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Lisbeth Salander se apoyó contra la almohada y siguió la conversación con una sonrisa torcida. Se preguntó por qué ella, a la que le costaba tanto hablar de sí misma con gente a la que veía cara a cara, podía confiarle, sin la menor preocupación, sus secretos más íntimos a una pandilla de chalados completamente desconocidos de Internet. Pero la verdad era que si Lisbeth Salander tenía una familia y se sentía parte integrante de un grupo, era junto a esos locos. En realidad, ninguno de ellos tenía posibilidades de ayudarla con sus problemas con el Estado sueco. Pero ella sabía que si hiciera falta, dedicarían un tiempo y una energía considerables a unas apropiadas manifestaciones de fuerza. A través de esta red de contactos también podía conseguir escondites en el extranjero. Fue gracias a los contactos de Plague en la red como logró hacerse con un pasaporte a nombre de Irene Nesser.

Lisbeth ignoraba por completo el aspecto de los ciudadanos de Hacker Rep y no tenía más que una vaga idea de a lo que se dedicaban fuera de la red: su imprecisión a la hora de referirse a sus identidades era notoria. Por ejemplo, SixOfOne afirmaba que era un ciudadano americano negro de origen católico y residente en Toronto, Canadá. Pero igual podría ser una mujer blanca luterana residente en Skövde.

Al que mejor conocía era a Plague: fue él quien la introdujo en la familia, y nadie podía ser miembro de este exclusivo grupo sin una buena recomendación. Además, todo aquel que entrara debía conocer en persona a otro ciudadano: en el caso de Lisbeth, Plague.

En la red, Plague era un ciudadano inteligente y con buenas aptitudes sociales. En la realidad, se trataba de un asocial y extremadamente obeso treintañero de Sundbyberg que cobraba una pensión de invalidez. No se lavaba lo suficiente -ni de lejos-, y su piso olía a tigre. Lisbeth no solía visitarlo muy a menudo que digamos. Ya tenía bastante con relacionarse con él en la red.

Mientras seguían chateando, Wasp fue descargando los archivos de los correos electrónicos que habían llegado a su buzón particular de Hacker Rep. Uno de ellos procedía de un miembro llamado Poison y contenía una versión mejorada de su programa Asphyxia I.3, que Lisbeth había colocado en el Archivo para que fuera accesible a todos los ciudadanos de la república. Asphyxia era un programa con el cual se podían controlar los ordenadores de otras personas en Internet. Poison le comentaba que lo había usado con éxito y que su versión actualizada incluía las últimas versiones de Unix, Apple y Windows. Lisbeth le respondió dándole las gracias por la nueva versión.

Durante la siguiente hora, mientras empezaba a hacerse de noche en Estados Unidos, otra media docena de citizens entraron on-line, le dieron la bienvenida a Wasp e intervinieron en el debate. Cuando Lisbeth finalmente se dispuso a salir, la discusión versaba sobre si se podría manipular el ordenador del primer ministro sueco de modo que enviara correos educados pero completamente disparatados a otros jefes de gobierno del mundo. Para abordar la cuestión se creó un grupo de trabajo. Lisbeth se despidió con una breve intervención:

– Seguid hablando, pero no hagáis nada sin mi visto bueno. Volveré cuando pueda.

Todos le mandaron besos y abrazos y la instaron a que se cuidara el agujero de la cabeza.

Cuando Lisbeth abandonó Hacker Republic entró en www.yahoo.com para luego ir hasta el foro privado [La_Mesa_Chalada]. Descubrió que sólo tenía dos miembros: ella y Mikael Blomkvist. El buzón contenía un solo mensaje que había sido enviado dos días antes. Llevaba el título de [Lee esto primero].

Hola, Sally. La situación es la siguiente:

• La policía no ha dado aún con tu casa y no dispone del DVD con la violación de Bjurman. El disco constituye una prueba muy contundente pero no quiero dárselo a Annika sin tu consentimiento. También tengo las llaves de tu casa y el pasaporte a nombre de Irene Nesser.

• En cambio, la policía tiene la mochila que te llevaste a Gosseberga. No sé si contiene algo inapropiado.

