Изменить стиль страницы

– Muy bien, detective -dijo-. Buena suerte con esto. Espero que encuentre al culpable. Y lo digo en serio.

Le tendió la mano a Bosch. Bosch no conocía la historia de McClellan. No conocía las circunstancias de la vida en la UOP en 1988. Sin embargo, le parecía que McClellan se iba de la casa con más peso encima que cuando había entrado. Así que Bosch decidió estrecharle la mano.

Después de que McClellan se fue, Bosch volvió a sentarse, considerando la idea de que el asesino de Rebecca Verloren había estado escondido en la casa. Se levantó y fue a la mesa del comedor, donde estaban esparcidos los archivos del expediente del caso. Las fotos de la habitación de la niña muerta estaban en el centro. Miró los informes hasta que encontró el de la policía científica sobre el análisis de las huellas dactilares.

El informe tenía varias páginas y contenía el análisis de varias huellas sacadas de superficies de la casa de los Verloren. El resumen principal concluía que ninguna de las huellas obtenidas en la vivienda era desconocida, por consiguiente era probable que el sospechoso o sospechosos hubieran llevado guantes o sencillamente hubieran evitado tocar superficies susceptibles de retener huellas.

El resumen decía que todas la huellas dactilares sacadas de la casa se correspondían con muestras tomadas a miembros de la familia Verloren o gente que tenía una razón apropiada para haber estado en la casa y tocado las superficies donde fueron halladas las huellas.

Esta vez Bosch leyó el informe de manera diferente y en su totalidad. Esta vez ya no estaba interesado en el análisis, sino que quería saber dónde habían buscado huellas los técnicos.

El informe estaba fechado al día siguiente del hallazgo del cadáver de Rebecca. Detallaba una búsqueda rutinaria de huellas en la casa. Todas las superficies tópicas fueron examinadas. Todos los pomos y cierres. Todas las repisas y los marcos de las ventanas. Todos los sitios donde era lógico pensar que el asesino-secuestrador podría haber tocado una superficie al cometer el crimen. A pesar de que había varias huellas en las repisas de las ventanas y pestillos que se recuperaron e identificaron con las de Robert Verloren, el informe señalaba que no se habían recuperado huellas útiles de los pomos de las puertas de la casa. Señalaba asimismo que no era inusual debido a la frotación que se producía rutinariamente al girar los pomos.

Era en lo que no estaba incluido en el informe donde Bosch vio el resquicio a través del cual podía haber escapado un asesino. El equipo de huellas había ido a la casa al día siguiente del descubrimiento del cadáver de la víctima. Eso había sido después de que el caso se interpretara mal dos veces, primero como un caso de personas desaparecidas y después como un suicidio. A ello había que añadir que cuando se organizó una investigación por asesinato el equipo de huellas fue enviado a ciegas. En ese punto no existía ningún conocimiento del caso. La idea de que el asesino podía haberse escondido en el garaje o en algún otro lugar todavía no se había formulado. La búsquedo de huellas dactilares y otras pruebas, como cabellos y fibras, nunca fue más allá de lo obvio, más allá de la superficie.

Bosch sabía que ya era demasiado tarde. Habían pasado demasiados años. Un gato vagaba por la casa y quién sabe cuántos objetos de ventas de garaje habían entrado y salido de una vivienda en la que un asesino se había ocultado y había esperado.

Entonces su mirada se posó en las fotos esparcidas por la mesa y se dio cuenta de algo. La habitación de Rebecca era el único lugar que no estaba contaminado por el paso del tiempo. Era como un museo con sus obras de arte encajadas y casi herméticamente cerrado.

Bosch esparció las fotos del dormitorio delante de él. Había algo en aquellas fotos que le corroía desde la primera vez que las había visto. Todavía no lograba determinado, pero ahora sentía una urgencia en ello. Examinó las fotos del escritorio y la mesilla y después las del armario abierto. Por último, examinó la cama.

Pensó en la foto que se había publicado en el Daily News y sacó el ejemplar del archivo que contenía todos los informes y documentos acumulados durante la reinvestigación del caso. Desdobló el periódico y examinó la foto de Emma Ward y acto seguido la comparó con las fotografías de diecisiete años antes.

La habitación parecía exactamente igual, como si permaneciera intacta por el dolor que emanaba de ella como de un horno. De pronto, Bosch se fijó en una pequeña diferencia. En la foto del Daily News la cama estaba cuidadosamente estirada y alisada por Muriel antes de que hicieran la foto. En las fotos más viejas de la policía, la cama estaba hecha, pero el volante estaba ahuecado hacia fuera por un lateral de la cama y hacia dentro a los pies.

Los ojos de Bosch se movieron de una foto a la otra. Sintió una pequeña gota de adrenalina en la sangre. Eso era lo que le había inquietado. Eso era lo que no cuadraba.

– Dentro y fuera -dijo en voz alta.

Sabía que era posible que el volante hubiera sido tirado hacia dentro a los pies de la cama por alguien que se colara debajo, del mismo modo que era probable que el volante exterior de la colcha hubiera salido hacia fuera por el lateral cuando esa misma persona saliera de debajo de la cama.

Después de que todos estuvieran durmiendo.

Bosch se levantó y empezó a pasearse mientras lo pensaba otra vez. En la foto tomada después del secuestro y asesinato, la cama mostraba claramente la posibilidad de una entrada y una salida. El asesino de Rebecca podría haber estado esperando justo debajo de ella mientras ésta se quedaba dormida.

– Dentro y fuera -repitió Bosch.

Y podía ir más lejos. Sabía que no se habían recuperado huellas útiles en la casa. Pero sólo se habían comprobado las superficies obvias. Eso no significaba necesariamente que el asesino hubiera llevado guantes. Sólo significaba que era lo bastante listo para no tocar lugares obvios con las manos desnudas, o para emborronar las huellas cuando lo necesitó. Aunque el asesino hubiera llevado guantes al entrar en la casa, ¿no podría habérselos quitado mientras esperaba -posiblemente durante horas- debajo de la cama?

Merecía la pena intentarlo. Bosch fue a la cocina para llamar a la División de Investigaciones Científicas y preguntar por Raj Patel.

– Raj, ¿qué estás haciendo?

– Estoy catalogando las pruebas que recogimos ayer en la autovía.

– Necesito que tu mejor hombre de huellas se reúna conmigo en Chatsworth.

– ¿Ahora?

– Ahora mismo, Raj. Después puede que ni siquiera tenga trabajo. Hemos de hacerlo ahora.

– ¿Qué vamos a hacer?

– Quiero levantar una cama y mirar debajo. Es importante, Raj. Si encontramos algo, nos llevaría al asesino.

Hubo un breve silencio y entonces Patel respondió.

– Yo soy mi mejor hombre de huellas, Harry. Dame la dirección.

– Gracias, Raj.

Le dio la dirección a Patel y colgó el teléfono. Tamborileó con los dedos en el mostrador, preguntándose si debería llamar a Kiz Rider. Había estado tan afligida y desanimada al salir del PArker Center que le había dicho que sólo quería irse a casa a dormir. ¿Debería despertarla por segundo día consecutivo? Sabía que ésa no era la cuestión. La cuestión era si debería esperar a ver si había algo debajo de la cama antes de contárselo y levantar sus esperanzas.

Decidió retrasar la llamada hata que tuviera algo sólido que contarle. En cambio, cogió el teléfono y despertó a Muriel Verloren. Le dijo que iba en camino.