Tal como había prometido, el Agente de Seguros, haciéndose pasar por un acaudalado vecino de la zona que nos interesa y posible cliente, telefoneó a un servicio de seguridad llamado Patrulla Privada de Protección.

Yo le había facilitado el nombre de la empresa tras haberlo leído en el lateral de uno de los coches patrulla que vigilaban la zona.

Sea como fuere, el Agente de Seguros logró que el gerente de la empresa se mostrara muy deseoso de colaborar y de informarle por teléfono.

Claro que el Agente de Seguros posee una personalidad arrolladora e incluso cuando finge no hay quien se le resista éste debe ser indudablemente el motivo de que haya alcanzado tanto éxito en su profesión.

El Agente de Seguros supo que la Patrulla Privada de Protección sólo instala un tipo de sistema de alarma de seguridad en la zona que nos interesa.

Se trata de un sistema de alarma silenciosa. Sobre los goznes de las puertas de la casa se instalan unos diminutos controles metálicos llamados trampas, conectados con un transmisor central situado en algún lugar de la casa que puede ser la entrada de servicio o el garaje.

Estos mismos controles se instalan también en los marcos de las puertas ventanas.

Las demás ventanas están protegidas por una especie de pantalla con unos hilos entretejidos en su malla y conectados también con el transmisor central.

Cuando al salir de la casa o bien al irse a acostar, el propietario de la casa desea poner en funcionamiento el sistema de alarma, inserta una llave en una cerradura instalada en el costado de un armario, la gira y de esta forma la alarma queda en disposición de funcionar.

Si en tales circunstancias algún intruso pretendiera entrar en la casa, al abrir una puerta o ventana, rompería el circuito y transmitiría una alarma silenciosa al cuartel general de la patrulla.

Inmediatamente, el cuartel general se comunica por radio con uno de los coches patrulla y envía en seguida al lugar un vehículo conducido por un hombre armado.

Al preguntarle el Agente de Seguros si dicho sistema podía ser desactivado de antemano por parte de algún delincuente muy habilidoso, el gerente contestó que ello resultaría imposible.

En cuanto se manejaran los alambres o el transmisor central, se produce una alarma silenciosa.

Entonces el Agente de Seguros hizo la pregunta crucial.

Dijo que su casa estaba rodeada por un muro y que la entrada estaba constituida por una verja de hierro (describió con todo detalle la verja y la ordenación de los terrenos del Objeto).

Preguntó si el sistema de alarma que protegía la casa podía extenderse también al muro y a la verja.

Y le contestaron: "No, eso no lo hacemos. No es necesario. Estando la casa protegida por un sistema de alarma no hay motivo para que éste se extienda a la verja y la valla.

Si alguien forzara la verja o se encaramara a la valla no podría entrar en la casa sin que nosotros le detectáramos".

El Agente de Seguros fingió no estar totalmente convencido.

Explicó que unos vecinos suyos tenían verjas que se abrían y cerraban automáticamente.

¿Cómo se hacía eso? El gerente de la empresa de seguridad, deseoso de hacer gala de sus conocimientos, le explicó detalladamente la operación.

"En realidad, se trata de algo muy sencillo.

No tiene nada que ver con nuestro sistema de alarma silenciosa pero nos encantaría instalárselo si ése es su deseo.

Se reduce a un simple interfono instalado junto a la verja que comunica con el interior de la casa.

El visitante se identifica y alguien del interior de la casa comprime un botón que activa electrónicamente un motor instalado detrás de uno de los pilares de la verja.

Entonces un mecanismo de brazo rígido o bien de cadena conectado con el motor de transmisión abre automáticamente la verja, permite la entrada al visitante y la vuelve a cerrar automáticamente".

Es decir, que ahora ya conocemos los dos sistemas que se utilizan en la residencia del Objeto y, tras comunicárnoslo el Agente de Seguros, el Mecánico, que es muy hábil en el manejo de todo tipo de maquinarias, descubrió inmediatamente el medio de abrir la verja.

