Había sucedido hacía tres años, casi estaba segura. La película titulada "Catharine y Simón" había sido rodada en Oregón. Se trataba de un episodio verídico de la historia americana, que había tenido lugar en 1784 en los desiertos fronterizos entre Ohio y Kentucky.

Ella había interpretado el papel de Catharine Malott, una muchacha capturada por un grupo de shawnees, adoptada por los indios, conducida a su tribu y criada como una doncella india.

Catharine había oído hablar y había visto a otra persona igual que ella, Simón Girty, que de niño había sobrevivido a una matanza que había tenido lugar en su colonia, siendo posteriormente adoptado por los indios senecas, que le criaron como un séneca, llegando a convertirse más tarde en un legendario jefe indio defensor de los territorios indios contra los soldados británicos y estadounidenses.

Su mente cansada se esforzó por recordar la escena y, al final, consiguió encontrarla y encuadrarla.

Escena 72.

Escena panorámica. -La orilla del río. Un grupo de muchachas indias bañándose chapotean, se divierten y empiezan a salir del agua para vestirse.

Escena 73.

Escena de grupo. -Muchachas indias.

Se están vistiendo. Catharine Malott en primer plano, con chaqueta de cuero y enaguas, calzándose los mocasines. Empieza a frotarse los brazos con grasa de oso contra las picaduras de los insectos. La cámara retrocede lentamente y enfoca a una docena de hombres agazapados, todos ellos armados con largos rifles. Empiezan a acercarse a las doncellas.

Escena 74.

Se enfoca a Catharine dirigiéndose hacia el bosque.

Aparecen, por todas partes los emboscados estadounidenses. Catharine les ve, se vuelve de cara a la cámara y lanza un grito.

Escena 75.

Interior de la cabaña. Primer plano.

Catharine tendida de espaldas forcejeando. La cámara se aleja y muestra a dos soldados norteamericanos atando a Catharine a la cama.

Primer soldado (al segundo soldado): "Será suficiente" (A Catharine): "No sois vosotras, las mujeres blancas que os habéis unido a ellos, quienes nos importan. Son los renegados como ese salvaje de Girty. Te retendremos aquí hasta que nos digas dónde podemos encontrarle".

Sharon Fields no conseguía recordar lo que sucedía a continuación. A excepción de dos cosas.

Al finalizar el rodaje de la escena, el director había anunciado la pausa del almuerzo, pero, en lugar de desatar a Sharon, la habían dejado atada y se había ido con los componentes del equipo de rodaje mientras ella les insultaba.

Había sido una broma porque regresaron al cabo de diez minutos para desatarla. Pero seguía recordando el pánico que experimentó al observar que se iban y la dejaban atada a la cama.

Era increíble que lo recordara. Y más increíble, si cabe, yacer tendida allí sabiendo que la vida había imitado al arte. Giró la cabeza sobre la almohada y contempló las dos ventanas encortinadas cerradas con tableros de madera.

Las rendijas entre los tableros sólo revelaban oscuridad y le llegaba desde fuera el canto de los grillos. Aquellos tableros de las ventanas contribuían a acrecentar sus temores.

Significaban que aquel descabellado secuestro había sido planeado de antemano. Habían efectuado preparativos con vistas a su llegada. Volvió a preguntarse quiénes serían, qué serían, qué se propondrían hacer con ella.

Si el más alto y feo de ellos había dicho la verdad, se trataba de unos maníacos o pervertidos sexuales.

Y estaban locos, completamente locos, si esperaban que ella accediera de buen grado y se prestara a colaborar. Haber creído en su imagen pública, en la publicidad, haber creído en aquella patraña del símbolo sexual y haber actuado en consecuencia cometiendo aquel horrendo delito, en la suposición de que ella se mostraría dispuesta a comportarse como la persona que ficticiamente era en la pantalla, eso era lo más descabellado.

Cuánto hubiera deseado poder dormir. Cuánta falta le hubiera hecho la píldora tranquilizante. Pero sabía que en su actual estado tampoco hubiera ejercido efecto.

