Изменить стиль страницы

Torsten Edklinth le había dicho que no levantara olas. Preguntar al jefe administrativo podría ser sinónimo de tirar una piedra muy grande en un pequeño estanque.

Erika Berger suspiró aliviada cuando, poco después de las diez y media de la mañana del lunes, se sentó tras la mesa de su cubo de cristal. Necesitaba imperiosamente la taza de café que acababa de traerse de la máquina. Había pasado las primeras horas de trabajo en dos reuniones. La primera había sido una reunión matinal de quince minutos en la que el secretario de redacción Peter Fredriksson trazó las directrices de trabajo de ese día. Ante la escasa confianza que le inspiraba Anders Holm, Erika se vio obligada a fiarse cada vez más del juicio de Fredriksson.

La otra fue una reunión de una hora de duración con el presidente de la junta directiva, Magnus Borgsjö, el jefe de asuntos económicos del SMP, Christer Sellberg, y el responsable del presupuesto, Ulf Flodin. La reunión versó sobre el descenso del mercado publicitario y la bajada de ventas del periódico. Tanto el responsable del presupuesto como el jefe de asuntos económicos se mostraron de acuerdo en que había que tomar medidas para reducir el déficit del SMP.

– El primer trimestre de este año nos hemos mantenido a flote gracias a una ligera subida del mercado publicitario y a la jubilación de dos colaboradores. Sus puestos quedan vacantes -dijo Ulf Flodin-. Es muy probable que consigamos acabar el actual trimestre con un déficit muy pequeño. Pero no cabe duda de que los periódicos gratuitos Metro y Stockholm City siguen comiéndose el mercado publicitario de Estocolmo. El único pronóstico que podemos ofrecer para el tercer trimestre es que tendrá un claro déficit.

– ¿Y cómo hacemos frente a eso? -preguntó Borgsjö.

– La única alternativa razonable son los recortes. No reducimos la plantilla desde el año 2002. Pero calculo que antes de fin de año nos veremos obligados a prescindir de al menos diez puestos.

– ¿Cuáles? -preguntó Erika Berger.

– Tenemos que actuar según el principio del corta-quesos y quitar un puesto aquí y otro allá. La redacción de deportes tiene ahora seis puestos y medio. Habrá que reducir la plantilla a cinco empleados a jornada completa.

– Si no me equivoco, la redacción de deportes va de cabeza. Eso significa que habrá que reducir la cobertura de deportes.

Flodin se encogió de hombros.

– Si a alguien se le ocurre otra propuesta mejor, soy todo oídos.

– No tengo nada mejor que proponer, pero lo cierto es que si reducimos personal, no nos quedará más remedio que hacer un periódico más fino, y si hacemos un periódico más fino, el número de lectores disminuirá y, con ello, también el número de anunciantes.

– El eterno círculo vicioso -dijo Sellberg, el jefe de asuntos económicos.

– Me habéis contratado para que le dé la vuelta a esta situación. Para lograrlo voy a apostar fuerte por mejorar el periódico y hacerlo más atractivo para los lectores. Pero eso no será posible si me tengo que dedicar a cortar cabezas.

Se dirigió a Borgsjö.

– ¿Cuánto tiempo puede seguir haciendo aguas el periódico? ¿Cuánto déficit podemos soportar antes de que nos vayamos a pique?

Borgsjö frunció los labios.

– Desde principios de los años noventa, el SMP se ha ido comiendo una gran parte de los antiguos fondos. Tenemos una cartera de acciones que ha reducido su valor en más de un treinta por ciento a lo largo de los últimos diez años. Se ha invertido mucho dinero en tecnología informática. O sea, que hemos tenido unos gastos enormes.

– He visto que el SMP ha desarrollado un sistema propio de edición de textos, el AXT. ¿Cuánto costó eso?

– Unos cinco millones de coronas.

– Pues no le veo la lógica. Hoy en día tienes en el mercado programas muy baratos. ¿Por qué el SMP ha apostado por invertir tanto dinero en desarrollar los suyos propios?

– Bueno, Erika… no sé qué decirte. Fue el anterior jefe técnico el que nos convenció. Él decía que, a la larga, resultaría más barato y que, además, el SMP podría luego vender licencias del programa a otros periódicos.

