– ¿Pero de qué peligro hablas si está muerto del todo?

– ¡Anda, pues es verdad!

Entonces doña Rita dispuso la mesa y el paño blanco y limpio, una bandeja con copitos de algodón en rama, tuvo que sacarlos de una compresa higiénica porque se le había acabado, otra con migas de pan y unos trozos de limón, el agua bendita, etc., y don Rosendo dijo sus oraciones.

– Benedicat te omnipotens Deus…

– Amén.

Georgina y Adela son primas de Moncho Requeixo Casbolado, Georgina mató a su primer marido, el Adolfito Penouta Augalevada, Choqueiro, que a lo mejor se ahorcó, hay opiniones, dándole una infusión de flor de San Diego, y amansó al otro, el Carmelo Méndez, al que mataron en el cerco de Oviedo, purgándolo todas las semanas con olivillas, Adela masca yerbas mágicas y va por la vida medio sonámbula, Moncho está muy agradecido a su tía Micaela, la madre de las primas, porque se la meneaba cuando era pequeño, hay cosas que no se olvidan jamás.

– Ahora las familias están más dispersas, cada uno va por su lado.

Fue lástima que mataran a Tabeirón antes de que pudiera robar las campanas de Antioquía, no va a ser fácil encontrar a otro que bucee tan bien como Tabeirón.

– ¿Te acuerdas de aquella noche que os fuisteis a quitar el frío a casa de la Parrocha?

– ¡Claro! ¿No me he de acordar? Hay cosas que no se olvidan nunca.

El pobre Aguirre murió de un vómito de sangre y lo desvalijó Isidro Gómez Méndez, digo, Isidro Suárez Méndez, desvalijaba a todos los muertos sin dejar ni uno, a éste lo mataron en el frente de Burriana mientras se estaba bañando, yo no sé por qué me acuerdo a veces de las escenas del hospital y de la guerra, bueno, la verdad es que me acuerdo de todo.

– ¿Y eso es bueno?

– No estoy muy seguro.

La señorita Ramona también va a visitar a Xabarín que es como un patriarca que no siempre se deja ver, Xabarín lleva una sirena tatuada encima de la paletilla, no la enseña más que el día de su santo que es el 11 de mayo, santos Antimo, Evelio, Máximo, Basso, Fabio, Sisinio, Dioclecio, Florencio, Anastasio, Gangulfo, Mamerto, Mayolo, Iluminado y Francisco de Jerónimo, el 11 de mayo es el cumpleaños del artillero Camilo, Xabarín tiene el porte distinguido y la pelambrera crespa.

– Mira, Monchiña, la vida es dura para todos, la vida rechaza la muerte como la muerte estrangula la vida, al final siempre gana la muerte porque tiene menos prisa que la vida, también menos vergüenza.

– Sí, tío.

– ¡Y tanto que sí! Mira, Monchiña, la guerra terminó y muchos desgraciados quedaron por el monte y por las cunetas con las tripas o los sesos fuera, pero nosotros, los hombres de la familia, seguimos casi todos en nuestro sitio y sin tener que aprender otra lengua y otras costumbres, eso de que le obliguen a uno a cambiar es malo y doloroso para el alma.

– Sí, tío.

– ¡Y tanto que sí! Mira, Monchiña, los italianos, los griegos y los turcos me hacen poca gracia, yo prefiero los ingleses, los holandeses y los noruegos, son menos divertidos pero más de fiar y no gritan tanto.

– Sí, tío.

– ¡Y tanto que sí! ¿Quieres una copita?

– Sí, tío.

– ¿No sabes decir más que sí, tío?

Xabarín escanció dos copitas de aguardiente de caña.

– Es de mucha confianza, esta peloura jamás hizo daño a nadie, la toman los marineros para pelear con la mar, también es buena para las mujeres. ¿Tú conoces a don Ángel Alegría, el de la ortopedia?

– No, ¿por qué?

– Por nada, sólo por curiosidad.

Las siete Alontras van capeando el temporal, mejor o peor, los sucesos suelen sacudir con más saña a los hombres que a las mujeres, no es una regla fija pero se le acerca bastante, lo peor que le puede acontecer a un hombre es no saber en qué ha de parar de muerto, no digo lo del alma y la salvación eterna o el fuego eterno, sino lo de la carne y su manera de desaparecer, los moros no se dejan amputar ni un dedo porque tienen que entrar enteros en el paraíso, no es igual un cadáver enterrado y comido por los gusanos, que sumergido en la mar y engullido por las sardinas, que despedazado y devorado por los perros, que incinerado y aventado y sirviendo de pasto a los gorriones, alguien acaba siempre comiéndose los cadáveres de los hombres, estos sobresaltos no acometen a las mujeres, las siete Alontras siguen vivas y sin mayores preocupaciones, también están guapas y saludables.