Lisbeth reflexionó un instante. Bueno, pues no mucho: un termo de café medio vacío, unas manzanas y una muda. Nada por lo que preocuparse.

Te van a procesar por un delito de lesiones graves y por el intento de homicidio de Zalachenko, así como por otro delito de lesiones graves contra Carl-Magnus Lundin, de Svavelsjö MC, en Stallarholmen. Es decir: por pegarle un tiro en el pie y partirle la mandíbula de una patada. Sin embargo, una fuente fiable de la policía afirma que, en ambos casos, las pruebas resultan algo vagas. Lo siguiente es importante:

(1) Antes de que mataran a Zalachenko, él lo negó todo y dijo que tenía que haber sido Niedermann el que te disparó y te enterró en el bosque. Te denunció por intento de homicidio. El fiscal va a insistir en que es la segunda vez que intentas matar a Zalachenko.

(2) Ni Magge Lundin ni Sonny Nieminen han dicho una sola palabra de lo ocurrido en Stallarholmen. Lundin está detenido por el secuestro de Miriam Wu. Nieminen está libre.

Lisbeth sopesó las palabras de Mikael y se encogió de hombros. Todo eso ya lo había hablado con Annika Giannini. Era una situación pésima, pero nada novedosa. Ya había dado cuenta con toda franqueza de lo sucedido en Gosseberga, aunque se había abstenido de entrar en detalles sobre Bjurman.

Durante quince años estuvieron protegiendo a Zalá sin importarles prácticamente lo que hiciera. Muchas carreras se forjaron aprovechándose de la importancia de Zalachenko. En numerosas ocasiones fueron detrás de él limpiando sus fechorías. Todo eso constituye una actividad delictiva. Las autoridades suecas, por consiguiente, han contribuido a ocultar delitos cometidos contra algunos individuos.

Si esto sale a la luz, se armará un escándalo político que salpicará tanto a gobiernos socialdemócratas como a gobiernos no socialistas. Pero lo más importante es que unas cuantas personas de la Säpo serán denunciadas por haber apoyado actividades delictivas e inmorales. Aunque los delitos ya han prescrito, el escándalo va a ser inevitable: se trata de pesos pesados que ya se han jubilado o que están a punto de hacerlo.Harán todo lo posible para reducir daños y ahí es donde tú te vas a convertir, una vez más, en una pieza de la partida. En esta ocasión, sin embargo, no sacrificarán a ningún peón; ahora están obligados a actuar para poder limitar los daños y salvar el pellejo. De modo que te tienen que neutralizar.

Pensativa, Lisbeth se mordió el labio inferior.

Lo que pasa es lo siguiente: saben que no van a poder guardar el secreto sobre Zalachenko mucho más tiempo. Yo conozco la historia y soy periodista. Saben que, tarde o temprano, la publicaré. Ya no tiene tanta importancia, porque está muerto. Pero ahora luchan por su propia supervivencia. Por eso, los siguientes puntos ocupan un puesto destacado en su orden de día:

(1) Tienen que convencer al tribunal de primera instancia (o sea, a la opinión pública) de que la decisión de encerrarte en Sankt Stefan en 1991 fue una decisión justificada: que estabas realmente enferma psíquicamente.

(2) Tienen que separar «el asunto Lisbeth Salander» del «asunto Zalachenko». Intentan hacerse con una posición desde la que poder decir «Sí, claro que Zalachenko era un hijo de puta, pero eso no tiene nada que ver con la decisión de encerrar a su hija. Ella fue recluida porque era una enferma mental; cualquier otra afirmación son imaginaciones morbosas de periodistas amargados. No, no hemos ayudado a Zalachenko a ocultar ningún delito: eso son sólo tonterías y fantasías de una adolescente psíquicamente enferma».

(3) El problema es, por supuesto, que si te absuelven en el juicio, el tribunal estará diciendo que no estás loca, lo que, en consecuencia, constituiría una prueba de que en tu internamiento de 1991 hubo algo raro. Así que, cueste lo que cueste, harán lo que sea para que te condenen a reclusión forzosa en el psiquiátrico. Si el tribunal determina que eres una enferma mental, el interés de los medios de comunicación por seguir hurgando en el asunto Salander disminuirá. Los medios funcionan así. ¿Me sigues?