Raimundo el de los Casandulfes le dijo a Robín Lebozán Castro de Cela,

– Te toca a ti convocar a los parientes en nombre del tío Camilo, yo creo que hay que llamar a los Moranes, claro, pero también a los Guxindes, es igual que seamos muchos porque el asunto es importante, todos debemos hablar y, hasta que nos reunamos, todos debemos callar, Moncha nos dejará su casa, es la que tiene mejores condiciones.

Don Brégimo, el padre de la señorita Ramona, había sido amigo de los famosos aviadores acrobáticos Vedrines, Garnier, Leforestier y Lacombe, que hacían piruetas en el vacío y que por la noche perfilaban sus aeroplanos con bombillas de colores, las sillas valían 25 o 50 céntimos, según el sitio, y las damas iban elegantísimas con sus grandes pamelas y sus tules, esto fue hace ya años, la señorita Ramona aún no había nacido.

Todos los Moranes tenemos cara de caballo y los dientes separados, a veces bastante, esto ya lo contó una vez el artillero Camilo, también dicen que olemos a pucho y que nos gusta andar a palos por las romerías y las bodas pero no es verdad, a los Guxindes se les nota menos porque están más mezclados, puede que sea así, no digo que no, la raza no pierde con los cruces, gana, pero también confunde las señas, a la casta le pasa igual, recuerda lo que se dice, uno que gasta y otro que arrastra se acaba la casta, tú ya me entiendes. No todos los Moranes venimos del mariscal Pardo de Cela, aunque sí la mayor parte de nosotros; mariscal, entonces, no quería decir capitán de tropa sino caballerizo. Tío Evelio es un Morán de buena planta, a tío Evelio le llaman Xabarín porque es corpulento y silvestre, Xabarín baja poco del monte y a los forasteros ni los saluda, durante la guerra Xabarín tuvo sus dificultades pero pudo capearlas bien y con suerte.

– Éste es un pleito entre muertos de hambre, los hombres serios no se matan ni por caprichos ni por milagros, éstos parecen franceses, y lo que hacen es igual que amaestrar cabras, a nadie que no sea gitano se le ocurre amaestrar cabras.

A Xabarín le gusta comer, beber, fumar, joder y pasear, Xabarín es un caballero de usos tradicionales y honorables, en esto es como tu tío don Claudio Montenegro.

– ¿Que usted quiere defender una manía a tiros? ¡Muy bien, defiéndala!, pero los tiros tírelos usted, no mande a otro a tirarlos por usted, salga al monte con la escopeta y un par de huevos y ya veremos, cuando hay que dar la cara la gente se acojona, a la gente pronto se le encoge el ombligo y entonces empieza a dar disculpas y a preguntar qué hora es.

Xabarín tiene setenta años largos y gasta lentes.

– Esto es cosa de la edad, cuando era joven veía mejor y más lejos que nadie pero aquello tampoco iba a durar toda la vida, bien lo sé; lo malo no es llevar lentes cuando se llega a viejo sino cuando se es todavía joven, los jóvenes con lentes o son seminaristas o son maricas.

– ¡Pero, hombre, tío Evelio! ¿Todos?

– Bueno, casi todos, también puede haber excepciones, no lo niego.

A Xabarín se le murió la mujer hace ya muchos años, más de medio siglo, la mujer de Xabarín fue muy guapa y espiritual y andaba siempre con collar de perlas y muy bien vestida, Xabarín no volvió a casarse aunque no le faltaron proporciones y anduvo de picaflor toda la existencia, a ésta quiero, a ésta no quiero, a ésta le hago un hijo y le pago la carrera de cura, a esta otra le hago una hija y le pongo una fonda, y así sucesivamente, Xabarín encargó para el sepulcro de su difunta una lápida de mármol blanco en la que mandó grabar el siguiente epitafio: Porque te llamabas María, nombre de la madre de Dios, siempre me arrepentiré de no haberte hecho fotografiar.

– Eso no cae en verso.

– Bueno, pero Xabarín nunca lo supo.

Xabarín tiene clasificados sus aborrecimientos y desprecios que, de mayor a menor, son los que se dicen: curas, militares, italianos, consumeros, enterradores, bajos de estatura y tatexos.

– ¿Y portugueses?

– No; ésos, no.