– Y Doloriñas, ¿sanó de su apendicitis?

– ¡Dónde va ya! Ahora está como una rosa, da gusto verla.

Robín Lebozán y Raimundo el de los Casandulfes se dilatan en muy amenas y prolijas filosofías, la señorita Ramona los tiene a merendar, el que más habla es Robín porque Raimundo está un poco cansado, lleva ya varios días un poco cansado.

– Se puede vivir y se puede fingir, Raimundo, yo, como no soy muy fuerte, como soy débil, voy por la vida fingiendo, la verdad es que viví poco al lado de lo que viviste tú, por ejemplo, me hubiera gustado vivir más pero tengo que conformarme, ¡paciencia! Yo pienso que ni vive ni existe lo que está lejos de nosotros, tú sabes lo que quiero decir, el eje del mundo es nuestro propio corazón y la casa de Moncha, lo que está lejos de nosotros a lo mejor ni existe siquiera, un indio peruano soplando en una flauta de caña, un esquimal desollando focas, un chino fumando opio, ¿tú te imaginas?, un negro tocando el saxofón, un moro encantando serpientes, un napolitano comiendo espaguetis, el mundo es muy estrecho y la vida muy corta, Moncho Preguizas dio la vuelta al globo terráqueo, es verdad, Moncho Preguizas tuvo amores en Guayaquil, pero los demás no salisteis de estos montes más que para hacer la guerra, yo ni eso, bueno, todos no pero sí la mayoría, tampoco nadie puede asegurar que esto de ver mucho mundo sea bueno, lo que es bueno es que una jovencita toque el laúd sentada en un escabel frente a la chimenea encendida, son las costumbres de antes las que se ahogaron en el desbarajuste, las que se perdieron en el desbarajuste, ahora todo tendrá peor compostura, un tiempo muere y otro nace, Raimundo, el centeno nace y muere todos los años pero el carballo dura más que el hombre, no es necesario anegarse en mierda, Raimundo, tú ya me entiendes, antes es mejor pegarse un tiro en la sien.

Raimundo el de los Casandulfes tiene la cara triste.

– Tú hablas de desbarajuste, Robín, es verdad, hay cosas que no podrán recomponerse jamás, nosotros no las veremos derechas por mucho que vivamos, las costumbres barridas por el desbarajuste…, no sé, ¿me ves muy desarraigado?, quizá haya cometido el error de no morirme joven, bueno, aún más joven de lo que soy…, os ruego que me perdonéis los dos, ¿me das un coñac, Moncha?

– Sí, Raimundo, ¿quieres que toque el piano?

Llueve sobre las aguas del Arnego, que pasa moviendo muelas y escorrentando papudos y aireados por el sapo do demo y la salamandra venenosa, también zurrando moribundos, mientras Catuxa Bainte, la parva de Martiñá, silba en porreta por el outeiro Esbarrado, con las tetas pingando, el pelo como la rama de un sauce llorón y un gurriato en la mano cerrada.

– Vas a coger una pulmonía, Catuxa, y más un paralís al vientre.

– No, señor, que el frío me resbala.

Parece que fue ayer pero por aquí pasó ya el vendaval que sembró el dolor en la memoria.

– ¿Y qué hacemos con los muertos?

– Las tres cosas de siempre, mujer, las tres cosas que se hicieron siempre: enterrarlos con la cara lavada, rezarles un padrenuestro y vengarlos, la muerte no se puede repartir de balde.

– ¡También es verdad!

Llueve sobre las aguas del Bermún, el arroyo que gime como un chiquillo que no se acaba de ahogar, llueve sobre las aguas de los cinco ríos, el Viñao que se escurre desde la llanada de Valdo Varneiro, el Asneiros que brota en la peña dos Cregos, el Oseira que refresca la calentura de los cueros de los frailes, el Comezo que escapa para el norte por el camino de la Raposa Rangada y el Bural en el que lavan sus pañuelos las mozas de Agrosantiño, llueve sobre los carballos y los castaños, las cerdeiras y los salgueiros, los hombres y las mujeres, los tojos y los helechos y la edra solemne, los vivos y los muertos, llueve sobre el país.