Y si ella nos rechazaba, pues, bueno, seguíamos llevando las de ganar. En cualquier caso, pensaba que tendríamos la sartén por el mango. Y la seguimos teniendo. Tenemos el cuerpo en nuestro poder. Y eso es lo más importante.
Lo demás vendrá por sus pasos contados. Porque ahora nosotros ocupamos el asiento del conductor y podemos convencerla y lograr que colabore.
Yost empezó a animarse.
– ¿Cómo, Shiv? Por la forma en que ha empezado, no abrigo muchas esperanzas de que cambie y acceda a colaborar. ¿Se te ocurre alguna idea?
– Hay una cosa que siempre las induce a colaborar -dijo Shively con aire de suficiencia-. El miembro. Llámalo la teoría Shively o como gustes. Pero sé por experiencia que éste es el gran igualador.
Una vez lo has metido donde Dios quiere que esté, no hay mujer que te pida las credenciales. ¿Qué cuenta tienes en el banco? ¿Qué estudios universitarios tienes? ¿Qué crédito tienes? ¿Tu árbol genealógico? No, señor, cuando le metes dentro la cosa, la mujer se encarga de corresponder y empieza a amarte y a colaborar y ya no quiere detenerse.
Siempre sucede lo mismo. Y el material que tenemos en el dormitorio no es distinto, tal vez sea un modelo más elegante, pero funciona como las demás. Podéis creerme.
Estableced la conexión y ella colaborar ya podéis estar seguros. Es más, os digo que después no sabremos ni cómo quitárnosla de encima.
A través de las brumas de la droga, Malone se esforzó por comprender la lógica de la teoría de Shively.
– ¿Qué es lo que intentas decirnos exactamente, Shively?
– Te digo que da la casualidad de que hemos logrado apoderarnos del mejor bocado del mundo. En la habitación de al lado tenemos el trasero más jugoso que jamás haya habido. Disponemos de diez días o de dos semanas para gozar de él.
Te digo y te garantizo que una vez nos hayamos acostado con ella, Sharon cederá y gozará también. Y que todo ocurrirá tal como habíamos previsto.
Malone sacudió la cabeza.
– Eso es contrario a las normas -dijo-. Estás volviendo a hablar de violación. Acordamos que eso estaría excluido.
Brunner se apresuró a secundar a Malone.
– Totalmente excluido -dijo-. Todos suscribimos verbalmente un acuerdo inquebrantable. Nada de violencias…Nada de delitos.
– ¿Y qué demonios crees que hemos hecho esta mañana? -preguntó Shively-. No hemos recogido ningún paquete con nuestra camioneta de reparto. Lo que hemos recogido ha sido una persona. Hemos llevado a cabo un secuestro.
– No exactamente -dijo Brunner con expresión alterada-. Quiero decir que llegamos previamente a la conclusión de que el acto de esta mañana podría considerarse desde un punto de vista distinto, siempre y cuando no lo prolongáramos.
Si ella desea que la soltemos y la soltamos sana y salva, el secuestro no tendrá carácter delictivo alguno.
Ella quedará en libertad y nosotros estaremos a salvo. Pero si prolongamos esta situación, si seguimos adelante en contra de su voluntad, entonces se tratará de un delito injustificable que no podremos enderezar.
– Tonterías -dijo Shively-. ¿Cómo podría ella demostrar que lo hicimos y que fuimos nosotros quienes lo hicimos? Tú mismo te mostraste de acuerdo con Adam cuando éste nos dijo que casi resulta de todo punto imposible acusar a alguien de violación.
Además. -Se detuvo mirando a sus compañeros, y prosiguió-: Voy a ser sincero y espero que vosotros también lo seáis.
Si lo pensáis bien, tal como yo he estado haciendo, llegaréis a la conclusión de que el hecho de que hayamos llegado tan lejos significa que estamos dispuestos, en caso necesario a hacer cualquier cosa con tal de conseguir nuestro propósito.
Ninguno de vosotros está dispuesto a salir de aquí sin haber probado por lo menos una vez a esta mujer.
Yost se estaba preparando otro whisky.
– Antes de que hablen los demás, quiero expresar mi opinión al respecto. -Tomó un sorbo-. Ante todo, quiero manifestarle a Shively mi admiración y enhorabuena por haber tenido el valor de mostrarse más sincero que nosotros.
