Nellie habría empezado a llamar a media docena o una docena de amigos suyos sin comunicarles su desaparición, sino simplemente preguntándoles con indiferencia si estaban citados con ella o tenían en proyecto verse con ella aquel día.

Al no recibir información alguna a través de las llamadas, Nellie habría empezado a preocuparse más en serio. Como último recurso habría llamado a Félix Zigman. Y le habría informado. Y ambos habrían discutido a propósito del asunto.

Y caso de tomarse la desaparición en serio, Félix se habría apresurado a actuar. ¿Cuándo habrían empezado Félix y Nellie a sospechar la posibilidad de un secuestro, si es que tal cosa se les había ocurrido? Tal vez empezaran a sospechar esta noche, ahora mismo, en Los Ángeles, o tal vez lo hicieran mañana.

Sabía que Félix se mostraría reacio a informar de ello a la policía, que lo intentaría todo antes de presentar una denuncia a la policía.

Porque su instinto le diría que su nombre y su popularidad inducirían a la policía a revelarlo a la prensa, lo cual provocaría un sensacional revuelo, que más tarde resultaría embarazoso cuando ella apareciera al poco tiempo y explicara los motivos de su caprichosa conducta.

Sin embargo, al no poder atar ningún cabo y al irse acercando la hora de su partida y la necesidad de anular el pasaje, Félix empezaría a sospechar la posibilidad de que le hubiera ocurrido algo grave. Más tarde o más temprano, probablemente más temprano, probablemente dentro de setenta y dos horas, Félix no tendría más remedio que presentar a regañadientes una denuncia a la policía, dando cuenta de su desaparición y echando mano de sus amistades al objeto de que la policía guardara absoluto silencio al respecto.

Y la policía, su máxima esperanza, ¿qué haría? Procurando imaginarse la reacción y la conducta de los funcionarios de la ley y el orden, Sharon recordó súbitamente con tristeza la vez en que se había denunciado una desaparición suya a la policía.

Hacía seis o siete años, cuando ya había comenzado su ascenso pero ella era todavía una promesa y la Aurora Films le había encomendado uno de los principales papeles de aquella comedia suburbial titulada "Nido de amor''.

Faltaba una semana para el término del rodaje, la mayoría de escenas clave ya estaban filmadas y a ella le había apetecido celebrarlo y descansar un poco.

Había asistido a un baile de disfraces de la colonia de Malibú, había conocido a aquel fabuloso "playboy" peruano que participaba en competiciones automovilísticas y poseía un avión particular, y se había reído con él, emborrachándose como una cuba.

Al proponerle él tomar un último trago en su casa, ella había accedido sin saber que su casa o, mejor dicho, una de sus casas, se encontraba en las cercanías de Acapulco.

Le había hecho gracia y se había ido con él a tomar el avión que tenía aguardando en Burbank, y se había pasado una semana riéndose y bebiendo sin cesar en una fantástica hacienda de las afueras de Acapulco.

Recordaba aquella loca aventura -era por aquel entonces tan irresponsable y se sentía tan inadaptada-y recordaba lo que había tenido lugar en su ausencia y más tarde los directivos de los estudios, al no aparecer ella por los platós en veinticuatro horas y verse obligados a interrumpir el rodaje, se pusieron hechos una furia.

Y habían instado a su representante personal -sólo hacía seis meses que Félix Zigman había accedido a regañadientes a llevarle los asuntos-a acudir a la policía.

Félix, el pobre Félix, había accedido a ello muy a pesar suyo, sabiendo por experiencia que hubiera sido mejor no hacer tal cosa. Se había apresurado a acudir al jefe de policía, que a su vez le había enviado al Departamento de Personas Extraviadas, de la Sección de Investigación. Dado que no podía aportarse prueba alguna de juego sucio, los investigadores se lo tomaron un poco a la ligera.

Tras redactar un informe en el que figuraba su descripción física y sus características y profesión, se lo tomaron más a broma si cabe.

