Sin embargo, en los contratos no existen cláusulas que regulen los sentimientos del marido o la mujer al cabo de diez o veinte años.

Es cierto que hoy en día existe una cláusula de escape que es el divorcio, pero eso es muy burocrático y, en términos generales, suele ser un engorro.

El matrimonio moderno está basado en la hipocresía.

Como institución es atípico.

No sé qué señora escribió en alguna parte que un contrato matrimonial podría dar resultado en el supuesto de que nadie se viera obligado a cambiar por su causa.

En la actualidad, el matrimonio equivale a "una capitulación de la identidad, a la muerte del autodesarrollo, a una muerte espiritual contraria a la naturaleza".

Un amigo ruso de mi padre solía decir: "El matrimonio es la tumba del amor".

Disraeli lo supo expresar mucho mejor: "Todas las mujeres debieran casarse pero no los hombres".

Como bien se comprende, Disraeli era un sexólogo.

Ya estamos viendo nuevas formas de vida que han suplantado el matrimonio, sencillas y fáciles uniones no sancionadas por ningún certificado que son como un regreso a la unión y vida en común que existía en las épocas primitivas.

Creo que acabaremos recorriendo todo el círculo.

Por otra parte y para no pecar de injusto, también puede decirse algo en favor del estado matrimonial.

He visto algunas parejas que llevan casadas treinta años o más y producen la impresión de sentirse satisfechas.

Al parecer, han descubierto un secreto: que vale la pena perder la mitad de la propia independencia y todo anhelo de variedad a cambio de la certeza de no envejecer solos.

Tal como dijo en cierta ocasión mi profesor de antropología, la maldición más horrible de la vejez es la soledad.

Sin embargo, jamás he conocido a ninguna muchacha que me haya inducido a pensar en la posibilidad de vivir para siempre a su lado.

La única mujer de la tierra con la que sí me imagino pasando el resto de mis días es el Objeto.

Todavía no la he conocido pero pronto lo haré, muy pronto.

Santo cielo, estoy seguro de que sabe convertir la tierra en un paraíso.

¿Cómo es posible que me haya extendido tanto en esta divagación? Volviendo a lo nuestro.

El bigote del Mecánico está empezando a poblarse.

El mío no es más que una birria, pero la barba me crece bien y ya llevo el cabello muy largo.

En el supermercado no hacen más que gastarme bromas.

Los clientes habituales quieren enterarse del por qué.

Yo les digo que soy adepto al Vivekananda y el Vedanta y que el cabello largo está más de acuerdo con un espíritu elevado.

Los clientes me miran como si estuviera chiflado.

"Cuaderno de notas de Adam Malone -del 1 de junio al 7 de junio": En el transcurso de una de nuestras sesiones de la semana pasada, ahora que sólo nos faltan unas tres semanas, el Perito Mercantil, que últimamente se mostraba menos comunicativo, se irritó por una cuestión sin importancia y en determinado momento nos salió con que mira lo que estábamos haciendo a cambio de algo tan fugaz y transitorio como son unas relaciones sexuales.

Yo suavicé la situación recordando una frase que se atribuye a lord Chesterfield, a propósito de lo que son capaces de hacer los hombres para llevarse a una mujer a la cama.

¿Y para qué? Chesterfield dijo: "El placer es momentáneo, la posición ridícula y los gastos detestables".

Todos se echaron a reír y hasta le hizo gracia al Perito Mercantil.

Considero que, aparte el hecho de haberlo concebido, mi mejor aportación al proyecto es la de servir de árbitro entre mis colegas, suavizando los conflictos de personalidad y procurando que toda la empresa marche sobre ruedas.

La semana pasada organizamos dos reuniones de mayor duración, ambas en mi apartamento.

El Mecánico, a pesar de su mal humor y ordinariez y hostilidad latente hacia la mayoría de seres humanos, ha resultado ser el más útil y el más fervoroso miembro del Club de los Admiradores.