Su temor sería más fuerte que el fármaco. Además, durmiendo estaría a su merced y no quería consentirlo. Aunque bien era cierto que aquella mañana la habían narcotizado, se la habían llevado inconsciente y no le habían causado el menor daño.

No, claro que no. Estaba segura. Aquella mañana se le antojaba muy lejana y brumosa. Había tenido tantos proyectos, los proyectos del día, el equipaje, las llamadas, las cartas, el proyecto del viaje a Londres al día siguiente, todo se había desvanecido como por arte de magia y ahora se le antojaba algo totalmente absurdo.

Por centésima vez volvió a aflorar a la superficie de su espíritu una débil esperanza. La echarían en falta.

Se tomaba una taza de café en la habitación cuando despertaba, pero Pearl siempre le tenía preparado un zumo de frutas y cereales para cuando regresaba de su paseo matinal.

La comida debía haberle estado aguardando y al lado del plato debían haber colocado el "Los Ángeles Times'' y la edición de correo aéreo del "New York Times". Y la habrían estado esperando porque ella siempre acudía puntualmente a desayunar después del paseo.

¿Cuánto rato habría transcurrido hasta que la habían echado en falta? Tal vez un cuarto de hora o media hora todo lo más. Pearl habría supuesto que ella había regresado y estaba desayunando y habría subido al piso de arriba, con Patrick, para hacer la cama y ordenar la habitación.

Después ambos habrían bajado y Pearl habría ido a quitar la mesa del desayuno y habría encontrado la comida intacta. Pearl debía ser quien primero se había enterado, ya que Nellie Wright jamás se levantaba antes de las ocho.

Tendida y amarrada a aquella cama de latón, Sharon Fields cerró los ojos y procuró imaginarse la escena que habría seguido.

Pearl se habría sorprendido, habría recorrido la casa, la planta baja, el piso de arriba, para comprobar que estuviera bien, que no le hubiera ocurrido nada.

Al no encontrarla, Pearl habría llamado a su marido. Juntos habrían salido a recorrer la calzada y el jardín. En el transcurso de la búsqueda habrían encontrado a Theda, la Yorkie. ¿Qué le habría sucedido a la pobrecilla? ¿Le habrían causado algún daño? No, no era probable, ya que en tal caso hubieran dejado un rastro.

Sin embargo, no habría rastro de su dueña, a no ser que aquellos cuatro monstruos hubieran dejado sin querer alguna huella. ¿Qué habrían hecho entonces Pearl y Patrick? Como es lógico, Patrick se habría dirigido al garaje de tres plazas por si ella había tomado uno de los coches y se había ido.

Pero no, el Rolls-Royce, el Ferrari y el Dusenberg estarían en su sitio.

Entonces habrían empezado a preocuparse. Y habrían despertado a Nellie. Y después ¿qué? Nellie no se habría alarmado de inmediato. Era muy tranquila y controlada y estaba al corriente de los caprichos ocasionales de su patrona.

Nellie se habría vestido y habría recorrido de nuevo la casa con los dos criados. ¿Y después? Nellie se habría imaginado que su patrona habría proseguido el paseo por la calle Stone Canyon y habría sugerido echar un vistazo por allí.

Al no hallarla e ir transcurriendo el rato sin que ella apareciera, Nellie habría llamado a varias puertas de residencias del Camino Levico y de la calle Stone Canyon preguntando a varios vecinos que conocían si alguno de ellos había visto a Sharon Fields paseando por la zona.

Al descubrir que no había tenido suerte, Nellie habría empezado a preocuparse, se habría retirado a su despacho, se habría sentado junto al escritorio y habría hecho uso del instrumento que parecía una prolongación de su propio ser: el omnipresente teléfono.

Nellie habría supuesto que su patrona habría visto a alguien que conocía junto a la verja, algún amigo que pasaba por allí o que había acudido a visitarla, y que se habría ido con esa persona a la ciudad o a tomar un desayuno improvisado.