– ¿Y alguien lo ha comprado?

– Sí, la verdad es que sí. Un periódico local de Noruega.

– Fantástico -dijo Erika Berger con una voz seca-. Siguiente cuestión: estamos usando PC que tienen más de cinco o seis años…

– Por este año queda descartado invertir en nuevos ordenadores -dijo Flodin.

La reunión continuó. Erika empezó a ser consciente de que Flodin y Sellberg ignoraban sus objeciones y propuestas. Para ellos sólo había que hablar de recortes; algo que resultaba comprensible desde el punto de vista de un responsable de presupuesto y un jefe de asuntos económicos, pero inaceptable para la visión de una redactora jefe recién entrada. Sin embargo, lo que a ella le molestaba de verdad era que rechazaran constantemente sus argumentos con amables sonrisas que la hacían sentirse como una colegiala dando cuenta de sus deberes. Sin pronunciar ni una sola palabra inapropiada, los dos adoptaban una actitud tan estereotipada hacia ella que hasta le resultaba divertido. No te estrujes el cerebro con cosas tan complicadas, nena.

Borgsjö tampoco resultó de gran ayuda. Él se mantuvo a la espera y dejó que los demás participantes de la reunión terminaran de hablar; pero Erika no vio en él esa actitud paternalista.

Suspiró, conectó su laptop y abrió el correo electrónico. Había recibido diecinueve correos. Cuatro de ellos eran spam de alguien que quería (1) que comprara Viagra, (2) ofrecerle cybersexo con The sexiest Lolitas on the net a cambio de una modesta suma de cuatro dólares americanos por minuto, (3) hacerle una oferta algo más fuerte de Animal Sex, the Juiciest Horse Fuck in the Universe, y (4) que se suscribiera a mode.nu, un newsletter producido por una empresa basura que inundaba el mercado de anuncios y que no paraba de mandar esa mierda por mucho que ella les avisara de que no le interesaban sus ofertas promocionales. Otros siete correos consistían en las llamadas «cartas de Nigeria», remitidas por la viuda del ex jefe del Banco Nacional de Abu Dhabi, que le ofrecía fantásticas sumas de dinero; bastaba con que estuviera dispuesta a contribuir con un capital menor para crear confianza, y otras chorradas por el estilo.

Los restantes mails estaban compuestos por la agenda matinal; la de mediodía; tres correos del secretario de redacción Peter Fredriksson, que la ponía al tanto del desarrollo de la principal noticia del día; un correo de su asesor fiscal personal, que quería concertar una reunión para hablar de los cambios de su sueldo tras haberse pasado de Millennium al SMP, así como un correo de su higienista dental, que le recordaba que ya le tocaba hacerse su chequeo trimestral. Apuntó la hora en su agenda electrónica y se dio cuenta de que iba a tener que cancelarla porque para ese día tenía fijada una importante reunión con la redacción.

Por último abrió un correo cuyo remitente era [email protected] y el asunto [Para el conocimiento de la redactora jefe]. Dejó lentamente la taza de café.

[¡PUTA! ¿QUIÉN COÑO TE CREES QUE ERES, MALDITA ZORRA? NO VENGAS AQUÍ TODA CHULA. ¡QUE TE DEN POR EL CULO CON UN DESTORNILLADOR, PUTA! CUANTO ANTES TE LARGUES DE AQUÍ MEJOR.]

Erika Berger levantó automáticamente la mirada y buscó al jefe de Noticias Anders Holm. No estaba en su sitio y no lo veía por la redacción. Volvió a mirar quién lo mandaba y luego levantó el auricular y llamó a Peter Fleming, jefe técnico del SMP.

– Hola. ¿A quién pertenece la dirección [email protected]?

– A nadie. Esa dirección no es del SMP.

– Pues acabo de recibir un correo con ese remite.

– Es falso. ¿Tiene un virus?

– No. O al menos el programa antivirus no se ha activado.

– Vale. La dirección no existe. Pero es muy fácil falsificar una dirección para que parezca auténtica. En la red hay páginas web mediante las cuales puedes enviar ese tipo de correos.