Su ingeniosidad para encontrar cosas y su sorprendente habilidad manual son extraordinarias.

En el transcurso de la primera reunión nos hizo un importante anuncio.

Ha encontrado exactamente el tipo de camioneta que nos hace falta.

A través de sus amistades del Valle, ha localizado una vieja camioneta abandonada en un cementerio de coches de las afueras de Van Nuys.

Se trata de una Chevrolet de tres cuartos de tonelada, modelo 1964.

Tras varias horas de trabajo, consiguió llevarse esta Chevy a Santa Mónica utilizando el vehículo de remolque de la estación de servicio donde trabaja.

Deja aparcado su coche en la calle y de esta manera puede ocultar la Chevy en su garaje sin que nadie la vea.

Dijo que estaba en bastante buen estado y que está muy reciamente construida y que la suspensión es muy buena.

Le hará falta un repaso de motor y la acostumbrada sustitución de la batería y las bujías, algunas otras cosas y todo un juego completo de neumáticos nuevos extrafuertes.

Podrá dar cómodamente cabida a dos personas en los asientos de delante y a tres personas con los suministros que haga falta en la parte de atrás desprovista de ventanillas.

"Es una de las camionetas que se utilizan para efectuar repartos y no despertará ninguna clase de sospechas", dijo el Mecánico.

Dice que, dedicándole todo el tiempo libre de que disponga, podrá tenerla arreglada para dentro de una semana o diez días todo lo más.

Los tres restantes hemos acordado reunir el dinero necesario para la adquisición de las piezas de recambio que el Mecánico no pueda birlarle a su jefe o extraer de cualquier otro vehículo abandonado.

Dado que va a estar muy ocupado en la reparación de la camioneta, el Mecánico le ha propuesto al Agente de Seguros que el viaje a Más a Tierra previsto para dos días más tarde sea el último que se efectúe antes de la puesta en práctica de la gran operación.

Por consiguiente, los suministros y provisiones necesarias deberán adquirirse inmediatamente.

Todo lo demás habrá que trasladarlo junto con el Objeto el mismo día de la operación.

Por mi parte ya he adquirido muchos de los artículos no perecederos que figuran en la lista, a precios de mayorista: frutas y verduras en conserva, galletas, quesos.

A última hora he decidido incluir una caja de huevos.

Además, en ausencia del encargado, he trasladado a mi coche tres cajas de bebidas variadas, bebidas alcohólicas de alta graduación, cervezas y bebidas sin alcohol.

Lo he dejado todo en casa del Mecánico.

Como es natural, siendo adicto a los alimentos sanos, el Perito se ha encargado de la adquisición de sus propias vituallas.

En un establecimiento de alimentos orgánicos del que es contable ha adquirido pan integral, yogourt, té de hierbas, albaricoques secos, semillas de soja tostadas y también guisantes secos, algunas patatas, calabazas, nabos, y manzanas procedentes de fincas agrícolas en las que sólo se utilizan fertilizantes naturales.

Cada loco con su tema.

Otra cosa a propósito de la primera reunión.

Yo había consultado una obra de Alphonse Bertillon, director del departamento francés de identidad de la Sureté de París entre los años 1882 y 1914.

En ella, Bertillon expone una invención antropométrica suya que consiste en un sistema de medición corporal y facial de once rasgos inalterables de los criminales.

Aplicando una variación de dicho sistema, tomé las medidas de las cabezas y rasgos faciales del Perito Mercantil y del Agente de Seguros.

Con una cinta métrica y un compás tomé las medidas exactas de sus cráneos, frentes, narices y barbillas.

Cuando así lo hice, creyeron que estaba loco, pero después les expliqué los motivos.

Me pareció que no resultaría prudente que se encargaran ellos mismos de la adquisición de los disfraces.

Sería mejor que lo hiciera yo y, para poder adquirir apliques o bisoñés, patillas, barbas y bigotes falsos, precisaba de dichas medidas.