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Al día siguiente la barca de noé tocó tierra. Entonces se oyó la voz de dios, Noé, noé, sal del arca con tu mujer y tus hijos y las mujeres de tus hijos, retira también del arca a los animales de todas las especies que contigo van, las aves, los cuadrúpedos, todos los reptiles que reptan por la tierra, a fin de que se expandan por el mundo y por todas partes se multipliquen. Hubo un silencio, después la puerta del arca se abrió lentamente y los animales comenzaron a salir. Salían, salían y no acababan de salir, unos grandes, como el elefante y el hipopótamo, otros pequeños, como la lagartija y el grillo, otros de tamaño medio, como la cabra y la oveja. Cuando las tortugas, que fueron las últimas, se apartaban, lentas y compenetradas como está en su naturaleza, dios llamó, Noé, noé, por qué no sales. Caín, saliendo del oscuro interior del arca, apareció en el umbral de la gran puerta, Dónde están noé y los suyos, preguntó el señor, Por ahí, muertos, respondió caín, Muertos, cómo muertos, por qué, Menos noé, que se ahogó por su libre voluntad, a los otros los he matado yo, Cómo te atreves, asesino, a contrariar mi proyecto, así me agradeces el haberte salvado la vida cuando mataste a abel, preguntó el señor, El día en que alguien te colocara ante tu verdadero rostro tenía que llegar, Entonces la nueva humanidad que yo había anunciado, Hubo una, no habrá otra y nadie la echará de menos, Caín eres, el malvado, el infame asesino de su propio hermano, No tan malvado e infame como tú, acuérdate de los niños de sodoma. Hubo un gran silencio. Después caín dijo, Ahora ya puedes matarme, No puedo, la palabra de dios no tiene vuelta atrás, morirás de muerte natural en la tierra abandonado y las aves de rapiña vendrán y te devorarán la carne, Sí, después de que tú me hayas devorado primero el espíritu. La respuesta de dios no llegó a ser oída, también se perdió lo que dijo caín, lo lógico es que hayan argumentado el uno contra el otro una vez y muchas más, aunque la única cosa que se sabe a ciencia cierta es que siguieron discutiendo y que discutiendo están todavía. La historia ha acabado, no habrá nada más que contar.

José Saramago

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José Saramago nació en Azinhaga (Portugal) en 1922. Antes de responder a la llamada de la literatura trabajó en diversos oficios, desde cerrajero o mecánico, hasta editor. En 1947 publicó su primera novela, Tierra de pecado, ahora reeditada en Portugal, coincidiendo con los cincuenta años de su aparición. Pese a las críticas estimulantes que entonces recibió, el autor decidió permanecer sin publicar más de veinte años porque, como él afirma ahora «quizá no tenía nada que decir». Sin embargo, a finales de los sesenta se presentó con dos libros de poemas: Os poemas possiveis y Provavelmente alegría (parte de un ciclo que completaría en 1975 con O ano de 1993). Puede que la demorada publicación de sus textos sea el motivo por el que numerosos críticos lo consideran un «autor tardío». Y quizá sea cierto, aunque ello en modo alguno vaya en contra de una cuestión mucho más importante: Saramago es dueño de un mundo propio, minuciosamente creado, libro a libro, y su obra lleva muchos años situándolo en el primer plano literario de su país. Ya sus primeras publicaciones en prosa -Manual de pintura y caligrafía (1977) y Alzado del suelo (1980),- lo acreditan como un autor de indiscutible originalidad, por su controvertida visión de la historia y de la cultura.

No obstante, la celebridad y el reconocimiento a escala internacional le llegan con la aparición en 1982 de su ya legendaria novela Memorial del convento, a la que siguió El año de la muerte de Ricardo Reis. En esta última, su precisa y sentimental indagación del universo de Fernando Pessoa -a través de uno de sus heterónimos- se convierte casi de inmediato en una obra «de culto», que cruza todas las fronteras. El trabajo narrativo de José Saramago goza desde entonces de una admiración sin límites, que cada nuevo título va confirmando: La balsa de piedra (1986), Historia del cerco de Lisboa (1989), El evangelio según Jesucristo (1991), Casi un objeto (1994), Viaje a Portugal (1995) o Ensayo sobre la ceguera (1996). Todos estos textos -que suscitan tantos elogios como reñidos debates- consagran a José Saramago como una de las principales figuras de la literatura de este siglo.

Distinguido por su labor con numerosos galardones y doctorados honoris causa (por las Universidades de Turín, Sevilla, Manchester, Castilla-La Mancha y Brasilia), José Saramago ha logrado compaginar sus viajes y su labor literaria con su amor a Lisboa y sus estancias en Lanzarote, lugares en los que reside alternativamente y donde lleva adelante su búsqueda artística de todo aquello que la historia no recoge, sustrayéndolo al conocimiento del hombre. Algo que señala con justificada reiteración en Cuadernos de Lanzarote, verdadera autobiografía espiritual donde Saramago subraya las líneas maestras que guían su escritura.

Ha recibido el Premio Camoes, equivalente al Premio Cervantes en los países de lengua portuguesa.

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