Изменить стиль страницы

– Se trata de ahorrar dinero. Es así de sencillo.

– La sección de cultura tiene tres puestos vacantes. En la de economía falta una persona. En la práctica, la redacción de asuntos jurídicos no existe: allí lo que hay es un jefe de redacción que va cogiendo reporteros de la redacción general para cada trabajo. Etcétera. El SMP lleva al menos ocho años sin efectuar una cobertura seria ni de las instituciones ni de las autoridades oficiales. Ahí dependemos totalmente de los freelance y del material que produce la agencia TT… y, como ya sabes, hace años que la TT cerró la redacción especializada en esos temas. En otras palabras, no hay ni una sola redacción en toda Suecia que se ocupe de las autoridades y de las instituciones del Estado.

– La prensa escrita se encuentra en una situación delicada…

– La realidad es ésta: o se cierra inmediatamente el SMP o la junta se decanta por una solución ofensiva. Cada vez tenemos menos empleados, y los que quedan se ven obligados a producir cada vez más textos. Los artículos son pésimos, superficiales y sin ninguna credibilidad. Por lo tanto, la gente deja de leer el SMP.

– No lo entiendes…

– Ya me he cansado de oír que no lo entiendo. No soy una becaria que ha venido aquí para que la entretengan.

– Pero tu propuesta es una locura.

– ¿Por qué?

– Estás proponiendo que el periódico deje de ser una empresa que obtenga beneficios.

– Oye, Sellberg, durante este año les vas a entregar unos enormes dividendos a los veintitrés accionistas del diario. A eso hay que sumarle unas bonificaciones completamente absurdas que van a recibir nueve personas de la junta directiva y que le costarán al periódico cerca de diez millones de coronas. Te has asignado a tí mismo una bonificación de cuatrocientas mil coronas como premio por haber administrado los recortes del SMP. Es cierto que no es nada en comparación con las bonificaciones que han rapiñado algunos directores de Skandia, pero para mí no vales ni un solo céntimo. Las bonificaciones deben entregarse cuando alguien hace algo que fortalece al SMP. En realidad tus recortes han debilitado al periódico y han incrementado la crisis.

– Eso es muy injusto. La junta ha aprobado cada una de las medidas que he tomado.

– La junta ha aprobado tus medidas porque le garantizas un reparto de dividendos cada año. Eso tiene que acabar ya. Ahora mismo.

– ¿Hablas en serio cuando propones que la junta elimine todos los dividendos de las acciones y todas las bonificaciones? ¿Y crees que los accionistas van a aceptarlo?

– Lo que propongo es que este año se adopte un sistema de cero beneficios. Supondría un ahorro de casi veintiún millones y la posibilidad de reforzar la plantilla y la economía del SMP. También propongo una reducción del salario de los jefes. Yo cobro al mes ochenta y ocho mil coronas, algo que es un auténtico disparate para un periódico que ni siquiera se pueda permitir cubrir las vacantes de la redacción de deportes.

– O sea, ¿que quieres bajarte el sueldo? ¿Estás abogando por una especie de comunismo salarial?

– No digas chorradas. Incluyendo tus bonificaciones anuales, tu sueldo es de ciento doce mil coronas al mes. Es demencial. Si el periódico tuviera estabilidad y reportara unos tremendos beneficios no me importaría que entregaras los dividendos que quisieras. Pero este año no es precisamente el mejor momento para que te aumentes la bonificación. Mi sugerencia es que se reduzcan a la mitad todos los salarios de la dirección.

– Creo que no entiendes que si nuestros accionistas son accionistas, es porque quieren ganar dinero. Se llama capitalismo. Si tu idea es que pierdan dinero, ya no querrán ser accionistas.

– Mi idea no es que pierdan dinero, aunque también se podría llegar a esa situación. La propiedad conlleva una responsabilidad. Como bien señalas, estamos hablando de capitalismo. Los propietarios del SMP quieren obtener beneficios. Pero son las leyes del mercado las que dictan si habrá beneficios o pérdidas. Con tu razonamiento lo que consigues es que las reglas del capitalismo se apliquen de modo selectivo a los empleados del SMP, pero no a los accionistas ni a ti mismo.

