Изменить стиль страницы

Los dedos de Plummer, con su enorme anillo, soltaron el volante en un gesto negativo, un ademán peculiarmente afeminado.

– Cielos, no, mi estimado; nada tan melodramático como eso. Siendo el alma misma del candor, le diré que el dominee y yo hemos encontrado un interés común… específicamente el proyecto de la nueva Biblia que se está trabajando detrás de los muros del «Gran Hotel Krasnopolsky». Ambos tenemos diferentes razones para querer averiguar lo que podamos antes de que el doctor Deichhardt se la dosifique a cucharadas a las masas. Yo veo que puedo ayudar al dominee De Vroome en este asunto, en forma discreta, pasándole algunos informes, pequeñeces, las migajas que un periodista siempre se las arregla para recoger. A cambio de eso, yo espero que el dominee me ayudará de otra manera importante… proporcionándome en exclusiva la historia completa para que yo la publique en todo el mundo antes de que ustedes lleven a cabo su anuncio -Plummer le ofreció a Randall una enfermiza sonrisa de conejo-. Lamento que esto no le haga gracia, pero, mi amigo, c'est la guerre.

La franqueza de Plummer le pareció a Randall más divertida que molesta.

– Usted está muy seguro de que su amigo De Vroome le podrá servir nuestras cabezas en una fuente, ¿no es verdad?

Plummer volvió a exhibir su furtiva sonrisa.

– Estoy muy seguro.

– Bueno, cuando menos nos ha puesto sobre aviso.

– Los campos de juego de Eton y todo lo demás -y luego añadió, sin sonreír-: Por cualquier otra cosa que pudiera usted pensar de mí, yo soy un caballero, señor Randall, y el dominee De Vroome también lo es.

– Sí, De Vroome -dijo Randall-. Sé muy poco acerca le él. ¿Qué cosa es, oficialmente? ¿Jefe de la Iglesia Reformista Holandesa?

– No hay un jefe oficial de la Nederlands Hervormd Kerk… la Iglesia Reformista Holandesa. Los cuatro o cinco millones de protestantes que hay en este país eligen, a través de 1466 parroquias en 11 provincias, 54 representantes (algunos de ellos ministros, otros presbíteros) que conforman el sínodo. Podría decirse que el sínodo encabeza a la Iglesia holandesa, pero en la realidad no es así. Sus miembros integrantes son testigos, no obispos. El dominee De Vroome suele decir que el sínodo no es la autoridad, sino la conciencia de la Iglesia.

Aquí, la Iglesia gira en torno a la comunidad; para un inglés o un norteamericano resultará casi anarquista. El dominee De Vroome fue elegido por el consejo eclesiástico de esta comunidad para encabezar una sola iglesia local, la más importante en Holanda, cierto, pero tan sólo una iglesia. Me ha dicho una y. otra vez que él no tiene ninguna autoridad especial, ni siquiera en su propia iglesia. Su único poder se deriva de su personalidad. Sus deberes fundamentales son el de hablar bien y escuchar bien, y nunca olvidarse de que su iglesia realmente pertenece a los feligreses. Le digo todo esto para que usted comprenda al hombre que está a punto de conocer.

– Usted lo describe como si fuera un simple pastor parroquial -dijo Randall-. A mí me han dicho que él es el líder del Movimiento Cristiano Reformista Radical, y que tiene miles de seguidores eclesiásticos y laicos en todo el mundo.

– Eso también es cierto -concedió Plummer-, pero no contradice lo que yo le he dicho. A nivel nacional, el dominee lleva tanta responsabilidad como un campesino. Y este mismo hecho (que en la práctica él es lo que predica, la encarnación de una fe profunda de los fieles) es lo que lo hace rey en el extranjero. En cuanto a que se le considere radical, el concepto se expresa ominosamente. Un radical es simplemente aquel que desea hacer cambios inmediatos, fundamentales y drásticos dentro del orden existente. En ese sentido, sí, el reverendo De Vroome es un líder radical de la Iglesia.

Plummer señaló por encima del volante.

– Ahí está su cuartel general, la Westerkerk, consagrada en 1631, construida en cruz al estilo neoclásico, y quizá la torre más alta de Amsterdam. Bastante fea, ¿verdad? Pero es la primera iglesia de Holanda (allí contrae nupcias la realeza holandesa), y la presencia de De Vroome probablemente hace de ella la primera iglesia del protestantismo.