Porque, ¿sabéis una cosa?, Shiv tiene razón en cierto sentido. Ninguno de nosotros ha querido pensar con detenimiento en lo que empezó a hervir en su imaginación desde el primer día. Si hubieran podido sacarse fotografías de lo que pensábamos y sentíamos en nuestro fuero interno, bueno, hubiera quedado bien patente que todos nosotros abrigábamos ciertas dudas y temíamos que una muchacha como ésta jamás nos invitara a acostarnos con ella.
Y, si observáramos más de cerca las fotografías, veríamos que todos nosotros, subconscientemente o no, estábamos dispuestos a tomarla por la fuerza.
– Yo no -dijo Malone-. Ni una sola vez pensé tal cosa.
– Yo tampoco -dijo Brunner.
Yost estaba a punto de replicar pero Shively levantó la mano.
– Muy bien -dijo éste-, admitamos que vosotros dos no lo hayáis pensado.
Pero ahora la situación ha cambiado. Ella es un cuerpo que tenemos en el dormitorio de al lado. Es de verdad. Cosa buena.
Lo único que tenemos que hacer es entrar allí, meterle la mano por debajo del vestido y empezar a acariciar ese manguito multimillonario. Hacedlo y no tendréis que preocuparos por la violación o la no violación.
Hacedlo y podréis montarla a los diez segundos, aunque ella disimule y diga otra cosa. Pensadlo un poco y os daréis cuenta de que os importa un bledo la forma en que lo consigáis.
– A mí sí me importa un bledo -dijo Malone con firmeza.
– A mí también -dijo Brunner haciéndole eco.
– Bueno, bueno -prosiguió Shively-, pero aunque os importe, no dejemos que nos tome el pelo. No hagamos el primo por culpa de nuestros prejuicios acerca de lo que está bien y lo que está mal.
Lo que está bien es aquello que tú consideres que te mereces porque no mereces que se te engañe. Mirad, ya hemos llegado hasta aquí. Lo peor ya ha pasado.
Ya hemos superado la fase más peligrosa. Ahora estamos a salvo. En nuestro mundo. Lo dirigimos nosotros. Podemos hacer lo que queramos como si fuéramos Dios, dictar nuevas normas, nuevas leyes o como queráis llamarlas. Es. ¿cómo la llama Adam? La isla de Crusoe.
– Más a Tierra -dijo Malone.
– Sí, nuestro reino y país particular.
Por eso disfrutamos de la flor y nata de las cosas. Disfrutamos de lo mejor. Si hay un tesoro, es nuestro. Por consiguiente, entramos en este dormitorio que es lo que siempre hemos soñado junto con los demás pelagatos.
Sólo que ahora ya no somos unos pelagatos. Estamos al mando y lo que hay aquí nos pertenece en exclusiva. Imaginaos a Elizabeth Taylor o a Marilyn Monroe o ¿cómo se llama la francesa?
– Brigitte Bardot -repuso Malone.
– Sí, imagináos a la Bardot desnuda en la habitación de al lado. Y podemos hacer lo que queramos porque somos los reyes. No iréis a decirme que le volveríais la espalda. No me convenceríais.
– Yo no creo en la violación -dijo Malone.
– Mirad -prosiguió. Shively sin hacerle caso-, ¿qué más da que la soltemos intacta dentro de dos semanas o que la soltemos tras habernos divertido con ella tal como llevan tantos años divirtiéndose con ella estos grandes productores cinematográficos? ¿Acaso le habremos causado un daño terrible? No es una virgen cuya vida podamos destrozar. No le vamos a dañar la salud.
No le van a salir granos por esta causa. -Shively esperó por si se producían risas. Pero no se escuchó más que la risita ahogada de Yost-. Esta experiencia no producirá en ella ningún cambio.
En nosotros, en cambio, sí lo producirá. Porque obtendremos por primera vez de la vida algo bueno que siempre hemos deseado y que nos corresponde por derecho. ¿A qué demonios seguir hablando? Digo que hagamos lo que nos venga en gana y no lo que ella dice que quiere. Es nuestro mundo. Y quien lo dirige es el Club de los Admiradores queridos consocios.
– No, Kyle, no es nuestro mundo -dijo Malone-. Más a Tierra tal vez sea un refugio aislado pero forma parte del mundo y observa las leyes y normas del mundo civilizado, al que todos nosotros pertenecemos.