Sellberg suspiró y, elevando la vista, puso los ojos en blanco. Desamparado, buscó a Borgsjö con la mirada. Este estudiaba pensativamente el programa con los nueve puntos de Erika Berger.

Monica Figuerola esperó durante cuarenta y nueve minutos a que Göran Mårtensson y esa persona desconocida que lo acompañaba salieran del portal de Bellmansgatan 1. Cuando echaron a andar cuesta arriba, en dirección a ella, Monica levantó su Nikon con teleobjetivo de 300 milímetros e hizo dos fotos. Dejó la cámara en la guantera y, al ponerse a mirar el mapa de nuevo, alzó casualmente la vista. Abrió los ojos de par en par. En lo alto de Bellmansgatan, justo al lado de la puerta de Mariahissen, había una mujer morena grabando a Mårtensson y a su cómplice con una cámara digital. ¿Qué coño es esto…? ¿Se está celebrando algún congreso de espías en Bellmansgatan?

Mårtensson y el hombre desconocido se separaron en lo alto de la cuesta sin intercambiar ni una sola palabra. Mårtensson se dirigió hacia Tavastgatan para coger su coche. Arrancó, se incorporó al tráfico y desapareció del campo de visión de Monica Figuerola.

Monica miró por el retrovisor y se encontró con la espalda del hombre del mono azul. Levantó la mirada y vio que la mujer de la cámara había dejado de filmar y que venía hacia ella pasando por delante de Laurinska huset.

¿Cara o cruz? Ya sabía quién era Göran Mårtensson y a qué se dedicaba. Tanto el hombre del mono azul como la mujer de la cámara eran caras desconocidas. Pero si salía del coche corría el riesgo de ser descubierta por la mujer.

Se quedó quieta. Por el retrovisor vio al hombre del mono azul girar a la izquierda y adentrarse en Brännkyrkagatan. Esperó a que la mujer de la cámara llegara al cruce, pero ésta, en vez de seguir al hombre del mono, giró 180 grados y empezó a caminar cuesta abajo en dirección a Bellmansgatan 1. Mónica Figuerola le echó unos treinta y cinco años. Tenía el pelo moreno y corto y vestía vaqueros oscuros y cazadora negra. En cuanto bajó la cuesta un poco, Monica Figuerola abrió de golpe la puerta del coche y salió corriendo hacia Brännkyrkagatan. No pudo ver al hombre del mono. Un segundo después, una furgoneta Toyota, que estaba aparcada junto a la acera, arrancó y se incorporó al tráfico. Monica Figuerola vio a un hombre de medio perfil y memorizó la matrícula. De todos modos, aunque perdiera la matrícula no sería difícil rastrearlo. En los laterales del vehículo se podía leer «Cerrajería Lars Faulsson» y había un número de teléfono.

No hizo ningún intento de volver a su coche para seguir a la Toyota. En su lugar, volvió andando a paso lento. Llegó a lo alto de la cuesta justo a tiempo para ver a la mujer de la cámara entrando en el portal del edificio donde se hallaba el apartamento de Mikael Blomkvist.

Se sentó en el coche y apuntó tanto la matrícula como el número de teléfono de la cerrajería de Lars Faulsson. Luego se rascó la cabeza: qué tráfico más misterioso había en torno al domicilio de Mikael Blomkvist. Acto seguido, levantó la mirada hacia el tejado del inmueble de Bellmansgatan 1. Sabía que Mikael Blomkvist vivía en un ático, pero según los planos de la oficina municipal de urbanismo estaba ubicado en la parte trasera del inmueble y tenía unas ventanas abuhardilladas que daban a la bahía de Riddarfjärden y a Gamla Stan. Una vivienda exclusiva en un barrio histórico. Se preguntó si Blomkvist sería uno de esos arrogantes nuevos ricos.

Tras nueve minutos de espera, la mujer de la cámara salió del portal. En lugar de subir la cuesta hasta Tavastgatan, siguió bajando y giró a la derecha doblando la esquina del Pryssgränd. «Mmm.» Como tuviera un coche aparcado en Pryssgränd, Monica Figuerola ya estaba perdida. Pero si se fuera andando, sólo podría salir de aquel fregado de un único modo: subiendo a Brännkyrkagatan por Pustegränd, cerca de Slussen.