó un gran revuelo y está interviniendo la justicia militar.

– ¡Vaya por Dios!