Plummer se estacionó en el Westermarkt, y Randall esperó en la plaza mientras el inglés cerraba con llave su «Jaguar».

Para Randall, el templo de oración que tenía enfrente parecía una enorme casa holandesa coronada por un rígido campanario que se alzaba hacia el cielo. Esa combinación la hacía aparecer simultáneamente amigable e intimidante, exactamente igual que su principal morador, pensó Randall. Al examinar la fachada más detalladamente a la luz de una lámpara, Randall pudo ver que estaba construida con pequeños ladrillos que con el tiempo habían cambiado de rojo a café, y que ahora parecían como sangre coagulada. Randall quedó convencido de que el aspecto total era en realidad intimidante, tal como probablemente lo sería también el dominee De Vroome.

– ¿Qué significa «dominee»? -preguntó Randall a Plummer, que ya se había acercado a él.

– «Señor» -dijo el periodista inglés-. Viene del latín dominus, y en este país es el equivalente de reverendo. A propósito, cuando se dirija a De Vroome, usted también llámelo dominee.

Mientras caminaban hacia la iglesia, Randall dijo:

– De Vroome lo envió a usted para invitarme a venir aquí, y él no sabía si yo aceptaría. ¿Cree usted que me espera?

– Sí, lo espera.

– Y, ¿está usted seguro de no saber de qué quiere hablar conmigo?

– Él no me lo habría dicho a mí, pero se lo dirá a usted -Plummer hizo una pausa-. Aunque puedo imaginármelo.

– No va a tratar de sacarme información a la fuerza, ¿verdad?

– Mi estimado, el dominee no es un ser tan terrible. Puede ser muy persuasivo, pero es pacífico. Me temo que esas interminables películas violentas que pasan por la televisión norteamericana han influido en usted; ¿o es que se ha enterado de esos cadáveres que yacen debajo de la Westerkerk?

– ¿Cuáles cadáveres?

– Ah, ¿no lo sabía? Hace mucho tiempo, los fieles eran inhumados debajo de la iglesia. Eso provocaba tal hedor que los feligreses traían consigo botellas de agua de colonia cada vez que asistían a los servicios religiosos. Más aún, algunos de los ancianos todavía traen sus botellas de perfume, aunque el olor ya ha sido controlado desde hace tiempo. No, señor Randall, a usted no lo enterrarán junto a esos cadáveres -Plummer esbozó una sonrisa dentada y concluyó-: Por lo menos, eso es lo que yo creo.

Randall sintió el impulso de hablar acerca de los rufianes que lo habían atacado durante su primera noche en Amsterdam, en un barrio junto al mismo canal que corría más allá de la Westerkerk, pero decidió no hacerlo.

Se desviaron, alejándose de la enorme puerta oscura tipo español que constituía la entrada principal al templo, y caminaron hacia una pequeña casita holandesa pintada de verde, cuyas ventanas estaban cubiertas con transparentes cortinas blancas y que estaba junto a la iglesia. Subieron cuatro escalones, hasta una puerta que tenía un letrero que decía: COSTERIJ.

– La entrada principal de la iglesia está cerrada -explicó Plummer-. Ésta es la casa del guardián.

La puerta estaba abierta y ambos entraron al vestíbulo.

– Permítame averiguar dónde se encuentra el dominee -dijo Plummer, continuando hacia dentro de la casa y desapareciendo de vista.

Randall escuchó la voz de Plummer y la de una mujer dialogando en holandés, y luego Plummer volvió a aparecer, haciéndole señas para que lo siguiera hacia una puerta grande.

– Está en el templo.

Randall siguió al periodista dentro de la iglesia. El interior era enorme y cavernoso, y sólo uno de los cuatro candiles de bronce que colgaban del abovedado techo se hallaba encendido, dejando a oscuras la mayor parte del templo. Salvo por la tira de alfombra roja que cubría el piso entablado a través del corredor central, formando una cruz con otra tira que se intersecaba en el centro de la iglesia, el recinto daba la impresión de severidad y austeridad. En lugar de bancos, había hileras de sillas tapizadas con terciopelo verde, unidas entre sí para que parecieran como bancos, y todas las filas daban hacia un balcón techado, construido entre columnas de piedra en el centro de este lugar de oración. Randall supuso que ése era el púlpito, la tribuna del predicador.