– ¿Y qué fue de ella?

– No lo sé, nunca más se supo, a lo mejor murió de anemia.

– Sí, lo más probable.

– También puede que le haya picado un tábano y esté coja.

– También.

Por el hospital van las señoritas de Frentes y Hospitales a socorrernos, les llaman margaritas en honor de la esposa de Don Carlos VII, el Marqués de Bradomín visitó a la real pareja en su corte de Estella, lo cuenta Valle-Inclán en Sonata de invierno; las margaritas reparten escapularios y cajetillas entre la tropa herida, también calcetines de lana, camisetas de abrigo, jerseys y otras prendas, y botellines de coñac Tres Ceros, de Osborne, Tres Copas, de González Byass, y Tres Cepas, de Domecq, rascan como aguarrás, la verdad es que nos tratan como si fuésemos los pobres de la Conferencia de San Vicente de Paúl. Las margaritas van de camisa caqui y boina roja porque son carlistas, claro, es más frecuente llamarles requetés, su jefa, doña María Rosa Urraca Pastor, a lo mejor es Rosa María, no sé, queda un poco talluda pero al artillero Camilo le gusta mucho.

– Está muy buena y a mí me recuerda al general Silvestre, a don Manuel Fernández Silvestre, el del desastre de Annual.

– No será por el mostacho.

– No; es por el porte, por los andares.

Casiano Areal, el encargado de la fábrica de galletas El Bizcocho Hispano, antes El Bizcocho Inglés, era el único que podía sujetar a doña Rita cuando se arrancaba.

– Mire usted, Casiano, que Dios me perdone, pero si mi esposo vuelve a dar gatillazo después del mucho dinero que me costó, le juro a usted que lo mato, ¡como hay Dios!

– Repórtese, señorita, tenga un poco de tranquilidad y alimente bien a don Rosendo, eso es muy importante para que dé juego, prepárele yemas batidas con jerez.

Tres margaritas visitaron la sala n.° 5, en una cesta llevaban los regalos.

– Soldadito, te voy a condecorar con un escapulario del Sagrado Corazón para que te preserve de todo mal, mira lo que dice: Detente, bala, el Corazón de Jesús está conmigo.

El artillero Camilo se puso pálido, se le escapó todo el color de la cara.

– No, no, muchas gracias, condecore usted a otro, se lo ruego, se lo pido por favor, yo llevaba uno prendido con un imperdible en la guerrera y aún no hace un mes me lo sacaron por la espalda, se lo digo con todo respeto, señorita, pero para mí que el Sagrado Corazón es gafe.

La margarita se sulfuró, parecía como si le hubieran puesto banderillas de fuego.

– ¡Irreverente, que menosprecias al Sagrado Corazón de Jesús! ¡Rojo!

Sor Catalina tomó cartas en el asunto y defendió al artillero Camilo, a ella no le tocaban a su tropa.

– ¡Largo de aquí, tísica, descarada! ¡Fuera! ¡Con mis mozos no se mete nadie! ¿Se entera usted? ¡Largo de aquí! ¡Y no vuelva a entrar en la sala sin pedir permiso!

Sor Catalina era mujer templada y valerosa, de muy difícil lidia, para ella los soldados heridos éramos dos cosas, sagrados y de su propiedad; esto regía sólo para los españoles porque sor Catalina no admitía ni italianos ni moros.

– No, no, a ésos que los cuiden sus monjas si las tienen, aquí no quiero mezclas.

A Casimiro Bocamaos, el sacristán de Santiago de Torcela, no le llega la camisa al cuerpo.

– ¿Usted cree que libraremos de toda esta treboada?

– Pues la verdad, no sé, el hombre aguanta mucho, confiemos que sí.