Nos explicó (personalmente no estoy familiarizado con estas cosas y espero haberlo entendido bien) que todos los diseños de motor poseen en su sistema de engranaje un mecanismo de embrague y desembrague.

Queda bloqueado cuando la puerta automática tropieza con un obstáculo como, por ejemplo, un vehículo que no haya terminado de entrar.

Entonces el sistema hace inmediatamente marcha atrás.

"Lo único que tendré que hacer cuando llegue el momento -dijo el Mecánico-será traerme una buena herramienta cortadora, escalar la valla, llegar hasta el motor y cortar el candado que habrá probablemente en la cubierta del motor.

Entonces meto la mano y suelto el embrague.

De esta forma se desembraga el engranaje del motor y éste pasa a convertirse en un sistema de rueda libre.

Tras lo cual podré abrir manualmente la maldita verja. Por consiguiente, no habrá problema. Me parece que ya tenemos resuelta la cuestión de la entrada".

Había otra cosa que el Agente de Seguros tuvo el buen acierto de comentar con el gerente de la empresa. Le preguntó, acerca del horario de los coches patrullas.

Le dijeron que, al precio de la instalación del sistema de alarma silenciosa, que ascendía a 2.000 dólares, se añadían 50 dólares mensuales a cambio de la vigilancia del sistema de alarma desde el cuartel general.

"No obstante, existe un servicio complementario -dijo el gerente-que suelen utilizar todos nuestros clientes. A cambio de otros 50 dólares mensuales, enviamos uno de nuestros coches patrulla a vigilar su residencia tres veces al día.

Una vez por la mañana, otra por la tarde y otra por la noche".

El miércoles pasado, al rayar el alba, el Agente de Seguros y el Mecánico se trasladaron en el Buick del primero, con una carretilla en la parte de atrás, al refugio de Más a Tierra al objeto de cronometrar el tiempo del viaje, supervisar los alrededores y comprobar el estado de las cosas que hay en el refugio.

Viajaron por la autopista y después siguieron dos carreteras secundarias hasta el punto de Mount Jalpan en el que tuvieron que aparcar el automóvil.

La primera parte del viaje duró dos horas y dos minutos.

Después tuvieron que trasladarse a pie hasta Más a Tierra.

Dado que el Mecánico tenía que acarrear herramientas y posibles piezas de recambio y el Agente de Seguros tenía que empujar la carretilla, cargada con dos bidones de gasolina y una batería, la marcha fue muy lenta.

Tardaron una hora y diez minutos.

Encontraron el cacharro de ir por las dunas en el cobertizo lo hallaron intacto y en el mismo sitio, lo cual demostró con toda certeza que ningún forastero, desconocido o visitante se había acercado a aquel lugar desde la última vez que el Agente de Seguros había estado allí, de lo cual hacía casi un año.

Una inspección de los alrededores les demostró que tampoco había paseado por allí ningún intruso.

El Mecánico sometió a revisión completa el cacharro de ir por las dunas y, al parecer, el vehículo, estaba en buenas condiciones si se exceptúa la sustitución de algunas piezas que previsoriamente había traído consigo.

La batería estaba agotada y un neumático estaba deshinchado.

La batería fue sustituida por otra nueva.

Dado que el neumático era de fabricación especial -anchura a la medida y de tipo flotación, a saber lo que significará eso-el Mecánico decidió que resultaría más fácil arreglarlo allí mismo en lugar de traer otro de recambio.

Sacó el neumático, lo arregló, volvió a hincharlo con una bomba accionada a mano y lo colocó de nuevo en el cacharro.

Después le metieron un poco de gasolina en el depósito.

El Mecánico se sentó al volante, puso en marcha el vehículo -consiguió ponerlo en marcha-y efectuó un recorrido de prueba.