Uno de los oficiales comentó incluso que probablemente Sharon Fields se había repetido la escena. Era consciente de haberse comportado con vistas a alguna película de mala muerte.

La policía había prometido efectuar una investigación de rutina en el depósito de cadáveres y los hospitales, y Félix se había ido totalmente convencido de que no se tomarían nada en serio la desaparición de una actriz, a menos que existieran pruebas irrefutables de secuestro.

En aquella ocasión la policía había estado en lo cierto: no en lo de que ella buscaba publicidad, sino en lo de no tomarse en serio su desaparición.

Al regresar al cabo de una semana, los directivos de los estudios prometieron castigarla, pero cambiaron de idea al comprobar el éxito alcanzado por "Nido de amor" y, lo que era peor, Félix Zigman, que en ningún momento perdió los estribos si bien le dio a entender que no aprobaba su conducta, le dijo que había decidido rescindir el contrato que le unía a ella, si bien revocó su decisión tras suplicarle ella que no lo hiciera, y jurarle no volver a repetir jamás aquella escena sin informarle de antemano.

Había cumplido su palabra y jamás había repetido la escena. Era consciente de haberse comportado en algunas ocasiones en forma caprichosa e imprevisible, pero su profesionalismo había aumentado a tenor de su fama, últimamente se había mostrado mucho más sensata y madura y había sido un modelo de seriedad.

Dado que en aquella ocasión se había tratado de una falsa alarma, ¿se preocuparía Félix por su actual desaparición y se mostraría la policía más eficaz? Ahora Félix la conocía mejor, la apreciaba profundamente y lo más probable era que no considerase aquella desaparición como uno más de sus caprichos.

Cuando acudiera al Departamento de Personas Extraviadas, tal como haría con toda probabilidad, ¿cómo se tomarían allí la denuncia? Había en su historia una falsa alarma. Se trataba de una famosa actriz a punto de estrenar una película de elevado presupuesto.

Había desaparecido bruscamente pero no se disponía de ninguna prueba que permitiera abrigar la sospecha de un delito. Por otra parte, hacía seis años no era más que una frívola aspirante a estrella muy poco conocida. Ahora, en cambio, era Sharon Fields, la personalidad cinematográfica más célebre del mundo. Ocupaba una posición social, era importante y tenía influencia.

Los investigadores harían caso de la denuncia. Y al cabo de uno o dos días empezarían a actuar. Pero, ¿cómo lo harían?, se preguntó Sharon. Y en aquellos momentos, la única esperanza a la que se había estado aferrando se disolvió en el aire. El péndulo interior estaba oscilando de nuevo. Estaba empezando a sentirse perdida y abandonada, y procuraba luchar contra el pánico y no perder la cabeza.

Había un hecho que no podía negarse. Estaba allí, víctima de una estrambótica conspiración de cuatro locos, bajo el mismo techo que éstos, ya había hablado con ellos y sin embargo ella, la principal protagonista del secuestro, la víctima, no tenía ni la menor idea de lo que había sucedido tras haberla secuestrado, y tanto menos sabía quiénes eran sus secuestradores.

Si ella, que había sido testigo presencial de los hechos, apenas sabía nada, ¿qué podrían saber Nellie Wright y Félix Zigman y la policía acerca de lo que había ocurrido, de dónde estaba ella y de quiénes la tenían en cautiverio? Nadie, ni aquellos que más la apreciaban y más se preocupaban por su bienestar ni los funcionarios de la ley, podría llegar a imaginarse aquel delito tan increíble, las causas del mismo y su actual situación. Estaba perdida, irremediablemente perdida.

Pensó en sus secuestradores, aquellos cuatro tipos con barba y bigote tan distintos en cuanto a edad, físico y forma de hablar. ¿Quiénes eran? Aquello era lo más importante. Procuró reconstruirlos individualmente a partir del primer encuentro que había tenido con ellos a media tarde.