Raimundo el de los Casandulfes y su primo, cuando empezaron a mejorar y a poder moverse, solían ir por las tardes al café Los Dos Leones, en la calle del General Mola, antes Portales, sor Catalina les daba un vale a cada uno para café, copa y purito faria, a veces llevaban con ellos a Chomín Galbarra Larraona, un requeté del tercio de Lácar al que le faltaban las dos manos y los dos ojos, le reventó una bomba Laffitte a destiempo, le segó las manos y le vació los ojos y había que darle de beber y de fumar a la boca, al café solía ir un legionario cubano y medio mulato, también ciego, que se pasaba las horas muertas tarareando un son cuyo estribillo decía: como soy de Vuelta Abajo trabajo con el carajo, Chomín era buena persona y daba pena y Raimundo el de los Casandulfes le leía el periódico Nueva Rioja, lo malo fue la tarde en que quiso ir de putas, se conoce que se puso cachondo de pensamiento, la casa está al otro lado del río, entre el matadero y la fábrica de electricidad, la casa de la Leonor, hay sólo dos putas, la Urbana y la Modesta, que son hijas suyas y están muy delgadas y tristes, toman Tricalcine, al padre se lo fusilaron porque era de la UGT, en casa de la Leonor se recibe en la cocina y no hay más que una alcoba llena de estampas, da como aprensión, el Perpetuo Socorro, Santa Rita de Casia, la Inmaculada Concepción, el Sagrado Corazón de Jesús, la Virgen del Pilar, San José con su varita de nardos, el Niño Jesús de Praga, también hay una cama de hierro, dos mesillas de noche, una silla, una banqueta, un despertador, un orinal, un aguamanil y un bidet portátil, las tabletas de permanganato las guardan en una sopera, Urbana y Modesta se echaron a llorar y no quisieron ocuparse con Chomín.

– No, no, da no sé qué, el pobre no tiene ni con qué agarrarse.

La Leonor le dijo a Raimundo el de los Casandulfes.

– Son jóvenes y aún no han aprendido a aguantar pero tú no te preocupes, esta criatura no se va a ir así, descuida, yo me encargaré de él, como es ciego no pondrá reparos, ya verás, espera a que me lave un poco y me eche colonia.

Celso Masilde, Chapón, está en Logroño, es soldado del regimiento de infantería Bailen n.° 24. Chapón anduvo después en la guerrilla, primero con la partida del Bailarín y después con Benigno García Andrade, Foucellas, muchos piensan que lo mataron en el monte hacia 1950 o 51 en una emboscada que les tendió la guardia civil pero no es verdad, yo estuve con él en Tucupita, capital del Territorio Delta Amacuro, Venezuela, en 1953, Chapón se había casado con una gorda riquísima, Flor de Perla Araguapiche, y se entretenía en clasificar los peces del Orinoco. Raimundo el de los Casandulfes y su primo se vieron envueltos en el lío que se formó en el economato del hospital, donde desaparecieron más de cuarenta quesos, el coronel estaba furioso.

– A esta morralla hay que escarmentarla, que le den el alta a todos los que se puedan mover, situación cura ambulatoria, ¡que se jodan!

Raimundo el de los Casandulfes y su primo se encontraron en la calle sin comerlo ni beberlo.

– Esto no es justo -le decían a sor Catalina-, nosotros no tenemos nada que ver con el robo de los dichosos quesos y ahora nos echan a la calle por ladrones y sin estar curados, lo peor es que el coronel no quiere ni recibirnos.

– Paciencia, muchachos, en la mili hay que tener paciencia y saber aguantar.

El novio de Clarita, la hija de don Jesús Manzanedo, se llamaba Ignacio Araujo Cid y era empleado del Banco Pastor, sección créditos personales, cuando don Jesús empezó a anotar asientos en su libreta, a Ignacio le entró grima y se fue voluntario, lo mataron a poco de llegar al frente. Raimundo el de los Casandulfes y su primo se metieron en el café Los Dos Leones.

– De momento lo mejor será buscar una fonda, después Dios dirá, a mí me queda algún dinero, podemos decir a Moncha que nos haga un giro, bueno ya veremos si los cuartos nos alcanzan o no.

Raimundo el de los Casandulfes y su primo no estaban curados, es cierto, pero se podían bandear, la cosa tampoco era alarmante, a las dos o tres horas estaban ya instalados en la fonda La Estellesa, propiedad de doña Paula Ramírez, en la calle de Herrerías justo al lado de pompas fúnebres Pastrana, pensión completa 2,75 pts. incluido lavado de ropa.

– Aquí vamos a estar bien, ya verás.

Robín Lebozán se pasa las tardes en casa de la señorita Ramona, los dos se sienten culpables de lo que no tienen culpa, esto sucede a veces y el único remedio es dejar pasar el tiempo.