Sabiniano Sagramón Roidiz además de ser tatexo escupía monaguillos al hablar, Sabiniano era un asqueroso que transitó por este valle de lágrimas espurriando a todo el mundo, los dejaba perdidos a salivazos, su mujer, la Justinita Cereixal Roibós se pasó la vida poniéndole los cuernos hasta que un buen día, harta ya de lerias y disimulos, tiró por el camino de en medio, lo encerró en el manicomio y se arrimó a un castellonense llamado Felipe Albiol Forner, castellonense de Alcalá de Chivert, que tenía un obrador de almendras garapiñadas.

– ¿Y también de avellanas y piñones y demás cascaruja?

– Sí, también, el Albiol no se paraba en barras y garapiñaba todo lo que le echasen.

La Justinita no engañó jamás a su amante aunque llegaron a ofrecerle el oro y el moro, al Albiol no le puso nunca los cuernos, se conoce que se le fueron todos los ímpetus con el Sabiniano.

– ¡Lo veo tan relimpio!

La Justinita era sobrina de la finada esposa de Xabarín y por tanto algo pariente suya, la Justinita vestía al estilo de la ciudad y gastaba zapatos rojos de tacón alto atados al tobillo.

– Nada importa, lo que hay que estar es pegado a la tierra, es igual ser chino que de Ciudad Real pero hay que ser algo, eso de llevar zapatos de puta es lo de menos, hay que estar arraigado en algún sitio, lo demás no importa.

Xabarín mandó llamar a Raimundo el de los Casandulfes.

– Parece que los ánimos se van calmando, ¿qué pensáis hacer con ese miserable?, ya sabes tú quién digo.

– Ya se lo puede usted imaginar, tío Evelio, pero habrá que oír a todos, ya le dije a Robín que vaya convocándonos a todos.

– Bueno, tampoco hay prisa porque esto no vence, ¡tiempo habrá!

Marujita Bodelón Álvarez, o sea la ponferradina que anduvo con Celso Varela, tiene guardada la esquela mortuoria de don Jesús: El Ilustrísimo Señor don Jesús Manzanedo Muñiz, Adorador nocturno veterano, Esclavo de mérito de Nuestro Padre Jesús, Abogado y procurador de los tribunales, falleció confortado con los auxilios espirituales y la bendición de Su Santidad. R.I.P.

Vale por un kilo de pan que podrá recogerse en un plazo de siete días en el horno de San Cosme, limosna que se reparte en sufragio del alma del finado.

– Hay esquelas que da gusto, ¿verdad, usted?

– Sí, hija, hay esquelas que da gusto.

– En fin, descanse en paz.

– Sí, la mejor prueba de la existencia de Dios sería que don Jesús Manzanedo llegara a descansar en paz.

Marujita Bodelón sentó cabeza y casó con un moro de la escolta de Franco que se llamaba Driss ben Gauz-zafat.

– Es muy bueno conmigo y en la cama se comporta como si fuera cristiano, lo que tiene mi Driss es un magué que parece el del burro de San Facundo que, cuando descapulla, se caga el mundo.

– ¡Marujita!

– Dispense, me salió sin querer.

Aquí va a costar trabajo que vuelvan las cosas a su ser natural, la gente le ha cogido el gusto a no hacer nada y a andar de un lado para otro, así no se puede levantar un país y dentro de poco estaremos todos pasando hambre, y eso si no se nos meten por la frontera los ingleses o los alemanes.

Abd Alá el-Azziz ben Meruán, el Portugués, también era moro aunque ya muerto hace varios siglos, por aquí siempre hubo moros, unos guardaban oro y piedras preciosas y otros iban repartiendo piojos y rascándose las llagas de la lepra, ahora hay muchos españoles que descienden de mahometanos leprosos, se les conoce en el oficio. A don Clemente Bariz, el marido que se le suicidó a doña Rita, le llamaban Abundancia porque era abundante de arrobas, de cuartos, de cuernos, de mala voluntad, de todo, lo que se dice de todo, doña Rita quiso que don Rosendo Vilar, el clérigo con el que se entendía y con el que acabó santificando sus amores, le diera la santa extremaunción in artículo mortis a don Clemente.

– No puedo, mujer, cuando el peligro de muerte no proviene de enfermedad no se le puede administrar el sacramento, está prohibido.